El
Plantón convocado por la dirigencia opositora, como era de esperarse,
como sucede con todas sus convocatorias pacíficas, terminó en violencia
destrozos y muerte, tal como lo había anunciado unos días antes, Henry Ramos Allup, cuando afirmó que marchaban “por los caídos y los que caerán en los próximos días”.
Tres días después, la predicción de Ramos se cumplió: una marcha chavista fue tiroteada en Mérida dejando un saldo de dos muertos y varios heridos de gravedad. En Barinas otra situación similar, en El Tocuyo, delincuentes destrozaron un centro de acopio que guardaba la comida del plan de alimentación escolar y de los CLAP, dejando entre los destrozos el cadáver de Johan Medina, un muchacho que dejó su vida defendiendo el derecho a la alimentación de su comunidad. Los culpables, nos dice el periodismo “objetivo e independiente” en coro con la dirigencia opositora, son los “colectivos chavistas”, que ahora llaman “colectivos paramilitares” para terminar de endosarnos también la introducción del paramilitarismo en la vida del país, que es, probablemente el peor de los crímenes que ha cometido la oposición venezolana.
Fueron los colectivos, repiten como autómatas los vecinos en las urbanizaciones del Este, que filman desde sus balcones y tuitean que los colectivos están saqueando y quemando, digamos, la oficina del Saime, pero cuando llega la GNB, cambian automáticamente su relato por el de los “esbirros de la dictadura” que vienen a reprimir a nuestros manifestantes pacíficos, todos ellos estudiantes ejemplares. Entonces abren las rejas de sus edificios para darle refugio a los que hace 5 minutos eran temibles colectivos chavistas asesinos —valga la redundancia— y ahí empieza a no encajar el rompecabezas, pero no importa, no son tiempos para pensar.
Así ve uno a gente buena, gente inteligente, repitiendo incoherencias telegrafiadas desde el whatsapp: “los colectivos chavistas emboscan y matan a chavistas y destruyen centros de acopio del CLAP, ambulancias de Protección Civil, colegios públicos, incendian las calles, todo eso para culpar a la oposición y criminalizar la protesta pacífica” y se lo tragan, lo acomodan a su irrealidad de vivir en una cruel dictadura.
Los usan y se dejan usar. Hace unos días vi un video de una chama del este, una muchachita con una gorrita de nieve rosada y una bufanda de un rosado más vinotinto que combinada lindo y le cubría la cara. Una sifrinita encapuchada en medio de Chacao, desorientada porque su dirigencia los había dejado solos y ella no sabía como hacer para “escoñetar a los chavistas”. A su lado, otro chamo, morenito, con los brazos marcados de cicatrices, tapada también su cara, esquiva su mirada, esperando también la orden de fuego. Más tarde, el mismo chamo, en otro video, atacando la sede de la magistratura. Un malandro a sueldo, contratado por la oposición para generar caos… “Un colectivo chavista”, dijeron yonofuimente, un colectivo chavista repitió la chama del gorro rosado, un colectivo chavista repitieron sus papás, y la lanzaron a la calle, dos días después, con su gorro y su bufanda, a otra marcha infiltrada hasta las patas por “colectivos asesinos”, así, como si nada.
En el Plantón, un grupo de encapuchados lanzó barriles de aceite sobre la autopista, mientras los manifestantes pacíficos plantados aplaudían eufóricos. Lanzaban aceite en la vía, explicaban los que saben de resistencia y libertad, para que los colectivos que, como todos saben, siempre van en moto, patinaran con el aceite y quedaran neutralizados. Dos segundos después, ante la gravedad y notoriedad del hecho, los mismos voceros libertarios acusaron a los colectivos de haber derramado el aceite, sí, para matarse a si mismos, chacumbelemente, por órdenes de Diosdado -agregó Capriles, alegando que la prueba de esto es que Diosdado mostró, en la tele, la foto de los encapuchados cometiendo el delito. Y todos, hasta los que habían aplaudido sus heroicos aceitadores, dijeron en coro: ¡Fueron los colectivos de Diosdado!
Así, los colectivos chavistas le hacen el trabajo sucio a la oposición, reforzando con sus acciones violentas la tesis de ingobernabilidad que Freddy Guevara dijo que iban a imponer. Y nadie en la oposición se cuestiona, nadie piensa, porque ellos saben que los brutos somos los chavistas.
Así, sin pensarlo, se convierten en instrumentos de la pesadilla que nos quieren imponer. Ruego que no tenga que llegar la pesadilla para que terminen de entender. Entonces, sería demasiado tarde.
Tres días después, la predicción de Ramos se cumplió: una marcha chavista fue tiroteada en Mérida dejando un saldo de dos muertos y varios heridos de gravedad. En Barinas otra situación similar, en El Tocuyo, delincuentes destrozaron un centro de acopio que guardaba la comida del plan de alimentación escolar y de los CLAP, dejando entre los destrozos el cadáver de Johan Medina, un muchacho que dejó su vida defendiendo el derecho a la alimentación de su comunidad. Los culpables, nos dice el periodismo “objetivo e independiente” en coro con la dirigencia opositora, son los “colectivos chavistas”, que ahora llaman “colectivos paramilitares” para terminar de endosarnos también la introducción del paramilitarismo en la vida del país, que es, probablemente el peor de los crímenes que ha cometido la oposición venezolana.
Fueron los colectivos, repiten como autómatas los vecinos en las urbanizaciones del Este, que filman desde sus balcones y tuitean que los colectivos están saqueando y quemando, digamos, la oficina del Saime, pero cuando llega la GNB, cambian automáticamente su relato por el de los “esbirros de la dictadura” que vienen a reprimir a nuestros manifestantes pacíficos, todos ellos estudiantes ejemplares. Entonces abren las rejas de sus edificios para darle refugio a los que hace 5 minutos eran temibles colectivos chavistas asesinos —valga la redundancia— y ahí empieza a no encajar el rompecabezas, pero no importa, no son tiempos para pensar.
Así ve uno a gente buena, gente inteligente, repitiendo incoherencias telegrafiadas desde el whatsapp: “los colectivos chavistas emboscan y matan a chavistas y destruyen centros de acopio del CLAP, ambulancias de Protección Civil, colegios públicos, incendian las calles, todo eso para culpar a la oposición y criminalizar la protesta pacífica” y se lo tragan, lo acomodan a su irrealidad de vivir en una cruel dictadura.
Los usan y se dejan usar. Hace unos días vi un video de una chama del este, una muchachita con una gorrita de nieve rosada y una bufanda de un rosado más vinotinto que combinada lindo y le cubría la cara. Una sifrinita encapuchada en medio de Chacao, desorientada porque su dirigencia los había dejado solos y ella no sabía como hacer para “escoñetar a los chavistas”. A su lado, otro chamo, morenito, con los brazos marcados de cicatrices, tapada también su cara, esquiva su mirada, esperando también la orden de fuego. Más tarde, el mismo chamo, en otro video, atacando la sede de la magistratura. Un malandro a sueldo, contratado por la oposición para generar caos… “Un colectivo chavista”, dijeron yonofuimente, un colectivo chavista repitió la chama del gorro rosado, un colectivo chavista repitieron sus papás, y la lanzaron a la calle, dos días después, con su gorro y su bufanda, a otra marcha infiltrada hasta las patas por “colectivos asesinos”, así, como si nada.
En el Plantón, un grupo de encapuchados lanzó barriles de aceite sobre la autopista, mientras los manifestantes pacíficos plantados aplaudían eufóricos. Lanzaban aceite en la vía, explicaban los que saben de resistencia y libertad, para que los colectivos que, como todos saben, siempre van en moto, patinaran con el aceite y quedaran neutralizados. Dos segundos después, ante la gravedad y notoriedad del hecho, los mismos voceros libertarios acusaron a los colectivos de haber derramado el aceite, sí, para matarse a si mismos, chacumbelemente, por órdenes de Diosdado -agregó Capriles, alegando que la prueba de esto es que Diosdado mostró, en la tele, la foto de los encapuchados cometiendo el delito. Y todos, hasta los que habían aplaudido sus heroicos aceitadores, dijeron en coro: ¡Fueron los colectivos de Diosdado!
Así, los colectivos chavistas le hacen el trabajo sucio a la oposición, reforzando con sus acciones violentas la tesis de ingobernabilidad que Freddy Guevara dijo que iban a imponer. Y nadie en la oposición se cuestiona, nadie piensa, porque ellos saben que los brutos somos los chavistas.
Así, sin pensarlo, se convierten en instrumentos de la pesadilla que nos quieren imponer. Ruego que no tenga que llegar la pesadilla para que terminen de entender. Entonces, sería demasiado tarde.
Autor:
Carola Chávez
Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz".
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