domingo, 26 de mayo de 2024

Un país a construir

 ANA CRISTINA BRACHO

Desde que el comandante Chávez apareció por primera vez en la escena nacional, la tarea de pensar el país se convirtió en una acción urgente y permanente. Puede que los más jóvenes se sorprendan, pero con la Revolución el país cambió de manera profunda, pues antes de ella, el racismo y la exclusión caracterizaban Venezuela. De eso, hay huellas en nuestra cultura popular, en el humor y hasta en la música. Por eso Ali Primera insistía en que “la verdad de Venezuela no se ve en el Country Club” mientras que, por esos años, Venezuela iba hirviendo hasta llegar a los puntos de inflexión del Caracazo.

Con el paso del tiempo, el país fue cambiando y soportando toda clase de ataques. Ninguno más inclemente que los últimos diez años cuando se cercó a Venezuela con una cruenta política coercitiva que secó nuestra economía hasta dejarla sin acceso a sus riquezas y al comercio internacional.

Ahora, que hemos venido aprendiendo a vivir en esta nueva situación, donde muchas cosas que se importaban ya las sabemos hacer o reparar, que hay una leve recuperación de la economía, la tarea está en fijarnos cuál es el país al que aspiramos y cómo vamos a
alcanzarlo.

Siempre pensar en el futuro es una tarea dificil ¿Existe realmente el tiempo? ¿El futuro es un invento de la modernidad? Así de densos son los debates en el seno de nuestro movimiento, donde no nos faltan los cuestionamientos sobre si el futuro se piensa, se sueña, se planifica o se construye. Mientras pensamos a profundidad en eso sabemos que el futuro es una acción del presente, que involucra a los hombres y mujeres que nos encontramos aquí y ahora, amando y haciendo país. Que lo que hagamos debe pensar en todos y todas, en especial en los más jóvenes, en los aún infantes que merecen tener un país a donde volver y no querer irse.

La apuesta es asumir todo lo que hemos aprendido de los errores y de las dificultades, trazar los destinos más abiertos y amplios posibles, profundizar en nuestras fortalezas, como en las infinitas riquezas de nuestra tierra con ideas nuevas. Por ejemplo, dejar de lado el inútil negocio de vender los hidrocarburos para luego comprar productos terminados y finalmente comenzar a fabricar bienes venezolanos en la forma y cantidad que requiere el país.

Hay también muchas tareas en lo político, como reconectarnos con todas las dinámicas de la democracia participativa y protagónica, donde la arquitectura del poder dispone que es el pueblo que manda y que es el propio espacio vital, el primer territorio a atender.

Son sólo dos de las ideas que hemos venido trabajando y recopilando, en esta voluntad de pensar y construir un país donde todos caben, donde la tierra nos da nuestro sustento, donde todas las formas de vida son protegidas y la bandera venezolana ondea soberana y digna, mientras seguimos en ese trabajo que sólo da alegría, el de ser profundamente venezolanos y preparar el espacio que le dejaremos a los que hoy apenas son niños.

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