Alice Peña Maldonado
Como bien lo expresa nuestra carta magna en su preámbulo se asume “la refundación de la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural” y un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones y asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna. (CRBV, 1999).
Esta convocatoria conlleva de parte del Estado y de la Sociedad a salvaguardar el derecho de la democracia participativa incluyente y equitativa desde la diversidad sociocultural. Diversidad que es necesaria explicar, caracterizar, comprender e interpretar a objeto de evaluar permanentemente sus avances, sus retrocesos, sus aportes, sus contradicciones y sus antagonismos con el propósito de buscar alternativas que permitan el enriquecimiento mutuo, la valoración y el respeto del otro. Si bien es cierto el marco jurídico (CRBV, 1999) y normativo (Plan de Desarrollo Económico Social 2007-2013 o Plan Socialista) del Estado venezolano regula la participación e insta a la defensa de la identidad nacional, así como tiene el deber de estimular, educar y promocionar al pueblo a través de políticas, planes y programas, son los grupos desde sus necesidades, intereses y expectativas como colectivos los responsables en ejercer sus derechos y deberes haciendo uso permanente de los mecanismos y espacios de participación.
En estos últimos 14 años del proceso revolucionario venezolano nuevos actores y actoras antes invisibilizados surgen al escenario político y económico, quienes con una visión sociocultural determinada producen nuevas prácticas sociales. Ya sean estos a favor del proceso que lidera el presidente Hugo Chávez Frías o en contra, ambos enriquecen el debate mismo de la participación, así como se incentivan y se revalorizan las interrelaciones e interacciones grupales intra y extra en miras a posicionarse desde su conciencia identitaria e incluyente.
Es en este sentido que a continuación se desarrollaran dos ideas encaminadas a comprender los retos y desafíos que embarga la conceptualización del término interculturalidad en el entramado del vivir histórico donde el sentido o conciencia de la identidad y de pertenencia construyen al sujeto histórico y la caracterización de grupos socioculturales presentes en el territorio venezolano para abordarlos en la búsqueda del reconocimiento de la multietnicidad y pluriculturalidad desde la venezolanidad.
I PARTE
“Echando una ojeada sobre lo pasado, veremos cuál es la base de la República de Venezuela… No somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado”.
Simón Bolívar en el Discurso de Angostura 1819
Saber quiénes somos es una necesidad de los seres humanos que nos permite tomar conciencia de nosotros mismos y ante los otros en un entorno específico. Para la construcción de este saber y conocimiento se precisa de toda la vida, no se puede decir que culmina en un momento determinado. Frente a situaciones concretas de la historia personal, grupal y colectiva esta interrogante requiere ser respondida ya sea para entendernos por qué sentí-pensamos-actuamos de tal modo o para ubicarnos frente a otros y asumir una postura desde lo que nos constituye, al asumir el pasado, el presente y el futuro sin medias tintas.
En la cita de Bolívar tomada del discurso de Angostura reflexiona sobre la identidad americana, más no la venezolana debido a que la americanidad era lo que identificaba a los hombres y a las mujeres de su tiempo. La constitución de los estados-naciones en América hispana fue posterior a la independencia, antes la colonia española divididas en virreinatos, capitanías y audiencias, formaban un todo. Llama la atención que cuando Bolívar busca explicar ¿quiénes somos? Ni se siente indígena ni tampoco español, se siente alguien que media entre el ser aborigen y el ser español. Se entiende que deja fuera de la discusión a los afro descendientes al considerar el tema de la posesión de los territorios, donde los esclavos negros no tenían ni son ni parte, en el marco legal de su tiempo. Pero si la crítica la hiciéramos desde los parámetros de la teoría antidialógica se puede decir que los esclavos negros como grupo socio-cultural-económico importante de la colonia esta invisibilizado en el discurso.
Aunque es corto el párrafo nos sirve para delinear aspectos importantes de la compleja realidad histórica que tiene que afrontar Bolívar con sus contemporáneos a favor de la causa emancipadora. En su definición “No somos europeos, no somos indios…” el Libertador nos aproxima a su identidad cultural, como se veía a sí mismo dentro de un colectivo. Pero ese colectivo que lo constituye “una especie media entre los aborígenes y los españoles” está vinculado a otra realidad, el sentido de pertenencia a una tierra y su uso por parte de ellos. El asunto de la posesión de las tierras nos remite a los aspectos políticos, jurídicos y económicos de los grupos socioculturales con que él se identificaba. ¿Ambas realidades en una? De allí lo complejo de construir un discurso que abarque todas las dimensiones del sujeto o de los sujetos históricos. Ya Edgar Morin nos orienta a reconocer la complejidad e incertidumbre presente en la naturaleza humana en su búsqueda de sentido de identidad y de pertenencia. El establece las dimensiones de la conciencia o sentidos: el sentido humano o la conciencia antropológica, el sentido del contexto o la conciencia del entorno, el sentido histórico o la conciencia ciudadana, el sentido planetario o la conciencia terrestre y el sentido trascendental o la conciencia espiritual. Revisando el texto completo del Discurso de Angostura vemos al Padre de la Patria, Simón Bolívar desarrollando todas estas dimensiones de modo extraordinario y que no responde a una visión personal sino responde a la identidad cultural de su grupo social.
Conforme al campo de estudios de la interculturalidad este describe una relación entre las diversas culturas bajo la premisa del respeto, del reconocimiento, la horizontalidad y la sinergia, (Rodrigo, 2003). Estas premisas se dan en una relación de alteridad y bajo el conocimiento del otro, en cuanto a sus características sociales, políticas, económicas, éticas, lingüísticas, institucionales, histórico y geográfico, etc. Es, así que cuando estudiamos la interculturalidad desde los contextos que la originan persiste una relación dialéctica, antagónica y contradictoria de modo permanente. Lo que supone generadora de conflictos pero también de posibles acuerdos, dependiendo del grado del respeto a la diversidad, la tolerancia del otro y del diálogo para la búsqueda de soluciones comunes.
Hoy Venezuela vive un proceso democrático participativo que es necesario ahondar desde los factores y las condiciones existentes así como en los sujetos participantes, para que se consolide en el tiempo histórico y espacio social. Conocemos los conflictos que esto ha generado por prácticas erróneas que no se basan en el diálogo intercultural como producto de la conciencia de sí mismo (a) y del otro (a), así como de la revisión histórica de grupos sociales y su impacto en el devenir cultural, sino en la presencia de grupos dominantes que persisten en mantenerse, reproducirse y perpetuarse en los grupos dominados.
Quienes reconocemos lo trascendental de este momento histórico que vivimos los venezolanos miramos el camino transitado y visualizamos el futuro y vemos los invariables y ricos aprendizajes significativos que hemos obtenido en el ámbito personal y colectivo pero también las graves incoherencias y contradicciones presentes en los grupos culturales que formamos parte, ya sea a favor del proceso o en contra, que es necesario resolver, con conciencia ética de lo esencial, con ingenio original e identidad consensuada, de lo contrario, serán factores de peso que harán minar todo intento de cambio y transformación societal.
Desde esta base reflexiva se puede afirmar que la participación ciudadana y colectiva desde la diversidad cultural es una categoría clave que define lo revolucionario de este proceso histórico y su evaluación permanente es una tarea más por acometer. Para algunos analistas existe un estancamiento o bloqueo en la participación del pueblo. (Bataglini 2009). No se trata de ponderar solo la participación protagónica y responsable del pueblo venezolano, en eventos como el 11, 12 y 13 de abril del 2002. Se trata de la participación desde la cotidianidad, desde las vivencias y prácticas en el mundo de la vida o en el sistema establecido, es decir en la vida comunitaria o institucional porque allí concurren los sujetos con sus identidades socioculturales. Sus imaginarios desde su identidad y sentido de pertenencia los constituye en un modo de participar como sujetos históricos.
Abrir un espacio para el debate y la construcción permanente de la participación ciudadana desde la identidad cultural, surge como un imponderable si se trata de construir desde el diálogo. Lo cierto es que aquí estamos en Venezuela y de aquí nadie se quiere ir. Lo que nos corresponde es construir desde nosotros, con nuestra participación y la de otros, reconociendo lo histórico tanto de las identidades culturales antiguas como las de mas reciente producción histórica.
El estudio de la realidad cultural venezolana no se limita al mundo étnico indigenista y afrodescendiente constituido el mismo desde “una diversidad lingüística, visiones de mundo, tecnologías, conocimientos asociados a la biodiversidad, al tema pedagógico, a las formas terapéuticas en el ámbito en la salud”. Estos grupos culturales originarios, habitantes de pueblos y ciudades no quedaron al margen de la devoradora modernidad, instalada desde las élites económicas, políticas, sociales, religiosas y académicas para desconocer, subestimar, invisibilizar y ridiculizar lo nuestro, lo autóctono, nuestras raíces.
Eso a lo interno, porque desde afuera las oleadas transculturales ha sido una constante. No se puede hablar de una venezolanidad pura. Ya sea las migraciones europeas o de los países vecinos o los impactos de la mundialización de la cultura y la globalización del mercado quienes con sus ideologías, sus modas, su consumismo, sus creencias, sus formas de vida provocan cambios y transformaciones interculturales de elevado impacto y alcance en las estructuras y sistemas sociales.
