George Monbiot es uno de los intelectuales y activistas
ingleses más interesantes de la actualidad. Columnista de The Guardian,
se hizo especialmente conocido por su trabajo Estado cautivo: La
adquisición corporativa de Gran Bretaña (2000), en el cual narra el
desmantelamiento del Estado de Bienestar conquistado tras largas décadas
de luchas obrero-ciudadanas y su reemplazo por un Estado del Malestar
gobernado por las corporaciones. En esta ocasión se despacha con un
inquietante artículo sobre el estado del mundo actual y su impacto sobre
las subjetividades, deseos y esperanzas de la gente. Concluyendo, para
decirlo medio marxista y medio chavistamente, que una suerte de fantasma
recorre al mundo del capitalismo del siglo XXI: el de la suprema
infelicidad social. Las epidemias de enfermedades mentales, fobias y
tristezas están aplastando las mentes y los cuerpos de millones de
personas. Por lo cual es hora de preguntarse… ¿hacia dónde nos dirigimos
y por qué?
Si la ruptura social no se trata tan seriamente como a un miembro roto, es porque no podemos verlo. Pero los neurocientíficos pueden. Una serie de trabajos fascinantes sugieren que el dolor social y el dolor físico son procesados por los mismos circuitos neuronales. Esto podría explicar por qué, en muchos idiomas, es difícil describir el impacto de la ruptura de enlaces sociales sin las palabras que utilizamos para denotar dolor y lesiones físicas. En los seres humanos y otros mamíferos sociales, el contacto social reduce el dolor físico. Es por esto que nos abrazamos a nuestros hijos cuando se hacen daño a sí mismos: el afecto es un poderoso analgésico. Los opioides alivian tanto el dolor físico como la angustia de la separación. Tal vez esto explica la relación entre el aislamiento social y la adicción a las drogas.
Los estudios en animales y en humanos sugieren una razón para la comodidad de comer: el aislamiento reduce control de los impulsos, lo que lleva a la obesidad. Como las personas que están en la parte inferior de la escala socioeconómica son los más propensos a sufrir de soledad, ¿podría proporcionar esta una de las explicaciones para el fuerte vínculo entre el bajo nivel económico y la obesidad?
Esto sin lugar a duda no requiere una respuesta política. Requiere algo mucho más grande: la revalorización de toda una visión del mundo. De todas las fantasías que entretienen a los seres humanos, la idea de que podemos hacerlo solos es la más absurda y tal vez la más peligrosa. O nos juntamos o caeremos destruidos en pedazos.
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Por: George Monbiot
¿Qué mayor acusación a un sistema puede
haber, que una epidemia de enfermedades mentales? Sin embargo, las
plagas de ansiedad, estrés, depresión, fobia social, trastornos de la
alimentación, la autolesión y la soledad, ahora golpean a la gente en
todo el mundo. Las últimas cifras de la salud mental de los niños en
Inglaterra son catastróficas y reflejan una crisis global.
Hay un montón de razones secundarias por las cuales aparecen estas
dificultades, pero me parece que la causa subyacente es la misma en
todas partes: los seres humanos, esos mamíferos ultrasociales, cuyos
cerebros están diseñados para responder empáticamente a otras personas,
se están aislando. El cambio económico y tecnológico juegan un papel
importante, pero también lo hace la ideología. Aunque nuestro bienestar
está intrínsecamente ligado a la vida de otros, en todas partes se nos
dice que vamos a prosperar a través del autointerés competitivo y el
individualismo extremo.
En Gran Bretaña los hombres que han pasado
toda su vida en cuadriláteros tales como la escuela, la universidad, los
bares, el parlamento, nos enseñan continuamente cómo mantenernos de
pie. El sistema educativo se vuelve más brutalmente competitivo cada año
que pasa. El empleo es una lucha hasta el borde de la muerte contra una
multitud de otras personas desesperadas, que van en busca de menos
puestos de trabajo disponibles. Los supervisores de los pobres modernos
atribuyen la culpa individual a las circunstancias económicas que se
viven. Un sinfín de competencias por televisión alimentan imposibles
aspiraciones de contratos que ofrezcan una oportunidad real.
El consumismo llena el vacío social. Pero lejos de curar la
enfermedad del aislamiento, se intensifica la comparación social hasta
el punto en el que, después de haber consumido todo lo demás, empezamos a
hacer presa de nosotros mismos. Los medios sociales nos unen y nos
separan, lo que nos permite cuantificar con precisión nuestra posición
social, y para ver que otras personas tienen más amigos y seguidores que
nosotros.
Como Rhiannon Lucy Cosslett ha documentado
de manera brillante, las niñas y las mujeres jóvenes rutinariamente
alteran las fotos que publican para verse más suaves y más delgadas.
Algunos teléfonos, utilizando sus ajustes de “belleza”, lo hacen por
usted sin pedir; ahora uno puede convertirse en su propia inspiración de
belleza. Bienvenidos a la distopía posthobbesiana: una guerra de todos
contra sí mismos.
