jueves, 13 de abril de 2017

Retrato de la locura

El sábado 8 de abril, una multitud de 15 personas vestidas de naranja Voluntad Popular, protestaban en la esquina de una calle que no pudieron cerrar por falta de gente, sosteniendo unos cartelitos que juntos decían: “¡Elecciones ya!”. Y es que ya se los había dicho Almagro: “La dictadura venezolana se derrota con elecciones”, mire usted. Y aunque dirigencia opositora, en coro, dale que repite y dale que repite, instaló en las cabecitas de sus seguidores que Maduro no quiere elecciones porque tiene miedo; sin miedo, Maduro, en su programa de los domingos, dijo estar ansioso de que se hicieran las elecciones, desatando en ese preciso instante un cortocircuito en la oposición, que como un resorte saltó furibunda y desafiante con una nueva y libertaria consigna democrática: “¡No queremos elecciones, queremos que te vayas ya!”.
Y así, indignados por una posible contienda electoral en plena dictadura, llamaron seguir en la calle, calle y más calle sin retorno, un día sí y un día no. El sábado sí, el domingo acude a tu iglesia, el lunes incendia tu calle, el martes y miércoles no porque hay Champions, el jueves sí… y así, hasta que caiga esta dictadura que ahora nos quiere obligar a votar.
La mayoría salió a la calle, sí, pero rumbo a la playa, porque es Semana Santa y porque los días están hermosos. Los que se quedaron, maldecían a los que prefirieron unos días de playa a una vida entera de democracia y libertad. “Ojalá se ahoguen en la playa, malditos” –tuiteaban amorosamente estos guerreros libertarios, constructores fundamentales ese país de tolerancia, paz y unidad nacional que promete en vano Julio Borges.
Así, el lunes volvió a salir a la calle una multitud que no llegaba a mil personas, eso sí, ya sin los cartelitos que reclamaban elecciones. Allí, en Chacaito, el finisterre del sifrinismo caraqueño, líderes como Tomás Guanipa, declaraban desgañitados que “Maduro no quiere elecciones porque tiene miedo porque Maduro quiere elecciones porque tiene miedo”. Dichos los discursos antes un centenar de micrófonos de medios de todo el mundo (nunca una manifestación tan escueta tuvo tanta cobertura), arrearon a su gente a una marcha no autorizada, ooootra vez hacia el centro de Caracas. Y ooootra vez los destrozos en el este del Este porque las fuerzas de seguridad del estado, los muy esbirros represores, no los dejaron ir al Centro a destrozarlo todo allá.
Inteligentísimos, los manifestantes “pacíficos” del lunes, se ensañaron con la autopista de Prados de Este, dejando aisladas a las urbanizaciones donde reposa el voto antichavista. La gente decente y pensante de este país se quedó atrapada entre la guarimba y su casa. Una decena de postes de alumbrado público tirados en la vía, sí, los mismos postes que reclamarán mañana al maldito de Luís Motta Domínguez porque, sin luz, esa autopista es peligrosísima. Alúmbrame el zaguán…
Los vecinos se comunicaban por whatsapp. Algunos aterrados, no tanto por los postes caídos sino por el fuego que alcanzó los campos de golf. Nunca la guarimba los había tocado tan hondo. Empezaron a temer por su propiedad privada. “Puede que les dé por quemar nuestras casas”, decía un señor con voz temblorosa en un whatsapito de voz. Otra vecina contaba que pasó horas tratando de llegar a su casa. Logró llegar pasada la media noche, sorteando postes y manifestantes muy feos que “no eran de allá”. Una se quejaba de que la Guardia Nacional Bolivariana no llegaba todavía. Sí, la señora quería que vinieran los esbirros a reprimir a los muchachos que liberaban al país tumbando postes y quemando hasta el campo de golf. “No parecen gente de aquí, para mi que son infiltrados”, decía otro; pero toda duda fue despejada con el eufórico audio de un vecino que acababa de cruzar por la zona de guerra santafesina.
“Yo pasé por Santa Fe, ahorita… Se está incendiando el campo de golf, una valla. Pararon un camión de basura, vaciaron la basura del camión en la autopista y la están incendiando entera. Hay por lo menos unos diez postes de luz en el piso. Hay, no sé, unas 30 personas, todos malandros, porque están pistola en mano. A mi me pararon pistola en mano, bajé el vidrio con el carajo pistola en la mano, que yo dije ve, me jodieron, y lo veo tapado y me dice ¿pa’ dónde vas?, así voz de malandro, y le saqué la máscara que la tenía en el puesto de copiloto y le dije: yo vengo de Altamira de peleá’ y el bicho se voltea y dice, ¡este es de los nuestros! Déjenlo pasá’. Por eso es que digo que no son colectivos. Y, bueno, les di una botella de ron, además para que fueran felices, para que aguantaran la noche y seguí para mi casa. Pero bueno, Santa fe es una guerra, son malandros armados, para mi no colectivos. Son malandros de ahí de Las Minas, no sé de dónde, pero están armados, echando plomo y destruyendo lo que ven y me dijeron que quieren aguantar hasta mañana.”
¡Ay, menos mal! Porque la verdad es que antes del alentador whatsapito de este heroico vecino, estaban aterrados, pensando que los responsables de los destrozos eran colectivos chavistas. Qué reconfortante fue saber que tenían un grupo de malandros armados, llegados de quién sabe dónde, echando tiros, ahí, en la puerta de sus casas. Qué bueno que ya estaba aclarado todo; así, cuando llegara la GNB, los vecinos podrían salir tranquilos a sus balcones a insultarlos y a tirarles cosas, todo esto al son de un nutrido cacerolazo libertario contra estos esbirros represores, violadores del derecho de los demócratas malandros armados de quemar el campo de golf en libertad. ¡Con mi malandro no te metas!
Así están…

Autor: 

Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz".

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