El análisis feminista de la etapa de la transición del feudalismo al
capitalismo y del trabajo reproductivo no asalariado como sostén del
sistema capitalista han convertido a Silvia Federici, escritora,
activista y profesora de la Universidad de Hofstra de Nueva York, en un
referente para comprender la interconexión entre la crisis sistémica del
capital y el incremento de las diferentes formas de violencias hacia
las mujeres. Su paso por Ecuador para participar en diferentes
encuentros con la academia y movimientos feministas durante el pasado
mes de mayo, permitió una conversación en la que de manera crítica
analiza la actualización directa e indirecta de la caza de brujas y las
consecuencias de las políticas extractivistas sobre las vidas y los
cuerpos de las mujeres en América Latina.
La crisis del sistema ha tenido un grave impacto para las mujeres en
diversos aspectos, pero también de manera diferenciada según
territorios. ¿Cuáles son las consecuencias que se pueden identificar a
nivel global tanto en el ámbito del trabajo como en el reproductivo?
La crisis capitalista ha significado cosas muy diferentes para las
mujeres, según los lugares del mundo, pero igualmente existen elementos
comunes. Las mujeres hoy se enfrentan de una forma muy diferente, pero
contundente, con una crisis muy fuerte de la reproducción a todos los
niveles como consecuencia del fracaso del estado de bienestar, el
fracaso del salario masculino, el de la política del pleno empleo, que
ha obligado a muchas mujeres a salir de la casa, tomar un segundo
trabajo que se ha añadido al trabajo doméstico no pagado, así que ahora
la jornada laboral de las mujeres es una jornada sin fin. Las mujeres
hoy deben trabajar fuera y dentro de la casa para recuperar todos los
cortes de los servicios sociales que el estado ya no realiza. En Estados
Unidos, las mujeres se encuentran en una crisis existencial, personal y
colectiva, muy fuerte, y se han convertido en las mayores consumidoras
de antidepresivos. El número de suicidios de mujeres se ha elevado y se
calcula que la esperanza de vida de una mujer proletaria sin recursos es
cinco años menor que la de su madre. A nivel más internacional, las
mujeres de las áreas rurales de América Latina y de África se encuentran
con un ataque muy grave al territorio, lo que implica un impacto
específico hacia ellas. Se trata de una agresión a las formas de cultivo
de subsistencia, que para muchas mujeres son una manera de tener
autonomía del mercado y sustentar a su familia en un contexto social
donde la comunidades han sido desmonetarizadas como consecuencia del
ajuste estructural, con el desempleo, y muchas veces con el despojo de
la tierra que poseían.
Y en este contexto, también se da un ataque hacia el cuerpo de las mujeres y su autonomía…
Sí, también existe un nuevo ataque directamente contra el cuerpo de la
mujer, contra su capacidad reproductiva, contra su capacidad de
controlar la procreación, un ataque que es diferente según los lugares.
En otros casos, las mujeres se enfrentan, por ejemplo, a la
esterilización. Durante los años noventa hubo una campaña de
esterilización brutal es muchas partes de África, de India, de
Indonesia. En estos países se realizan los safaris de la esterilización,
donde se juntaban mujeres dándole a cambio pequeñas cosas, como arroz,
para convencerlas de que debían ligar o cortar las trompas. Había miedo a
que estas mujeres fueran a procrear una generación de jóvenes más
combativa. Yo creo que estos programas de esterilización están
conectados como una respuesta a las luchas de las nuevas generaciones de
los territorios colonizados, generaciones que se proponían, como
proyecto político, recuperar la riqueza robada.
En otros lugares, se prohíbe el aborto, como en Ecuador, que no
solamente significa prohibir a la mujer el control sobre su cuerpo, es
parte de toda una política para controlar el trabajo de las mujeres,
para poner una vez más su sumisión a los hombres de la casa y a su
sexualidad, y su capacidad reproductiva al control de los hombres y del
estado. Esto es un proceso que se puede documentar a nivel
internacional. En Estados Unidos, muchos estados han aprobado leyes que
intentan controlar la vida y el comportamiento de las mujeres cuando
están embarazadas. Se establecen penalizaciones por comportamientos que
no son aceptados, así, en muchos hospitales donde van las mujeres que no
tienen recursos, se realiza un test de sangre después del parto, y en
caso de identificar alguna anormalidad, se les envían a prisión acusadas
de sabotear la vida del futuro nacido. Mujeres embarazas que han
sufrido accidentes de coche han sido arrestadas por irresponsables.