¿No es de extrañar, en estos mundos internos solitarios en los que
tocar ha sido sustituido por el retoque, que las mujeres jóvenes se
están ahogando en la angustia mental? Una encuesta reciente en
Inglaterra sugiere que una de cada cuatro mujeres de entre 16 y 24 años
se ha perjudicado a sí misma, y una de cada ocho ahora sufre de
trastorno de estrés postraumático. Ansiedad, depresión, fobias o
trastorno obsesivo compulsivo afecta a 26% de las mujeres en este grupo
de edad. Esto es lo que más se parece a una crisis de salud pública.Si la ruptura social no se trata tan seriamente como a un miembro roto, es porque no podemos verlo. Pero los neurocientíficos pueden. Una serie de trabajos fascinantes sugieren que el dolor social y el dolor físico son procesados por los mismos circuitos neuronales. Esto podría explicar por qué, en muchos idiomas, es difícil describir el impacto de la ruptura de enlaces sociales sin las palabras que utilizamos para denotar dolor y lesiones físicas. En los seres humanos y otros mamíferos sociales, el contacto social reduce el dolor físico. Es por esto que nos abrazamos a nuestros hijos cuando se hacen daño a sí mismos: el afecto es un poderoso analgésico. Los opioides alivian tanto el dolor físico como la angustia de la separación. Tal vez esto explica la relación entre el aislamiento social y la adicción a las drogas.
Los experimentos se resumen en la revista Fisiología y Comportamiento (the journal Physiology & Behaviour)
del mes pasado. Y sugieren que al darle una elección de dolor físico o
aislamiento a mamíferos, los mamíferos sociales elegirán primero el
castigo físico. Los monos capuchinos sometidos a inanición, privándolos
de alimentos o del contacto con otros monos durante 22 horas, prefieren
volver a unirse a sus compañeros antes que comer. Los niños que sufren
negligencia emocional, de acuerdo con algunos hallazgos, sufren peores
consecuencias para la salud mental que aquellos niños que sufren junto a
la negligencia emocional también abuso físico. Aunque parezca odioso,
la violencia física implica la atención y el contacto. La autolesión se
utiliza a menudo como un intento de aliviar la angustia: este es otro
indicio de que el dolor físico no es tan malo como el dolor emocional. A
tal medida que el sistema penitenciario sabe muy bien que una de las
formas más eficaces de la tortura es la incomunicación.
No es difícil ver cuáles podrían ser las
razones evolutivas para el dolor social. La supervivencia de los
mamíferos sociales es mucho mayor cuando están fuertemente unidos con el
resto de la manada. Se trata de los animales aislados y marginados los
que son más susceptibles de ser interceptados por los depredadores, o
morir de hambre. Al igual que el dolor físico nos protege del daño
físico, el dolor emocional nos protege de lesiones social. Nos impulsa a
volver a conectar. Sin embargo, muchas personas encuentran esto casi
imposible de hacer.
No es sorprendente que el aislamiento social está fuertemente
asociado con la depresión, el suicidio, la ansiedad, el insomnio, el
miedo y la percepción de amenaza. Es más sorprendente descubrir la gama
de enfermedades físicas que causa o exacerba, enfermedades tales como
demencia, presión arterial alta, enfermedades del corazón, accidentes
cerebro-vasculares, disminución de la resistencia a los virus, incluso
los accidentes son más comunes entre las personas crónicamente
solitarias. La soledad tiene un impacto comparable sobre la salud física
a fumar 15 cigarrillos al día: parece aumentar el riesgo de muerte
prematura en un 26%. Esto es en parte debido a que aumenta la producción
de la hormona del estrés, cortisol, que suprime el sistema
inmunológico.Los estudios en animales y en humanos sugieren una razón para la comodidad de comer: el aislamiento reduce control de los impulsos, lo que lleva a la obesidad. Como las personas que están en la parte inferior de la escala socioeconómica son los más propensos a sufrir de soledad, ¿podría proporcionar esta una de las explicaciones para el fuerte vínculo entre el bajo nivel económico y la obesidad?
Cualquiera puede ver en todos estos
síntomas y enfermedades cosas más importantes que el hecho de
preocuparse porque algunas cosas han ido mal. Así que ¿por qué estamos
participando en este mundo de autofagocitación con un frenesí de
destrucción del medio ambiente y la dislocación social, si lo único que
todo esto produce es el dolor insoportable? ¿Acaso no debería esta
pregunta quemarle los labios a cuanta persona esté involucrada en la
vida pública?
Hay algunas maravillosas organizaciones benéficas haciendo lo que
pueden para luchar contra esta enorme marea, estaré trabajando con
algunas de ellas como parte de mi proyecto personal de soledad. Pero por
cada persona a la cual estas organizaciones llegan, hay muchas otras
que ya han sido barridas al pasado.Esto sin lugar a duda no requiere una respuesta política. Requiere algo mucho más grande: la revalorización de toda una visión del mundo. De todas las fantasías que entretienen a los seres humanos, la idea de que podemos hacerlo solos es la más absurda y tal vez la más peligrosa. O nos juntamos o caeremos destruidos en pedazos.
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