Nalú Faria es una mujer que expresa
sentimientos más allá de sus labios color violeta. Tiene los ojos
grandes y la mirada honda. A sus 58 años goza de una elegancia genuina.
Es madre de tres hijos, psicóloga y feminista brasileña. La conocí en el
12 Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios Berta Cáceres Vive, en La Habana, y lo agradezco, por la oportunidad y las enseñanzas.
“Nosotras no queremos ser iguales que los varones, incluso, queremos que los varones se transformen. La igualdad se contrapone a la desigualdad, no a la diferencia”, dice con certeza esta dirigente nacional de la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM), movimiento de acciones feministas presente en los cinco continentes.
Nalú habla despacio, su voz es firme y
dulce, no necesita alzarla para robarse la atención de un auditorio:
“Nuestra movilización tiene que ser integral en todos los sentidos,
debemos articular mucho las diversas formas de la lucha, abarcar tanto
en el tema político, económico como el cultural. Precisamente, porque la
ofensiva de la derecha es global, no es solamente a nivel de la
política económica ni de la política social, es también a nivel de un
conservadurismo, de una propuesta de organización social bastante
retrógrada y conservadora”.
Abrir el pecho
Esta brasileña, pequeñita de cuerpo e
inmensa de alma, lleva décadas dedicando cada uno de sus días a apoyar y
visibilizar las causas justas. Hablamos del mundo en el que nos ha
tocado vivir y se indigna: “El incremento de la agresión a la
mujer y el feminicidio parecen ser una respuesta a la lucha de las
mujeres en contra de la violencia, al igual que el genocidio de
las juventudes negras, la intolerancia contra la población LGBT en
Estados Unidos, que se ha vuelto muy fuerte con la victoria de Trump, y
todo lo relacionado con los emigrantes. Fenómenos ante los cuales la
respuesta de la derecha está completamente desprovista de humanismo y
raciocinio”.
Nalú casi siempre viste de color violeta,
una tonalidad que tiñe su vida dedicada a combatir la violencia contra
la mujer, ese mal enquistado que lacera el cuerpo y el alma. “En
Brasil mueren más o menos cinco mil mujeres por año, lo cual indica que
son aproximadamente trece por día, cada dos horas una mujer es
asesinada en Brasil. Es altísimo, no puedo decir que en los
últimos tiempos haya aumentado el feminicidio, lo que ha pasado es que
cada vez está más visible, porque la gente ha aprendido a no quedarse
callada y se manifiesta en su contra.
“Lo que sí ha aumentado en Brasil es un
tipo de violencia en la calle, que ataca justamente a la libertad de las
mujeres y las jóvenes. Hace poco hicimos un estudio que lo demuestra:
hay una presión sobre las jóvenes, tanto las universitarias como las que
viven en la periferia, en un nivel que está aumentando
considerablemente. Precisamente porque las jóvenes son más activas, son más visibles y hay una reacción patriarcal que busca parar eso, pero ya nadie las podrá callar”, asegura la activista.
El Mapa de la Violencia de 2015,
elaborado por el sociólogo argentino Julio Jacobo Waisefisz para la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), situó a Brasil como el quinto
país del mundo en el ranking de violencia contra las mujeres con una
tasa de 4,8 casos por cada 100 mil mujeres.
Razón por la cual, Dilma Rousseff firmó el 9 de marzo
de ese mismo año, una ley contra el feminicidio, que establece penas
más duras para los responsables de los asesinatos por razones de género.
La violencia contra la mujer pasó a ser un problema del Estado, según
dijo en aquella ocasión la Presidenta.
“El tema de la violencia va a seguir en
agenda, al igual que el tema del aborto, que en los últimos años se ha
recolocado de una manera más fuerte, hay una mayor conciencia de las
mujeres en relación al tema de la desigualdad en el trabajo, tanto en el
asalariado como en el de la casa. Hay una presión de las
mujeres para que el trabajo doméstico no sea solamente una
responsabilidad suya. Las mujeres han tomado las calles y van a seguir
reclamando sus derechos”, plantea con una pasión fuera de manuales.
Faria entiende el género más allá de las
investigaciones académicas y prefiere conocer a las mujeres desde la
calle, en las movilizaciones, donde las pancartas gritan y los tambores
espantan el miedo.
“A las economistas feministas les
digo que actualmente tenemos que hablar de un conflicto ‘capital-vida’,
no solo de ‘capital-trabajo’. Eso hace que nosotros, desde la
izquierda, que somos los que pensamos en la emancipación y en la
libertad, tengamos también que tener respuestas integrales y que
articulen esas distintas dimensiones de nuestra lucha. El feminismo tiene que ser anticapitalista, porque no se puede hablar de igualdad dentro del capitalismo”, asegura esta mujer de cabellos grises y amplia sonrisa.
El Brasil que duele
Le pregunto sobre las mujeres brasileñas en el contexto actual
y me dice: “Exige mucho de nosotras, somos quizás el movimiento que
tiene la crítica más radical al actual sistema de dominación. Brasil
está en una situación bastante compleja después del golpe. Justamente, el golpe vino con la intención de la derecha de imponer un modelo bastante neoliberal y privatizador, que busca controlar las ganancias y los recursos naturales.
