Maryclen Stelling
En pleno combate electoral ?regionales 16/D- el indiscutible ganador de la contienda presidencial de 7/O, Hugo Chávez, desaparece en acción por otra batalla a muerte que libra, su vida.
Desde aquel 4 de febrero del 92, cuando derrotado se convirtió en el verdadero vencedor, conocemos de las luchas políticas de ese Chávez humano y mítico que logró con aquella corta aparición televisiva cambiar el rumbo de la historia de Venezuela y más allá de sus confines. Es allí cuando tiene lugar el vínculo carismático entre un militar ?golpista? y una parte importante de Venezuela. Es también el momento histórico en el que se posiciona como objeto amado y odiado a la vez. Condición político-afectiva que se ha profundizado gradualmente por razones macro hasta centrarse en torno a una circunstancia personal, su enfermedad.
Intuíamos la gravedad de su dolencia revelada a medias, básicamente por la cronología de la misma que arranca en junio del 2011 hasta el 8 de diciembre pasado, cuando informa al país sobre la nueva cirugía y toma decisiones políticas, en el caso de no poder asumir el nuevo mandato el 10 de enero y que haya nuevas elecciones. Distinguimos dos etapas informativas en relación a los problemas de salud del Presidente. La primera cubre hasta el 8 de diciembre y se caracteriza por informaciones vagas y vacíos en la política comunicacional oficial, ocasionando que los rumores propagados morbosamente por columnistas de la oposición y médicos no autorizados, se posicionaran como fuente ?veraz? a la que acudían ?chavistas y antichavistas?. En esta segunda etapa, observamos una mejor intención comunicacional de las fuentes oficiales caracterizada por informes frecuentes sobre la situación del Presidente, que pretenden hacer frente a los rumores. Sin embargo, se trata de un accionar informativo prudencial por no decir ambiguo y, que al estar en manos en manos de al menos tres voceros oficiales, aun no logra controlar o aventajar el poder del rumor en torno a la salud, futuro político del presidente Chávez y, por supuesto, del país.
Superado el recato inicial y ante las dudas en torno a la toma de posesión, Diosdado Cabello plantea que no es ?el 10 de enero lo que determina la ausencia absoluta? y que el Presidente puede juramentarse ante el Tribunal Supremo de Justicia. Creemos necesario agarrar el toro por los cachos y evitar que la bola nuevamente caiga en el terreno de los rumores, opinadores de oficio y jurisconsultos algunos expertos otros oportunistas de turno.
Una Venezuela en ascuas que no sabe realmente lo que sucederá con el presidente, con el líder que vertebra tanto gobierno como oposición y con el futuro del país.
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