Carola Chávez
Ayer eran cabezas calientes que pedían fusiles para hacer la revolución de una sola vez, sin contemplaciones, para arrancar de cuajo este capitalismo salvaje que nos engulle… Guerreros imbatibles que no conocían el miedo… Hasta vi a alguno golpearse el pecho como King Kong, diciéndole al antichavismo “¡vengan a buscarme a mi, aquí, ya saben dónde estoy…! Claro, entonces era una papayita, porque tenían el escudo de Chávez.
Aquellos combatientes que se suponían temibles, a la primera balita les entró un frío en la espalda que los entibió de un guamazo. Entonces, cada uno a su modo, empezó a acomodarse como para no quedar mal, no tanto con los compañeros de lucha, sino con el enemigo, ese que lleva 18 años amenazándonos con su “¿dónde te vas a meter?”, para que, en caso de una vaina, quede claro que ellos son chavistas, sí, pero que “no avalaban esta locura”; que no son “maduristas”; que hasta a Chávez se le opusieron en su momento.
Se quitaron el disfraz de guerrillero añorante de La Sierra Maestra, se sacudieron la rodilla, ya no más en tierra, y se vistieron, algunos, de “equilibraditos” y otros de “hipercríticos”, y necesariamente empezaron a vociferar su postura a los cuatro vientos, porque de eso se trata, de que sepan todos que ellos aunque chavistas, “no son así”.
Los equilibraditos se apoyan en una nefasta frase: “de lado y lado”, una frase de película Disney que ignora siempre el contexto, que se ubica en una irrealidad ideal y desde allí se pronuncia, como si no estuviéramos viviendo un asedio terrible, como si tuviéramos una oposición democrática, que nunca dio un golpe de estado, ni montó guarimbas asesinas con francotiradores y guayas degolladoras, ni saboteó la industria petrolera, ni trajo paramilitares, ni abogó por intervenciones extrajeras poniendo a Libia y Ucrania como ejemplo de lo que añoraban para nuestro país, ni sabotea hoy nuestra economía… No, para el equilibradito eso no existe. Por eso, en medio de esa guerra, dicen cosas como “hay que dejar la intolerancia de lado y lado”, ignorando de qué lado estuvo siempre la intolerancia. O cuando el Presidente Maduro convoca por enésima vez al diálogo y la oposición lo sabotea, sale el equilibradito a exhortar a “lado y lado” a deponer sus actitudes no dialogantes, negando así la disposición del gobierno a dialogar y creyendo que están quedando chévere ante “lado y lado”.
Los hipercríticos son otra vaina, aunque su finalidad es la misma: que se sepa que ellos son chavistas, “pero no son así”. A diferencia de los equilibraditos que operan desde una irrealidad Hello Kitty, los hipercríticos, operan desde la irrealidad de la revolución perfecta. Así, citando al Che o a Lenin, despotrican contra cada movimiento que haga el gobierno para esquivar los cañonazos en esta guerra; despotrican también contra cada disparo que hagamos de nuestras filas, “¿qué disparos si aquí no hay guerra?”, ni hay, para ellos, este antichavismo títere del voraz sistema imperial que no permite, que no perdona insubordinaciones y menos de países llenitos de petróleo. No, eso no existe. Para los hipercríticos lo único que existe son nuestras debilidades que deben ser resaltadas públicamente, sí, ¡en plena coñiza!; generalizándolas, negando así a ese montón de compañeros que, contra viento y marea, le están echando una montaña de pelotas desde siempre, honestamente, mayoritariamente, chavistamente. No solo negándolos sino abandonándolos en plena pelea porque, “qué rabia, aquel funcionario es un corrupto”. Resguardándose en una queja pública, una declaración de principios individualísima que a nadie le importa. Asumiendo que la queja es la lucha, acusando de traidores a quienes no nos quejamos y seguimos peleando adentro. Porque Chávez dijo que criticáramos sí, y lo recuerdo clarito, y también recuerdo clarito que dijo que la crítica se hacía hacia adentro, con lealtad. Todo lo demás es daño y pantalla…
En fin, que son modos de arrugar, modos de disfrazar el miedo, modos auto preservación ilusa que cree que el odio antichavista perdona, y que si un día se hunde el barco, se hundirá solo del lado de los que no arrugamos, y no “de lado y lado”.
Ayer eran cabezas calientes que pedían fusiles para hacer la revolución de una sola vez, sin contemplaciones, para arrancar de cuajo este capitalismo salvaje que nos engulle… Guerreros imbatibles que no conocían el miedo… Hasta vi a alguno golpearse el pecho como King Kong, diciéndole al antichavismo “¡vengan a buscarme a mi, aquí, ya saben dónde estoy…! Claro, entonces era una papayita, porque tenían el escudo de Chávez.
Aquellos combatientes que se suponían temibles, a la primera balita les entró un frío en la espalda que los entibió de un guamazo. Entonces, cada uno a su modo, empezó a acomodarse como para no quedar mal, no tanto con los compañeros de lucha, sino con el enemigo, ese que lleva 18 años amenazándonos con su “¿dónde te vas a meter?”, para que, en caso de una vaina, quede claro que ellos son chavistas, sí, pero que “no avalaban esta locura”; que no son “maduristas”; que hasta a Chávez se le opusieron en su momento.
Se quitaron el disfraz de guerrillero añorante de La Sierra Maestra, se sacudieron la rodilla, ya no más en tierra, y se vistieron, algunos, de “equilibraditos” y otros de “hipercríticos”, y necesariamente empezaron a vociferar su postura a los cuatro vientos, porque de eso se trata, de que sepan todos que ellos aunque chavistas, “no son así”.
Los equilibraditos se apoyan en una nefasta frase: “de lado y lado”, una frase de película Disney que ignora siempre el contexto, que se ubica en una irrealidad ideal y desde allí se pronuncia, como si no estuviéramos viviendo un asedio terrible, como si tuviéramos una oposición democrática, que nunca dio un golpe de estado, ni montó guarimbas asesinas con francotiradores y guayas degolladoras, ni saboteó la industria petrolera, ni trajo paramilitares, ni abogó por intervenciones extrajeras poniendo a Libia y Ucrania como ejemplo de lo que añoraban para nuestro país, ni sabotea hoy nuestra economía… No, para el equilibradito eso no existe. Por eso, en medio de esa guerra, dicen cosas como “hay que dejar la intolerancia de lado y lado”, ignorando de qué lado estuvo siempre la intolerancia. O cuando el Presidente Maduro convoca por enésima vez al diálogo y la oposición lo sabotea, sale el equilibradito a exhortar a “lado y lado” a deponer sus actitudes no dialogantes, negando así la disposición del gobierno a dialogar y creyendo que están quedando chévere ante “lado y lado”.
Los hipercríticos son otra vaina, aunque su finalidad es la misma: que se sepa que ellos son chavistas, “pero no son así”. A diferencia de los equilibraditos que operan desde una irrealidad Hello Kitty, los hipercríticos, operan desde la irrealidad de la revolución perfecta. Así, citando al Che o a Lenin, despotrican contra cada movimiento que haga el gobierno para esquivar los cañonazos en esta guerra; despotrican también contra cada disparo que hagamos de nuestras filas, “¿qué disparos si aquí no hay guerra?”, ni hay, para ellos, este antichavismo títere del voraz sistema imperial que no permite, que no perdona insubordinaciones y menos de países llenitos de petróleo. No, eso no existe. Para los hipercríticos lo único que existe son nuestras debilidades que deben ser resaltadas públicamente, sí, ¡en plena coñiza!; generalizándolas, negando así a ese montón de compañeros que, contra viento y marea, le están echando una montaña de pelotas desde siempre, honestamente, mayoritariamente, chavistamente. No solo negándolos sino abandonándolos en plena pelea porque, “qué rabia, aquel funcionario es un corrupto”. Resguardándose en una queja pública, una declaración de principios individualísima que a nadie le importa. Asumiendo que la queja es la lucha, acusando de traidores a quienes no nos quejamos y seguimos peleando adentro. Porque Chávez dijo que criticáramos sí, y lo recuerdo clarito, y también recuerdo clarito que dijo que la crítica se hacía hacia adentro, con lealtad. Todo lo demás es daño y pantalla…
En fin, que son modos de arrugar, modos de disfrazar el miedo, modos auto preservación ilusa que cree que el odio antichavista perdona, y que si un día se hunde el barco, se hundirá solo del lado de los que no arrugamos, y no “de lado y lado”.
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