CAROLINA VÁSQUEZ ARAYA
Las redes sociales se han convertido de
manera inevitable en termómetro del ambiente político y social. No
escapamos a esa fuerza indetenible de la comunicación digital,
avasalladora e impertinente. Ahí está, metida en los más recónditos
rincones de la geografía propia y la ajena, transformando actitudes y
colocándonos en la difícil posición de determinar cuándo y dónde se
esconden el fraude y la mentira.
Esta realidad cada vez más imponente de
la información globalizada nos obliga a caminar más rápido y con paso
firme para no quedar en una vergonzosa obsolescencia. Sabemos que tras
esas redes se esconden potencias capaces de incidir en el destino de la
Humanidad —tal como sucedió en la elección del gobernante
estadounidense— pero no tenemos la menor posibilidad de evitar los
golpes emanados de esas interferencias, la mayoría orientadas a
consolidar el poder de las potencias económicas y políticas en desmedro
de las libertades y la supervivencia de millones de habitantes alrededor
del mundo.
Sin embargo, empieza enero y tendemos a
creer que todo puede ser mejor. Elaboramos una honesta lista de
propósitos, convencidos de ser capaces de realizarlos y en ese loable
esfuerzo olvidamos la lista incumplida de años pasados. Pero no importa
porque los 12 meses vienen nuevos y relucientes, listos para hacer de
ellos algo productivo. Esta vez, he optado por hacer la lista al revés:
lo que no deseo para el nuevo año.
-Niñas y adolescentes embarazadas:
Nuestra niñez ha sufrido suficiente el abandono de todas las fuerzas
capaces de transformar su vida de miseria en una de oportunidades. Ya es
tiempo de corregir esa inmensa deuda social y política con las nuevas
generaciones. Este propósito debería ser la primera prioridad del
Gobierno, el cual se ha mostrado indolente, permisivo con la corrupción e
incapaz de elaborar programas y políticas efectivas contra este
flagelo.
-Alertas Alba-Keneth: Guatemala no puede
continuar siendo un paraíso para los traficantes de seres humanos. El
país aparece en todos los medidores internacionales de desarrollo como
uno de los más atrasados en los temas de trata y abuso sexual,
especialmente contra niñas, niños, adolescentes y mujeres adultas.
Existe un problema estructural, no tratado a fondo, por el círculo
perverso del tráfico de influencias y organizaciones criminales
infiltradas en las instituciones del Estado.
-Desnutrición crónica: El año recién
estrenado debería marcar el fin del más vergonzoso de los indicadores
nacionales. La desnutrición crónica de la niñez configura un panorama
devastador en las futuras generaciones de población adulta, la cual ya
viene sistemáticamente privada de capacidades intelectuales y físicas.
El resultado es una nación con un porcentaje alarmante de personas con
capacidades limitadas, marcando de ese modo un freno rotundo a las
perspectivas de desarrollo social, económico y cultural del país.
-Un gobierno tradicional: Ya es tiempo de
que los sectores político y económico comprendan el alcance de sus
decisiones y tomen partido por el lado correcto. Una ciudadanía cautiva
en un sistema de poderes a los cuales no tiene acceso, es una ciudadanía
castrada en sus más elementales derechos. Observar las actitudes
soberbias de quienes detentan posiciones políticas o económicas de
relevancia demuestra su pobre concepto del significado de democracia y
su escasa capacidad de asimilar la magnitud de su responsabilidad. Es
imperativo abandonar esas poses para sumarse al esfuerzo colectivo por
hacer de este un mejor país, aceptar la temporalidad del poder y
escribir un mejor capítulo para la historia.
Elquintopatio@gmail.com @carvasar
Blog de la autora: https://carolinavasquezaraya.com
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