martes, 18 de diciembre de 2012

LETRA INSURRECTA/ El tiempo necesario.


ROSA ELENA PÉREZ MENDOZA
rosaelenaperez@gmail.com
“La Navidad es algo tan claro como hermoso. Es la conmemoración de una sublime esperanza”, dijo en una crónica el escritor cubano Alejo Carpentier, quien escribió la famosa columna llamada Letra y Solfa en el periódico El Nacional desde 1951 hasta 1961, y quien no se cansaba, por cierto, de reconocer la valiosa subsistencia de tradiciones nuestras como la de las parrandas, aguinaldos y villancicos en esta época del año, en comparación con la pérdida de estas mismas manifestaciones musicales en otros países latinoamericanos.
Ese período de esperanza y encuentro jubiloso que es la Navidad y que iniciamos los venezolanos en estos días, debe ser vivido desde la confianza que da reconocernos como un pueblo valiente que ha hecho un auténtico recorrido hacia la soberanía no solo política y económica, sino, sobre todo y, especialmente, cultural.
Hoy somos un pueblo que se siente colmado de méritos respecto a costumbres y tradiciones en materia de comidas, bailes, música, juegos y creencias. Los Diablos Danzantes de Corpus Christi, reconocidos la semana pasada por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, son un ejemplo de ello. Junto a esta tradición, hay un sin fin de expresiones de identidad que hoy defendemos y valoramos con entusiasmo, por tanto, sentimos en el centro de cada uno de nosotros una satisfacción de ser lo que somos, un contento de tener la estatura y rasgos que sólo nuestro pueblo tiene. Reconocernos en las hallacas y el pan de jamón, en la ensalada de gallina y el pernil, en los pesebres y cantos navideños, en las fiestas, reuniones y chanzas que todos hacemos en estas fechas es una práctica que nos da alegría, fortaleza y salud.
Es por eso que, pese a la triste noticia que hace poco recibimos sobre la salud del Presidente, nuestro pueblo debe ser optimista. Chávez necesita ocuparse de su salud y ha decidido dedicarse a ella con disciplina y convicción para poder continuar en sus labores de gobernante más adelante, por tanto, este pueblo reconciliado que hoy somos debe sentirse complacido de darle un permiso más que merecido a un hombre que ha labrado, junto a su pueblo, una patria digna y hermosa durante 20 años. La actitud que tengamos ante la vida y ante la enfermedad, es fundamental en el proceso de toda vivencia cotidiana y de sanación, de modo que este episodio no es más que una prueba de nuestra fortaleza y fe en el proceso de cambios que todas y todos hemos echado a andar.
Por eso, en época de “sublime esperanza”, el pueblo amorosamente afirma, “Presidente, tómese su tiempo para que se recupere y regrese”. ¡Que así sea!

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