En días recientes me encontré en el Metro de Caracas un indígena que traía unas artesanías a Caracas para vender, conversé un rato con él y me dijo que era un Chaman, le pedí su celular en caso de alguna entrevista que pudiera hacerle, y entre otras cosas me dijo que pronto viajaría a Canadá (por tercera vez) porque una universidad de allí estaba interesado en sus conocimientos y prácticas de salud indígena. Uno consciente de lo que significa la sabiduría milenaria de nuestros pueblos indígenas pondría en tela de juicio a este chaman en cuanto está entregando “gratuitamente” lo que es un saber colectivo y soberano. Si mi mirada es estrictamente de su condición de Chaman no pasa nada pero si lo comprendo desde la realidad total que nos envuelve puedo entender porque ni un chaman queda fuera del mundo neoliberal, de las trasnacionales farmacéuticas en búsqueda de apoderarse de los saberes ancestrales. Es necesario abordar la totalidad desde la diversidad que esto significa. Es complejo y complicado. Se requiere metodologías propias para ello.
Se trata de mirarnos a nosotros mismos sin dejar las peculiaridades y desde los contextos locales, nacionales y mundiales que asistimos. Adentrarnos en nuestras raíces es un paso importante, pero adentrarnos en lo que nos constituye hoy nos aporta elementos que revelan lo complejo que es y lo complicado para responder a la pregunta ¿Quiénes somos? Porque es desde allí donde comienza la participación y hace de este proceso un fenómeno intercultural a estudiar.
Identificar y precisar los sujetos individuales y colectivos desde su identidad cultural visualiza las posibilidades de enriquecimiento mutuo o no, las posibilidades de respeto y dialogo o no, que pueden producirse en los procesos participativos comunitarios, municipales, regionales y nacionales. Entre los grupos de posible caracterización son los siguientes:
En primer lugar, los grupos étnicos indígena y afro descendientes presentes en diversas partes de la geografía venezolana. Y que el proceso colonizador mantuvo invisibilizado, sin embargo, aún permanecen con sus propias características, saberes y prácticas culturales. Que aunque no existe una etnia pura puede notarse que persisten grupos étnicos indígenas y afro descendientes diversos en su cosmovisión, sus creencias, sus costumbres e idioma.
En segundo lugar, los grupos por regiones, la cordillera central y oriental, el sistema coriano, el lago de Maracaibo, los andes, los llanos, el sistema deltaico, el sur del Orinoco y las islas. La tesis que reafirma la influencia de la geografía sobre sus habitantes es importante para reconocernos distintos y hacer usos distintos en las estrategias de la participación. Y a esto se le suma los que viven en condición rural o urbana en estas regiones. O la condición de estrato social A, B. C, D y E. Si son pueblos históricamente incluidos en el proceso del colonizador y al margen del “mestizaje”.
En tercer lugar, los grupos migratorios del siglo XX provenientes de España, Italia y Portugal, por motivo de la Primera y Segunda Guerra mundial en Europa, así como de los países hermanos de América Latina quienes por razones económicas han tenido que salir de su país y han hallado en Venezuela protección y amparo. Pero que su forma de ser, sentir, pensar, comportarse y actuar afecta la venezolanidad.
En cuarto lugar, no menos importante los grupos minoritarios internos y externos pero con poder económico, tecnológico e ideológico (sociales, mediáticos, educativo religiosos, culturales, políticos, económicos, etc.) inciden en las multitudes en su manera de pensar, sentir y actuar. Abordándose la alienación cultural como formadora de grupos con sentidos y significados opuestos a lo que podría representar la venezolanidad: la exacerbación de la cultura juvenil en detrimento a una valoración de la etapa adulta y madura del ser humano; la ponderación de la agenda noticiosa internacional sobre lo nacional; el despertar de una conciencia ecológica desde lo catastrófico y el desconocimiento de nuestras culturas originarias en su amor y armonía con la naturaleza; la cultura de la igualdad del género y la infravaloración del mundo indígena en su convivencia matrística donde el respeto, la solidaridad y la valoración es entre todos y cada uno de sus miembros desde sus diversos ciclos de vida.
También se observa fenómenos impuestos y magnificados por la industria cultural audiovisual a través de videos, música, internet, películas de cine, de televisión, revistas y publicaciones donde presentan como natural la guerra y la violencia presentando tanto el hombre como la mujer indistintamente objetos y sujetos de la muerte, de nuevos estilos de vida y de pareja vs. la descalificación sistemática de la relación hombre-mujer y de la vida familiar. Todos estos fenómenos son necesarios tomarlos en cuenta porque afecta a todos los grupos humanos que conforman el país. Detrás de estas visiones enajenantes y trasculturizantes persiste una ideología de exclusión o de privilegios conforme a la cultura patriarcal, en menoscabo a nuestras culturas que mantienen una visión alternativa, humanista y de resistencia enfocada en la cultura matrística. (Maturana, 2001)
Y el quinto, los grupos etarios desde el género, con sus necesidades, intereses y expectativas propias de sus condiciones de vida. Con sus esperanzas y sueños, con sus crisis y sus problemas. Los ciclos de vida humana entrañan en sí mismo una forma de ser, sentir, pensar y actuar. Desde los derechos y deberes del hombre y la mujer desde sus ciclos de vida urge estimular la participación de todos.
¿Por qué estos grupos? Porque estamos hablando de la participación protagónica, corresponsable y democrática, es decir, desde todos, con todos y para todos, debemos lograr que la participación como proceso favorezca la integración y la convivencia humana, así como reconocer la existencia de conflictos de dominación y de resistencia entre los grupos lo que impiden el diálogo enriquecedor y la producción cultural como el derivado entre los grupos culturales conscientes de sí mismos que reconociéndose distintos entre otros asumen al otro, enmarcados en una visión de alteridad donde ambos se constituyen. Pero también grupos que se imponen sobre otros, descalificando y ridiculizando para ganar espacio bajo condiciones desleales.
¿Cuál será el grupo social que bajo la égida de la identidad originaria, nacional y con visión abierta al mundo, pueda constituirse en esta cometida de aglutinar y direccionar la participación en miras al poder popular, que se enraíza en el bien común desde la igualdad y la diversidad cultural? Pensemos con optimismo: todos en clave de proyecto Pais.
II PARTE
“Como serán y como podrán ser en los siglos venideros
En estos han de pensar los americanos y no pelear unos con otros
Simón Rodríguez en Sociedades Americanas en 1842
Estamos los venezolanos y venezolanas, convocados a la participación democrática y protagónica, en todas las áreas de la vida humana, tanto políticas como sociales, en lo económico como en lo cultural. Esa participación requiere visión, reflexión, método y praxis, donde cada uno aporte significativamente en la refundación de la República. Todos los grupos señalados anteriormente son responsables que esto sea así. El enriquecimiento como personas y como ciudadanos. Para ello debemos delinear estrategias claras y precisas en el tiempo histórico que vivimos y en el espacio socio-cultural donde actuamos. Desde los principios subyacentes en los fenómenos de la interculturalidad como la valoración de la propia cultura sin menoscabo de otras, el enriquecimiento mutuo, la búsqueda de acuerdos y consensos, la convivencia en la diversidad, la constitución de intereses comunes, de una forma respetuosa, horizontal y sinérgica se puede pensar que esto no es solo posible sino necesario para trascender los limites, contradicciones, antagonismos presentes en cada grupo humano cultural.
Resulta un estimulo las palabras del maestro y filósofo Simón Rodríguez en Sociedades Americanas que a pesar de la distancia histórica de sus palabras y el contexto que vivió aún sigue válidas, debemos construir futuro desde lo que somos y desde los que existimos y actuamos en el presente. Se trata de construir desde nosotros y no para otros. Debemos desarrollar la conciencia crítica, emancipadora y libertaria como sujetos históricos y actores protagónicos desde nuestro quehacer cotidiano y la utopía originaria. Enfrentar los procesos de alienación y transculturalización a la que estamos expuestos de modo permanente. Es en este marco de sentipensamientos para una praxis que supere los actuales estadios de participación a continuación se presenta cinco objetivos y/o estrategias para avanzar en el respeto de las culturas y en enriquecimiento mutuo fundamentados en grupos estudiados y que constituyen hoy nuestra venezolanidad:
1. REINVINDICAR EL MUNDO ORIGINARIO
Rescatar la cosmovisión de nuestros antepasados, de sus valores, de su manera de afrontar el mundo en el respeto consigo mismo, el otro y la naturaleza es tarea primordial para que nuestra participación se apoye en lo que somos desde lo esencial, auténtico y verdadero. Ya el investigador argentino Rodolfo Krush sostenía que el imaginario indigenista no había desaparecido a pesar de las apariencias. Esta permanece en el imaginario de los habitantes de la periferia y no en las élites dominantes. Es necesario desarrollar epistemes y metodologías para visibilizar esta cultura viva y actuante en las comunidades.
2. RECONOCERNOS DESDE LA DIVERSIDAD REGIONAL
Ser andino, llanero, de la selva o de la costa nos constituye de una forma. ¿En qué somos iguales los venezolanos? y ¿en qué somos diferentes? Cuantas comunidades de la ciudad de Caracas se encuentran personas proveniente del “interior” y estos traen la cultura de sus regiones. ¿Cuáles son los valores y forma de ser del andino, del llanero, etc. Aceptamos esa diversidad?
3. VALORIZAR NUESTRAS RAICES IBEROAMERICANAS
Las permanentes migraciones de europeos a Venezuela es fuente constante de actualización de una cultura que no nos es ajena pero que tenemos que verla con mirada crítica. Así mismo las migraciones de nuestros países vecinos, como Colombia, Perú, Bolivia, República Dominicana, Cuba, entre otros o de otras latitudes como los asiáticos de la China o los africanos de raíces árabes. Solo pensar el ingreso de 4.000.000 de colombianos en los últimos cinco años es para considerar los cambios internos que esto demanda en las comunidades, barrios y urbanizaciones. Estamos preparados para recibirlos? Parece que sí. Pero que hacemos ante la entrada de comportamientos ajenos y detractores de nuestra cultura, como el narcotráfico, el paramilitarismo, el sicariato, el buhonerismo, la indigencia, etc. Esas son formas de participación aunque no sean legales y legitimas.
4. RECONOCERNOS COMO UNA GEOGRAFIA SIN FRONTERAS Y ABIERTO AL MUNDO
Cuando el sociólogo Alain Touraine en Indicadores para el diálogo intercultural expresa el impacto de la “cultura norteamericana” sobre las culturas europeas, me hace pensar en América Latina y sobretodo en Venezuela. Es innegable como la cultura del individualismo, de la competencia, del desarraigo, del placer y del bienestar, del consumismo, de la moda, del anteponer nuestra cultura por otras, de la música extranjera por la de nuestros pueblos vienen deteriorando nuestra acervo cultural en cuanto el gusto, valorización y uso. Subculturas provenientes de grupos minoritarios pero con poder mediático y económico se imponen en defensa de sus intereses, opiniones y valores específicos dentro de un mundo más amplio que afectan nuestra identidad y el sentido de pertenencia como sujetos americanos y venezolanos. Es importante darnos cuenta de esto, pues vemos como nuestros niños, jóvenes y adultos conocen y “prefieren” más estas subculturas que la propia. ¿Donde está la defensa y el apoyo real de parte de la sociedad y el Estado venezolano para regular y apostar por nuestra venezolanidad.
5. ACEPTARNOS DESDE LOS CICLOS DE VIDA HUMANA
Si algo tenemos que aprender del sistema mediático y publicitario es la capacidad de hurgar en las motivaciones de los niños y niñas, de los jóvenes, de los adultos y de los ancianos. Ellos conocen nuestros gustos, nuestros sueños, nuestros comportamientos. Para que la participación sea democrática y protagónica debe incentivar la presencia de los grupos por ciclo de vida. Ya la diversidad que embarga cada edad es de suma importancia para producir desde la gente y su condición etaria. Cada edad tiene sus valores, su reflexividad, sus vivencias, sus sentires y pensares propios. Preexiste una cultura en cada ciclo de vida, que es necesario reconocer y respetar.
Las posibles líneas de acción enmarcada en la participación protagónica y responsable vemos que el abordaje de los procesos participativos desde la interculturalidad no es un proceso exento de conflictos. Obliga a promover el conocimiento de los otros y del contexto donde estamos, además de incentivar el diálogo intercultural para instaurar las bases de la Nueva República. Como preservar, crear e innovar desde estos cinco grupos con sus características culturales propias una participación que favorezca a todos y a cada uno pero que prevalezca una visión que integre la diversidad y unifique sentires y acciones acorde al interés común.
La flexibilidad necesaria no exime en tener criterios identitarios definidos y vinculados entre otros. Más que la dependencia e independencia de un grupo sobre otros hay que abonar por la interdependencia. Asimilar lo mejor del otro en función del bien común más que acomodarse por temor a ser criticado y verse ridiculizado es lo que hace que el proceso de la participación ciudadana individual y colectiva sea una constante lucha para la preservación y producción cultural.
Lo importante es recordar que “Estos procesos de cambio que no son solamente medidas jurídicas, en realidad son procesos sociales absolutamente irreversibles y van concretando el reconocimiento de la multietnicidad y pluriculturalidad de nuestro país” como bien lo señaló Víctor Cárdenas, Indígena Aymará.
alicesocorro2000@yahoo.es
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