Por: Juan Manuel Karg
Ecuador inaugurará el calendario
electoral 2017 para América Latina y el Caribe: el próximo 19 de febrero
habrá elecciones presidenciales, decisivas para la región en su
conjunto por lo que allí se pone en juego. El correísmo, de la mano de
la dupla Lenin Moreno-Jorge Glas, se juega la continuidad de la
Revolución Ciudadana, que gobierna desde enero de 2007 en un verdadero
“cambio de época” para el país, tal como le gusta llamar a su
presidente, a raíz de las transformaciones operadas en la vida de
millones de personas.
El pasado 3 de enero comenzó la campaña
electoral. “El futuro no se detiene” es la principal consigna de la
campaña de Moreno, haciendo hincapié en los logros de la “década
ganada”, formulación tomada de lo que fuera el gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner en Argentina. La oposición conservadora a Correa,
en tanto, se ha embanderado con la idea de “cambio”, inspirandose en la
campaña de Macri, que forzó el ballotage y ganó la elección bajo la
consigna de “Cambiemos” -y fugaces promesas, incumplidas a un año de
gobierno-. Así, el banquero Lasso utiliza el poco creativo slogan “vamos
por el cambio”, mientras que Viteri habla de un “cambio positivo”. Como
se verifica, una campaña que se “argentinizó” a poco de comenzar.
El objetivo del correísmo es concreto:
Moreno deberá sacar más de 40 puntos y una distancia de 10 respecto a su
adversario más cercano para evitar la segunda vuelta electoral. Es un
escenario posible, visto y considerando la imagen positiva con la que
cuenta el primer vicepresidente de Correa y la propia gestión de la RC,
sumado a la creciente dispersión opositora. Por ahora, y más allá de
slogans, la oposición se basa solamente en denuncias de casos de
corrupción -PetroEcuador y Odebrecht- que el propio gobierno ya había
detectado. El caso de la constructora de origen brasileño que sacude a
la política regional es el más emblemático para ilustrar ello: el
gobierno de Alianza País (AP) la expulsó en 2008, siendo el único
antecedente concreto en América Latina. Sobre el caso PetroEcuador,
Correa fue contundente: “el país puede tener la seguridad de que jamás
tolerarán esas corruptelas. Aquí no habrá impunidad, ni perdón, ni
olvido, no se puede jugar con los recursos del pueblo”.
Tanto AP como sus aliados nucleados en
el frente Unidos afrontan un desafío complejo en la actualidad regional:
ordenar una sucesión prolija y eficiente dentro del espacio de los
gobiernos nacional-populares, progresistas y de izquierda de la región, a
raíz imposibilidad de ir a las urnas con su principal dirigente y
cuadro político, Rafael Correa. Las experiencias de Brasil y Argentina
ilustran las dificultades concretas de reemplazar a las figuras mejor
valoradas de estos espacios políticos, algo que Bolivia quiere evitar
intentando repostular nuevamente a Evo Morales Ayma en 2019 -tal como
definió recientemente el congreso del Movimiento al Socialismo,
barajando para ello cuatro posibilidades concretas-.
Un triunfo en primera vuelta del
correísmo podría significar una revitaliuzación del espacio
nacional-popular, progresista y de la izquierda continental tras dos
años -2015 y 2016- donde la derecha retomó la iniciativa por todas las
vías posibles -incluído el golpe institucional en Brasil-. CFK, Lula y
Lugo, tres ex presidentes que mantienen buena aceptación popular en sus
países, esperan buenas noticias de parte del correismo: este espacio
continental debe mostrar un rápido triunfo electoral como forma de
reposicionamiento frente a la restauración conservadora en curso, algo
que más al norte ya hicieron recientemente Danilo Medina (República
Dominicana) y Daniel Ortega (Nicaragua).
Macri y Temer, en tanto, anhelan un
forzado ballotage que pueda proyectar en el horizonte un escenario de
mayor incertidumbre, con mayor polarización de cara a un eventual
segundo turno. Las declaraciones de Viteri en cuanto a una hipotética
salida de Ecuador del ALBA -Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América- en caso que su propuesta resulte ganadora ilustran que
hay en juego proyectos antagónicos sobre la integración regional, tal
como sucede con la política doméstica.
¿Sumará Correa el plus carismático que
permita a Alianza País un triunfo en una sola vuelta? ¿Lograrán Lasso o
Viteri forzar un ballotage que hoy parece difícil, pero que de
consumarse podría modificar el escenario? Son las dos preguntas que hoy
se hacen buena parte de los analistas en torno al desenlace posible de
esta contienda que será decisiva. Falta para saberlo: primero habrá más
de un mes de campaña que será seguido con atención por la región en su
conjunto.
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