“La situación está tan difícil que hay
resistencia desde todos los movimientos, tanto desde el Frente Brasil
Popular y Frente Pueblo Sin Miedo como desde la juventud, con la
ocupación de las escuelas, desde los ‘barrio-movimientos’. Ha venido un
cambio tan radical…, primero el tema del petróleo, luego el de congelar
los fondos públicos y privatizarlos, ahora es la jubilación, para que la
gente tenga que contribuir por más años. Eso va a afectar mucho a las
mujeres y a los trabajadores, en particular a los campesinos”, afirma la
también coordinadora de la Sempreviva Organización Feminista (SOF) y la
Red Latinoamericana de Mujeres Transformando la Economía (REMTE) en el
gigante sudamericano.
Para esta sicóloga, la situación actual
de Brasil no ha tomado por sorpresa a la región: “Nosotros y nosotras
evaluamos que la situación de Brasil no es una cosa aislada. Tiene que
ver con algo que ya habíamos hablado, de una contraofensiva del
neoliberalismo del imperio a nivel de la América Latina. Lo que
estamos viviendo es una arremetida y una contraofensiva neoliberal
relacionadas con las propuestas de tratados de libre comercio, pero
también con relación a Brasil, Venezuela y Argentina. Es un ataque a los
logros de los gobiernos progresistas”.
No será tan fácil
Pueden haber herido a la patria que la
moviliza, pero Nalú no es de las que se rinde, mucho ha trabajado hasta
hoy para que todo esté perdido. Está convencida de que la mujer
brasileña ya no es la misma: “Brasil es un buen ejemplo de lo que está
pasando de ampliación del feminismo en la sociedad, porque nosotros
tenemos desde hace muchos años un trabajo sostenido, primero con nuestra
reacción ante el neoliberalismo y contra el ALCA, y allí empezamos a recomponer un movimiento feminista que antes era bastante poco rebelde.
“Luego, con la participación de las
jóvenes, fortalecimos el feminismo en las universidades, pero también en
los colectivos de la juventud de la periferia, al mismo tiempo con la
consolidación de algunos movimientos sociales. Ahí están aquellas
movilizaciones de las mujeres de la vía campesina en los años 2000, las
mujeres desde la pantalla con la Marcha de las Margaritas, que
involucraron tanto a las mujeres pescadoras; a las extractivistas,
defensoras de la madre tierra; a las quilombolas, con su lucha de
resistencia a la esclavitud. Entonces, hay un crecimiento muy grande del
movimiento feminista”, asegura Faria.
La activista asegura que las mujeres
brasileñas no se rendirán en su lucha por la verdadera igualdad, porque
“ya ellas experimentaron una mejoría en sus vidas, esa es la razón de la
reacción masiva y popular hacia las políticas regresivas que ahora nos
aplican. Comenzó con los gobiernos de Lula y Dilma. El gobierno de Lula
les incrementó el salario mínimo, aumentó las plazas para las mujeres en
las universidades…”.
Aún no ha terminado la idea, pero se
detiene, imagino que su mente viaje en retrospectiva. Allá donde haya
ido, el rostro se le ha iluminado: “Muchacha, con el gobierno de Dilma
pasaron dos cosas: Una, la consolidación de las políticas sociales,
indiscutiblemente, hasta sus enemigos han tenido que reconocerlo.
Segundo, la figura de una presidenta empoderó a las brasileñas.
“No era cualquier presidenta, la
Dilma era una presidenta de izquierda, una mujer que fue guerrillera,
que ha enfrentado la dictadura militar, o sea, toda una representación
de mujer luchadora, que no tiene nada que ver con los estereotipos de la
feminidad tradicional y de eso se han percatado mucho las mujeres, de
que nosotras también podemos”, dice orgullosa y plena.
Nalú Faria convoca, suma y convence. Ha
trillado su país marchando, valiente defensora de las causas justas,
tras y con ella decenas de miles de mujeres: margaritas, líderes de
movimientos sociales, sindicalistas, luchadoras que demandan “igualdad,
justicia, autonomía, democracia, libertad y no retroceso. Pilares de
nuestro movimiento feminista, que no ha dejado de crecer y ser
organizado en estos años, a la vez que se ha incrementado en otras
partes del mundo. No es un fenómeno solo brasileño. Hoy es un fenómeno
internacional, ¿no?
“Y significa que aún con
políticas regresivas, de derecha y golpistas, hay una agenda de las
mujeres, que es la agenda en contra de la violencia, en contra del
feminicidio, a favor de la verdadera igualdad. Por eso lucho y
tenemos que seguir haciéndolo, todas. Eso nos va a salvar, a nosotras y a
nuestros pueblos”, así terminamos la plática, porque ella tiene que
incorporarse al evento y yo con ella, porque sus pies siguen trazando el
camino.
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