Se trata de un nuevo ataque como el que se produjo en el periodo de la
acumulación originaria, y que pasa por el trabajo, por el acceso de las
mujeres a la tierra y a su cuerpo. Es una súper explotación. Ahora las
mujeres deben trabajar fuera del hogar, dentro del hogar y trabajar
también en industrias que son formas de esclavización, como la maquila,
las mujeres han sido la carne de cañón de la desestructuración
industrial del mundo con la maquilización del trabajo. Las mujeres
jóvenes han sido destinadas a consumir su cuerpo, consumir su vida, en
estas nuevas plantaciones industriales, donde se dan formas de trabajo
verdaderamente esclavizantes.
Las mujeres son expulsadas de la tierra, marginalizadas, se penaliza el
cultivo de subsistencia y el cuerpo también. Por eso, muchas mujeres en
América Latina hablan de cuerpo y territorio, por la continuidad que hay
en él.
¿Cómo relaciona la crisis del sistema y la explotación de los
territorios con la violencia hacia las mujeres y la caza de brujas?
Una imagen muy fuerte de lo que está ocurriendo a nivel internacional es
el gran aumento de la violencia contra las mujeres, un incremento del
número de atentados y de abusos de forma cuantitativa, pero también
cualitativa, por la intensidad de la brutalidad: hoy las mujeres se
matan, se desmiembran, se queman vivas, se entierran… En esta caza de
brujas de África, las entierran vivas, las desmiembran con machetes. Y
son formas de violencia que también se documentan en países como España y
e Italia. Este fenómeno tiene muchas caras: la violencia que se usa
para aterrorizar poblaciones, para vaciar territorios que son destinados
a la comercialización, destinados a la empresa minera, es otro tipo de
violencia, es la violencia de la que habla Rita Segato, y que tiene como
finalidad dar un mensaje a la población sobre la falta de compasión y
de consideración, de manera que se les obliga a abandonar el territorio.
Se destruyen a las mujeres para destruir a la comunidad, para
obligarlas a salir. Esta es una violencia conectada al trabajo, como el
asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, muchas de ellas trabajadoras de
la maquila, que ha servido para paralizar su forma de organización, es
un fenómeno también de la frontera y a estas formas de súper
explotación, que al principio habían provocado protestas de las
trabajadoras de la maquila, que se habían sofocado, paralizado, contra
esta gran violencia. Y también está la violencia de los
narcotraficantes, de paramilitares… Está la violencia de los hombres, de
la familia, porque los hombres descargan sobre las mujeres las
frustraciones que llegan de su pérdida de poder social, y hombres que
intentan recuperar a través del cuerpo de las mujeres lo que han perdido
perdiendo el salario. Yo decía que en el periodo de acumulación
originaria el capitalismo dio las mujeres a los hombres como
compensación por la tierra que habían perdido. Hoy, el cuerpo de las
mujeres es sustituto del salario y el empleo que han perdido. Hay
hombres que venden a su pareja para el trabajo sexual, que es otro tipo
de violencia, pero todas ellas están conectadas porque tienen sus raíces
en la desestructuración del trabajo impulsado por el neoliberalismo,
por la relación capitalista. Me interesa subrayar también la interacción
entre violencia familiar, más no privada, porque es tolerada y
mandatada por el estado, y la violencia pública e institucional. Y me
interesa subrayar también la continuidad entre la violencia física del
desmembramiento, de la quemadura, y de la política social, porque el
empobrecimiento, la expropiación, el corte de los servicios sociales,
deben ser considerados formas de violencia. Es importante no reducir la
violencia a solamente la violencia directamente física, que es una
medida central para imponer todo esto, pero que es parte integrante de
otras violencias, que es integrada, configurada, en toda la organización
capitalista del trabajo y de las relaciones sociales.
En diferentes países de África y Asia se han documentado asesinatos y
torturas hacia mujeres acusadas de ser brujas. ¿Cómo se presenta en
esta época la caza de brujas y con qué objetivos se ha producido esta
actualización?
La caza de brujas que se conoce ahora empieza a actualizarse en los años
ochenta, mano a mano con los programas de ajuste estructural y las
políticas extractivistas que actúan de manera conjunta con el apoyo e
intervención masiva en muchas partes del mundo, con un ejército de
misioneros pentecostales financiados por las matrices más conservadoras
de los partidos de derecha de los Estados Unidos, coincidiendo con la
desestructuralización de la economía del tercer mundo, pero también de
los países del primer mundo.
