José Sant Roz
Por aquí en Mérida no la estamos pasando tan bien que digamos, con cortes de electricidad de hasta nueve horas diarias, muchas urbanizaciones sin gas, y por supuesto, cuando se va la luz los hidroneumáticos dejan de funcionar. El internet se debería llamar INTERNETmitente, por ejemplo, tuve dos días sin poder ver ninguna página nacional. Imposible. Pero advierto que esto no es una quejumbre sino una alerta, y ver si alguien desde el gobierno sabe realmente que nos está pasando… porque si nadie dice nada, pues, pareciera que todo marcha de maravillas. Así, que estos testimonios al dente, deben verse también como un registro que sirva para ulteriores evaluaciones de nuestro proceso. ¡Qué pueblo más estoico y firme, el nuestro!, siempre alerta, previendo que podrían venir algunos vientos secos desde el Norte, pues debemos estar preparados ya que burdo El Catire de la Casa Blanca, ha anunciado que nos vamos a quedar en cueros, es decir, sin una locha. Que él va a paralizar de plano nuestras exportaciones petroleras.
Ayer, ante la intempestiva falta de gas, salí con mi esposa a comprar una cocinita eléctrica, de las baratonas, de dos hornillas, que si calienta una la otra se desmaya. El recorrido fue por media Mérida, buscando el mejor precio pero en estos ires venires, pude constatar la gran diferencia de precio que se observa, entre pagar en divisas y hacerlo en bolívares. Se dio el caso que la cocinita que compramos tenía marcada un valor de 22 dólares, pero que si la pagábamos en divisas nos la dejaban en 15, y hasta en menos (con la formal y consabida llorona). A mí pareció que no debía costar más de diez dólares. Y así está la situación en casi todos los negocios de mercado nacional. Queríamos comprar una cocinita eléctrica buena, con buenos cables y resistencias, pero los precios fluctuaban entre 80 y 90 dólares. La de 90 dólares el comerciante me dijo que me la dejaba en 55 si le pagaba en divisas. Nos quedamos con la de 22, pujando con los cuatro churupos que nos llegan por los bonos.
La odisea fue de este jaez: subimos a las 8 de la mañana, sin desayunar, desde La Pedregosa al centro imaginando que en algún recoveco de árabes o chinos podíamos encontrar una excelente cocinita. Subimos hasta los inicios de la Avenida 2, y comenzamos a bajar. Precios de todo tipo y con diferencias abismales entre un mismo tipo de marca y siempre recalcando los usureros que un valor tenía el aparto en divisas y otro en bolívares. Y ya se sabe que a los usureros no se les puede refutar porque te sacan un racimo de pruebas financieras en las que demuestran que de hecho están pelando horriblemente, casi muriéndose de hambre.
Recorrimos diez cuadras preguntando y preguntando, todos con las mismas cantaletas, en dólares una cosa, en bolívares otra. A las 10:30, finalmente nos tranzamos, como dije, con la que nos costó 22, y cuando llegamos a casa, entonces se había ido la luz, por lo que decidimos comer un plato frío (como cuando se piensa en la venganza: «La venganza y el cangrejo de río, se sirven en plato frío»). ¿Pero venganza contra quién? ¿Contra El Catire de mierrr? Claro, el que está prometiendo que pasaremos las de Caín, de nuevo.
Resulta que ayer, pues, no pudimos estrenar la cocinita porque nos quitaron la luz nueve horas. ¿Quién nos puede explica lo que está pasando con el gas? Será que nos están afectando ya las nuevas sanciones del asqueroso Catire? Carecemos de información, por favor. En cuanto a los cortes de electricidad, que ya llevan meses, dicen que es producto del feroz verano, de la enorme sequía que se está presentando. Pero no sabemos con certeza que así sea. O que las centrales necesitan repuestos y con las malditas sanciones no podemos repararlas. Y añádase, que todo el mundo quiere ahora cobrar servicios en dólares, al paralelo o al promedio, jamás a lo que fija el Banco Central.
No fiándome de la cocinita que compré porque de un momento a otro puede dar el tiro, recordé que en una casa de mis hijos (que están fuera del país) en urbanización La Linda, había una cocinita eléctrica vieja, destartalada entre montones de trastos abandonados. La encontré, aún con su caja original, pero atestada de chiripas. Eliminé unas cuantas, pero el nidal era inmenso. Cuando en medio del apagón voy llegando a mi apartamento me encuentro con mi vecino, el señor Gonzalo, quien es un diestro reparador de cachivaches viejos, y sus ojos relumbraron al ver que traía un artefacto tan importante en estos tiempos. El señor Gonzalo lo desarmó completamente enfrentando al chiripero impresionante, que me produjo harta vergüenza porque algunas volaron por su cabeza y se perdieron entre los armarios de su apartamento.
Eran las tres de la tarde y nadie había comido, y don Gonzalo manipulaba diestramente la panza de aparato con un destornillador. Que vaina tan pequeña para tener tantos tornillos. En las tripas de la cocinilla, los cables estaban sueltos, y don Gonzalo comenzó a empatarlos… dos horas después comenzó a funcionar y se pudo freír, lentamente un hígado encebollado. Así está el pueblo luchando y haciendo de tripas corazón, pero decidir a plantarle cara a las amenazas de los malditos del gobierno de Estados Unidos…
Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.
jsantroz@gmail.com @jsantroz
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