Por Ana Hernández Hernández
“Los
resultados del plebiscito no podían sepultar la paz de Colombia y por
eso se inició un diálogo sin descanso para escuchar las voces de todos
los colombianos, recoger sus propuestas para un nuevo y mejor acuerdo de
paz con las FARC-EP», señaló Juan Manuel Santos, presidente de la
nación suramericana.
Por eso cuando este sábado en La Habana
se firmó un nuevo acuerdo de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo, FARC-EP, toda la
Patria Grande y una buena parte del mundo, soñó de nuevo con el
revolotear de palomas blancas inundando los sufridos hogares de quienes
han padecido con dureza, los embates de un conflicto por más de media
centuria.
Con anterioridad ya se había pactado el
acuerdo por ambas partes de conjunto con las víctimas del conflicto.
Acuerdo, que fue sometido a referendo y en el que triunfó la opción del
NO, un tanto o mayoritariamente respaldada por el conglomerado mediático
al servicio de la rancia y obsoleta derecha de este continente y de
otras latitudes del mundo. Aún así, la paz es sin duda el mayor anhelo
para cualquier colombiano.
Por tal motivo y con ligereza, Gobierno y
FARC-EP se enfilaron a una serie de reuniones con los partidarios del
Sí y del No, pues la paz no podía ser sepultada, solo faltaban
alternativas , pero el deseo sin duda no es otro que, cerrar cinco
décadas de conflicto armado que ha enlutado a miles de familias.
Creo que en las actuales circunstancias
de guerras, conflictos y terrorismo que vive el mundo, tener en nuestro
continente un país como Colombia resuelto a enrumbar el camino de la paz
luego de más de 50 años de violencia es para aplaudir y bendecir,
máxime si de un lado y de otro se ha visto con creces el infinito deseo
de la convivencia en medio del respeto a la diversidad.
Este sábado cuando desde la Televisión de
mi sala apreciaba la firma del nuevo acuerdo de paz por Colombia y por
sus hijos, lo vi con optimismo, lo vi más completo e incluyente, lo que
quizás faltó en el que no sobrepasó el plebiscito popular.
Y así observándolo pensaba: tal vez
fracasaron en aquel consenso porque el acuerdo fue pactado de forma
bilateral y la sociedad civil llegó tarde en su implementación. Por eso,
tras el No en Colombia surgieron otras enseñanzas, y demostraron que el
proceso debía contemplar a más de dos partes, a más de dos visiones
sobre un derecho universal y un derecho humano que es la paz.
El mundo, y particularmente la Patria
Grande han reaccionado con los parabienes que merece un acuerdo como
este, que llega para reafirmar una vez más a Latinoamérica y el Caribe
como zona de paz, y que el adiós a las armas es el camino que merecen
los hijos de la otra patria del Libertador.
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