Estos misioneros llegaron pretendiendo hacer milagros, con propaganda e
introduciendo la presencia de un diablo que conspira y que se esconde
detrás de todos los males. Estos grupos tienen estrictos manuales de
cómo reconocer a una bruja. En la televisión se difunden programas que
enseñan a identificarlas, mientras que en los mercados populares también
hablan de la brujería. Esto ha sido muy importante porque hay un
conjunto de fenómenos de empobrecimiento, de migración, de
desfragmentación y desmantelamiento del tejido social, como consecuencia
de la intervención extranjera, principalmente de compañías mineras y
petroleras que en muchos lugares conspiran con los jefes locales y con
la organización pentecostal. Mujeres que viven solas, que se sustentan
cultivando un trozo de tierra, empiezan a ser acusadas de brujas y de
ser responsables de todo lo malo que ocurre en la comunidad, como la
muerte de un niño, de un animal o de un accidente de coche. Ahora,
familiares de mujeres que tienen tierra, sobre todo jóvenes que quieren
apropiarse de esa tierra, se convierten en mercenarios de esos otros
personajes.
En muchos lugares, la ausencia de asistencia médica ha sido sustituida
por la figura del curandero. El curandero moderno es una figura que se
presenta como alguien capaz de reconocer a las brujas. A veces, los
jefes locales traen curanderos, o a personajes que se dicen capaces de
reconocer a las brujas, mujeres que terminan siendo golpeadas,
torturadas, despojadas de sus propiedades, y asesinadas. En Tanzania, en
2014, casi mil mujeres han sido asesinadas o brutalmente abusadas,
acusadas de ser brujas, y es algo que también ocurre en otras partes de
África, y en otras zonas como India. En África, hay hombres ancianos
acusados de ser brujos, con el claro objetivo de confiscar su pensión.
Los jóvenes acusaban a personas mayores de ser brujos, en el momento
justo en el que estas personas regresaban de la ciudad con dinero, con
el objetivo de confiscar su ganancia. Vemos de esta manera la conexión y
complicidad entre estos fenómenos y las políticas de despojo, la
relación entre el contexto del despojo, del empobrecimiento y de la
fragmentación de la solidaridad social. Y a esto se añade una
comunalidad de intereses entre los grandes actores, los gobiernos, con
los planes de desarrollo, con su complicidad con las compañías mineras,
petroleras, que están interesadas en desplazar aldeas y comunidades
enteras, o a realizar formas muy contaminantes de extracción. Y, en esta
situación, una juventud sobre todo masculina local que no tiene futuro,
que no ve capacidad de algún empleo o estudio, y que no sabe cómo salir
del empobrecimiento, es fácilmente reclutada por los jefes locales y
por la compañía minera para formar parte de su ejército privado. Es
decir, terminan siendo utilizados para enfrentarse a las comunidades,
sobre todo a las mujeres. Esperando apropiarse de un trozo de tierra y
de los pocos recursos que puede haber, son los que acusan directamente a
las mujeres de ser brujas.
En África y en India se produce una caza de brujas bajo acusación
directa, pero en otras regiones del mundo, como América Latina, ha
identificado una criminalización de las prácticas y saberes
tradicionales.
Las diferentes versiones de la caza de bruja están conectadas. Está la
caza de brujas que pasa por la acusación directa en la que te dicen: “tú
eres bruja”; pero también existe una caza indirecta en la que se lleva a
cabo la criminalización de las prácticas y saberes que no gustan al
estado porque dan autonomía a las mujeres y no puede ejercer su control.
Junto a la criminalización de estos espacios de autonomía se da un
conflicto intergeneracional, que es un conflicto de valores. Los
jóvenes, también las mujeres, vinculan la felicidad con el desarrollo
del consumo, en el marco del sistema capitalista monetario, y ven con
desprecio y con rechazo a sus mayores, sobre todo a las mujeres, porque
tienen valores que consideran atrasados, como amar a la naturaleza y
negarse a vender la tierra.
En mi investigación, he encontrado testimonios de hombres mayores que
afirman tener miedo de que un hijo los mate para vender su tierra y con
el dinero comprar un taxi. Literalmente, es el pensamiento del Banco
Mundial, que ha adoptado la teoría del economista peruano Hernando de
Soto, quien afirma que la tierra no es verdaderamente fértil y que, si
hoy hay pobreza en el mundo, se debe a que millones de personas usan la
tierra para sustentarse. Según este pensamiento, la tierra es fértil
solo cuando se usa de manera colateral, cuando se intercambia con el
banco por un préstamo monetario con el que se va a impulsar un negocio. Y
este es el pensamiento de los jóvenes, ven que el futuro está en el
dinero, no está en los árboles, ni en la tierra, ni en los animales.
