jueves, 6 de abril de 2017

Un día cualquiera

El jueves, cuando Maduro dio el golpe de estado, yo estuve todo el día en la calle, desde temprano, cuando ya el golpe estaba consumado. Esa mañana, a diferencia de mis mañanas de siempre, no tuve tiempo para leer la prensa, así que salí a la calle sin imaginar lo que estaba pasando.
A millones de venezolanos se nos pasó ese día entre llevar a los niños al colegio, ir al trabajo, hacer mercado, ir al doctor, pagar la luz, el teléfono o el impuesto sobre la renta, cuyo plazo estaba por vencerse. Qué iba uno a imaginar, si parecía un día cualquiera: los colegios, los centros comerciales funcionando con normalidad, lo mismo que los supermercados, bancos, oficinas públicas y privadas… No había “esbirros del régimen” peinando las calles, arreando opositores a un stadium para luego borrarlos del mapa, no. No había allanamientos masivos, como se supone debe hacer cualquier dictadura que se precie de serlo. Nop, la vida seguía como si nada y uno ahí, en la calle, al-inocente-lo-protege-Diosmente, sin saberlo, en medio del caos que narraban todos los grandes medios internacionales.
Y es que en este país no nos enteramos de nada. Si yo viviera en España o en Miami, no tendría dudas de que, en Venezuela, ese nefasto jueves, la dictadura de Maduro había dado un golpe de estado. Si yo viviera fuera, habría pasado un jueves agónico, pero vivo aquí, en el epicentro de los hechos, por eso no me enteré sino bien tarde, cuando por fin me conecté a la realidad de Internet: Allí supe que, ooootra vez, la comunidad, preocupada por nuestra democracia, profería libertarias amenazas contra nosotros; y oootra vez, la dirigencia opositora, en civilizada sintonía, pedía al “mundo democrático” hechos más que palabras. Por ahí vi a Almagro moviendo la colita con Kuczynski y el resto de la manada de perritos simpáticos; Por ahí me alertaron de que “lo que viene es feo. Compra mucha comida, que no hay, que está carísima, y el dinero no alcanza porque Venezuela se muere de hambre y la dictadura te obliga a comprar pan canilla regulado cuando el paladar te exige cachitos de jamón…” Y ahí, en medio de reguero de alarmantes y caóticas noticias típicas de un golpe, leí que los empresarios esperan las nuevas subastas de divisas del Dicom. Lo normal, pues. Un día cualquiera de estos últimos 18 años.
@tongorocho

Autor: 

Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz".

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