Yo
recuerdo cuando estudiábamos juntas en el Colegio Madre María, y tú
eras tan apocada al principio, y utilizabas la falda aquella azul más
largas de todas nosotras, y te reías de todo, y buscábamos aquellas
revistas que tu tía Marina te mandaba de España, entre las que se
encontraba “Hola”, y nos extasiábamos mirando lo chic y lo terrific de
la gente con clase del reino de la Madre Patria. Y tu con tus ojazos tan
vivos preguntabas: “¿Cuántas madre patria tiene una?”. Y hablábamos
tanto de aquellos toreros tan lindos que tú admirabas por su estampa y
sus trajes, por sus pintas y patillas, y que esperaba que tu buena
estrella te condujera a uno, …te deparara la fortuna de acercarte a uno
de esos hombres con tanto donaire y valentía, con tanta pasión por la
sangre en los ruedos. Ay, Alicita, y tu dulce pasión por los colores y
los sabores, aquella locura tuya de meterte en el retrete de la monjas
para ver lo que allí tenían, y te desternillaba de la risa mirando sus
prendas íntimas. Aquella ansiedad tuya porque llegaran las vacaciones y
hacerte la tontita para que la familia de Cavalerie te paseara en su
yate; tu obsesión, querida, por meterte en cualquier concurso de belleza
porque comenzabas a sentirte avasalladora. Tu pasión, al principio, por
las patinetas, los frisbee y por los hula-hula. Aquellas ganas tuyas de
romper las barreras del tiempo y hacer saltitos de rana en las
escaleras con las tangas de la gimnasia, y asomarte por las vitrinas en
Las Mercedes y pegar aquellos gritos de espanto cada vez que veías
joyas, vestidos caros y virguerías de moda. Ay, Alicita, entonces vivías
rodeada de adecos y copeyanos, de lo más high de lo high porque tu
decías que así te sentías bien hot, y te echaban los perros y hasta los
gatos aquellos sifrinitos de Julio Borges y su primo Corcho e’ Coco. Y
tú que te los vacilabas porque decías que el globo terráqueo es ancho y
bello, y que tu hora de ser lo que eres te llegaría con un certificado
de notoriedad del Norte. Entonces diste el salto aquel de mano de un
amigo de tu tío Silfredo, y descubriste todo tu talento, y arrasaste en
Valle Sweet Club, y saltaste a la Riviera, y de ahí en adelante fuiste
totalmente lo que querías ser: lanzada, libre, vendida y comprada,
solicitada y alocadamente trotona. Y conociste a Trump, que te
ninguneaba y hasta te humilló (sarna con gusta no pica), pero eso
formaba parte de lo que tu decías es necesario para CATAPULTAR. Pero es
que habías conocido a todo el mundo pesetero, politiquero y glamuroso de
la época. Te codeaste con Carlos Andrés Pérez, y con Octavio Lepage, y a
ambos los dejaste plantados. Y cuando dijiste que Venezuela te
quedaba demasiado chiquita y te fuiste para Panamá que sí te quedaba
grande, y allá estaba otra vez Trump, que tú pronunciabas “Trafff”. Y
decidiste afiliarte al viejo grupo político de Noriega que tú decías que
era de izquierda, y cuando juraste que amarías toda tu vida a la Teoría
de la Relatividad porque tus amores eran insípidamente relativos. Y
fuiste primero Republicana por lo de la Res Pública que había leído en
un almanaque, pero luego comprendiste que para ser verdaderamente
demócrata sólo en la tierra había un Partido Demócrata, y corriste a
inscribirte en él, en Miami. Y tu vida tan repartida entre tantos
ditirambos. Y diste más tumbos que una bola en un volteo. Y luego cuando
quisiste ser cantante y la garganta se te volvió una gallera, y cuando
todo el mundo comenzó a olvidarte, saltó Hillary y dijo lo que tú nunca
hubieras querido que nadie supiera, porque aspirabas a ser para los
hombres una Dulcinea del Toboso. Alicia de mi alma, querida, tú, tan
hipotéticamente deductiva, te seré fiel como el primer día que nos
conocimos en el Madre María. Besitos. muuuuuaaaa.
jueves, 10 de noviembre de 2016
Querida Alicia Machado, me uno a tu punzada
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Actualidad
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