Este desprecio y desvalorización es parte de un proceso histórico de
desvalorización de las mujeres, de la tierra, del proceso de
reproducción y de desvalorización de la vida, cuando la vida solo sirve
como medida de la ganancia individual por la acumulación de la riqueza
individual.
Las políticas extractivistas y la explotación de los territorios se
justifican en algunos países de América Latina como un “mal necesario”
que permite obtener financiamiento dirigido al desarrollo social. ¿Qué
han supuesto estas políticas de manera específica para las mujeres?
Es mentira que estas acciones extractivistas sobre el territorio
permitan un desarrollo social, y es una visión que he elaborado a partir
de muchos encuentros con mujeres en América Latina sobre lo que está
sucediendo. En algunos países se ofrecen a cambio del despojo bolsas
familiares, que no pueden compensar de ninguna manera la gran
catástrofe, el desplazamiento y la contaminación de la tierra en la vida
de los pueblos, en general, y de las mujeres, en particular. La
contaminación de la tierra, implica la pérdida de la vida, la cultura y
los saberes, no se deja nada a las siguientes generaciones, de manera
que es un ataque a la vida misma. Esas pequeñas bolsas familiares que se
dan en algunos países nunca fueron pensadas para el bienestar de las
mujeres, si no para dar la impresión de que se ofrecía algo a cambio y,
sobre todo, para desmovilizar la protesta que surgía del despojo. Se
pretende eliminar la forma más horrenda de empobrecimiento, pero estas
bolsas familiares nunca fueron dirigidas a cambiar el modo de
producción, a crear una sociedad más justa. Y me parece, hablando con
muchas mujeres de Bolivia, pero también de Sudáfrica, que las políticas
de las bolsas familiares es un estándar de estos gobiernos que se dicen
progresistas. Además, los requisitos exigidos para recibir las bolsas
son complicados y aquellas mujeres de zonas rurales que no están
familiarizadas con las instituciones pierden estas bolsas que no cambian
las condiciones de vida ni tampoco el sistema de producción. Más bien,
piensan que es una forma de control gubernamental por integrarlas en la
economía monetaria y controlar a unas mujeres que estaban fuera del
sistema. Además, con la caída de los ingresos como consecuencia de la
bajada del precio del petróleo, es probable que esta medida vaya a
desaparecer.
Precisamente, usted observa una relación entre la expropiación de la
tierra y la nueva organización de la producción industrial, con la
maquila como único medio de subsistencia para las mujeres que han
sufrido el despojo.
La desestructuración de la producción industrial a nivel global fue la
respuesta a la enorme lucha de las décadas de los años sesenta y setenta
contra la gran concentración industrial. El desmantelamiento de
empresas, como Fiat, ha dejado ciudades fantasmas, como Detroit, que ha
perdido más de la mitad de su población, después de que se convirtiera
en un centro de lucha obrera. Es muy interesante ver cómo desde finales
de la década de los años ochenta se ha reconstruido la organización del
trabajo a nivel mundial, han cerrado y desmantelado la gran
concentración industrial y la reorganizaron la producción industrial a
nivel internacional con la maquila, que es alimentada por la
expropiación de la tierra. En América Latina, la expropiación de la
tierra es la raíz de la maquila, ya que las mujeres jóvenes no pueden
sustentarse con una actividad del campo que dejó de existir, y ante la
falta de oportunidades se ven obligadas a trabajar en la maquila. Son
trabajadoras cuyos padres perdieron la tierra o se han endeudado con la
política de Monsanto para comprar las semillas. El despojo de la tierra,
el endeudamiento de los campesinos, que ha provocado tantos suicidios,
ha sido la base y el fundamento sobre el cual se ha construido la
maquila, que ha sido el reemplazo de las grandes concentraciones
industriales. La maquila es una institución militar, no solamente
económica, y en ella se puede poner cualquier condición de trabajo: no
se permite la organización ni la sindicalización, no existen horarios ni
protección de los derechos. La maquila es un ataque contra la salud de
las mujeres y un ataque contra los derechos humanos en general. Hay que
recordar cuántas mujeres han muerto por no poder salir de un incendio, a
causa del cierre de puertas de la fábrica, es algo que recuerda a la
fase del periodo de acumulación originaria. En Foxconn, la empresa que
fabrica los productos para Apple, trabajan sesenta mil mujeres con unas
condiciones de trabajo tan brutales, que han adoptado el suicidio desde
los techos de la fábrica como estrategia de lucha, y ahora hasta les
hacen firmar un compromiso de que no van a suicidarse en el trabajo.
Entrevista a cargo de Mari Cruz Tornay Márquez y fotografías de Tania Macera para Pueblos – Revista de Información y Debate
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