Carola Chávez
Si usted está leyendo esto, hoy sábado, 22 de diciembre de 2012… Si usted está vivo, si su calle está como estaba el jueves pasado, su el mundo sigue ahí; no es porque los Mayas se han equivocado sino porque otros se empeñaron en interpretarlos y malentenderlos. Suele pasarle a todos los pueblos cuando se expresan a su modo.
En un mundo de dominantes y dominados parece que ya no hay espacio para escribir historias. Ya todo está dicho y hay recetas para todo: recetas para el dominio, recetas para la liberación; todas, eso sí, cocinadas en el mismo caldero.
Cuando un pueblo se sacude y se levanta con esa fuerza telúrica del que no tiene nada más que perder, cuando un pueblo decide escribir su historia, llueven expertos bien intencionados a explicarnos cómo se hace lo que ya estamos haciendo; a señalar errores, tantos errores tan propios de los pueblos, siempre un paso atrás eso que, los que sí saben, llaman civilización. Negarse a tal civilización, prefabricada y ajena, es exponerse al desprecio.
Grandes movimientos populares cuyos militantes parecen proscritos, satanizados por querer ser lo que son, por osar a pensarse desde sí mismos. Pueblos en lucha, catalogados forzosamente en categorías en las que no encajan y por no encajar, otra vez satanizados.
La libertad implica que podamos ser lo que somos y no lo que debemos ser según parámetros de otros. Nos medimos solo frente a nuestra realidad. No hay recetas. Hay saberes ancestrales, intuición, historia, ideas que nacen en nuestro propio contexto. No hay tutores, ni eufemismos, no hay nada escrito, lo estamos escribiendo desde nuestra identidad. Somos lo que somos y desde lo que somos construimos para nosotros lo que nosotros queremos.
No queremos borrar nuestro pasado, lo asumimos. Somos indio, negro y europeo. Somos Caribe, somos Nuestra América, somos venezolanos. Somos cuerpos vivos en congénita rebeldía contra la hipócrita insipidez anglosajona que condena los placeres y el gozo. Somos cariaquito mora’o para la suerte, yantén para la jaqueca, azabache para el mal de ojo. Somos la Virgen de Valle, Maria Lionza y Yemanyá. Bamboleamos borrachos a nuestros Santos en fiestas patronales. Somos ateos, somos cristianos. Somos tantas veces de derecha para la izquierda y de izquierda para la derecha. Somos rico mestizaje: arpa, cuatro, maracas y Mozart; arepa, pabellón y pizza. Somos contradicciones superadas por el fin mayor que nos convoca. Somos defectos y virtudes en pugna, apostando siempre a las virtudes. Somos el “hombre nuevo”, orgulloso descubriéndose a si mismo. Somos la victoria, la alegría del derecho conquistado. Somos el pueblo chavista.
Claro que si usted no llega a leer esto porque el mundo se acabó ayer, tendré que admitir entonces que los intérpretes foráneos de los pueblos tenía razón.
tongorocho@gmail.com
En un mundo de dominantes y dominados parece que ya no hay espacio para escribir historias. Ya todo está dicho y hay recetas para todo: recetas para el dominio, recetas para la liberación; todas, eso sí, cocinadas en el mismo caldero.
Cuando un pueblo se sacude y se levanta con esa fuerza telúrica del que no tiene nada más que perder, cuando un pueblo decide escribir su historia, llueven expertos bien intencionados a explicarnos cómo se hace lo que ya estamos haciendo; a señalar errores, tantos errores tan propios de los pueblos, siempre un paso atrás eso que, los que sí saben, llaman civilización. Negarse a tal civilización, prefabricada y ajena, es exponerse al desprecio.
Grandes movimientos populares cuyos militantes parecen proscritos, satanizados por querer ser lo que son, por osar a pensarse desde sí mismos. Pueblos en lucha, catalogados forzosamente en categorías en las que no encajan y por no encajar, otra vez satanizados.
La libertad implica que podamos ser lo que somos y no lo que debemos ser según parámetros de otros. Nos medimos solo frente a nuestra realidad. No hay recetas. Hay saberes ancestrales, intuición, historia, ideas que nacen en nuestro propio contexto. No hay tutores, ni eufemismos, no hay nada escrito, lo estamos escribiendo desde nuestra identidad. Somos lo que somos y desde lo que somos construimos para nosotros lo que nosotros queremos.
No queremos borrar nuestro pasado, lo asumimos. Somos indio, negro y europeo. Somos Caribe, somos Nuestra América, somos venezolanos. Somos cuerpos vivos en congénita rebeldía contra la hipócrita insipidez anglosajona que condena los placeres y el gozo. Somos cariaquito mora’o para la suerte, yantén para la jaqueca, azabache para el mal de ojo. Somos la Virgen de Valle, Maria Lionza y Yemanyá. Bamboleamos borrachos a nuestros Santos en fiestas patronales. Somos ateos, somos cristianos. Somos tantas veces de derecha para la izquierda y de izquierda para la derecha. Somos rico mestizaje: arpa, cuatro, maracas y Mozart; arepa, pabellón y pizza. Somos contradicciones superadas por el fin mayor que nos convoca. Somos defectos y virtudes en pugna, apostando siempre a las virtudes. Somos el “hombre nuevo”, orgulloso descubriéndose a si mismo. Somos la victoria, la alegría del derecho conquistado. Somos el pueblo chavista.
Claro que si usted no llega a leer esto porque el mundo se acabó ayer, tendré que admitir entonces que los intérpretes foráneos de los pueblos tenía razón.
tongorocho@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario