Hablar
de Fidel Castro en poco espacio es una tarea difícil, debido a lo
inconmensurable y multifacético de su pensamiento y obra, trataremos de
resaltar algunos elementos relevantes, en nuestra opinión.
De Fidel no se puede hablar en pasado, de Fidel hay que hablar en presente –por la vigencia de su obra, de su pensamiento y su legado todo– y sobre todo en futuro, por la trascendencia de ese legado para la lucha por la soberanía de los pueblos de Nuestra América y la construcción de la sociedad de vida solidaria con justicia y paz para la humanidad en el socialismo.
El de Fidel es un pensamiento esencialmente antidogmático. En la lucha por el poder político en Cuba derrotó las tesis etapistas y principalmente conciliadoras que dominaban al movimiento comunista internacional y latinoamericano, heredadas de la política del Frente Nacional propiciada por la III Internacional Comunista y del Browderismo en nuestro continente. Con el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953, y luego con la lucha guerrillera que condujo al poder a las fuerzas insurgentes en 1959, y todo el período de construcción socialista, demostró que ambas eran falsas.
Por antidogmático, Fidel es profundamente crítico. En él, la tesis de Lenin que señala que el marxismo parte del análisis concreto de cada situación concreta, adquiere una dimensión especial. La consagración al estudio y a la investigación de la realidad es la base del desarrollo de la ciencia y la tecnología cubana –social, natural y aplicada– que ha dado importantes aportes a la humanidad. A la par, una gran capacidad autocrítica para reconocer y rectificar errores de él y la dirección de la Revolución.
Creo que no hay país en el planeta, sobre todo subdesarrollado, que no haya sentido la solidaridad de la Revolución Cubana en hechos concretos. Esa es una obra de Fidel. Y la amistad. Sólo hablar de Fidel y Chávez y la amistad que los unió, refleja la consecuencia de ambos con lo más hermoso del humanismo.
Por eso Fidel es y será vencedor siempre.
De Fidel no se puede hablar en pasado, de Fidel hay que hablar en presente –por la vigencia de su obra, de su pensamiento y su legado todo– y sobre todo en futuro, por la trascendencia de ese legado para la lucha por la soberanía de los pueblos de Nuestra América y la construcción de la sociedad de vida solidaria con justicia y paz para la humanidad en el socialismo.
El de Fidel es un pensamiento esencialmente antidogmático. En la lucha por el poder político en Cuba derrotó las tesis etapistas y principalmente conciliadoras que dominaban al movimiento comunista internacional y latinoamericano, heredadas de la política del Frente Nacional propiciada por la III Internacional Comunista y del Browderismo en nuestro continente. Con el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953, y luego con la lucha guerrillera que condujo al poder a las fuerzas insurgentes en 1959, y todo el período de construcción socialista, demostró que ambas eran falsas.
Por antidogmático, Fidel es profundamente crítico. En él, la tesis de Lenin que señala que el marxismo parte del análisis concreto de cada situación concreta, adquiere una dimensión especial. La consagración al estudio y a la investigación de la realidad es la base del desarrollo de la ciencia y la tecnología cubana –social, natural y aplicada– que ha dado importantes aportes a la humanidad. A la par, una gran capacidad autocrítica para reconocer y rectificar errores de él y la dirección de la Revolución.
Creo que no hay país en el planeta, sobre todo subdesarrollado, que no haya sentido la solidaridad de la Revolución Cubana en hechos concretos. Esa es una obra de Fidel. Y la amistad. Sólo hablar de Fidel y Chávez y la amistad que los unió, refleja la consecuencia de ambos con lo más hermoso del humanismo.
Por eso Fidel es y será vencedor siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario