ANTONIA MUÑOZ
En una reflexión escrita el 31 de octubre del 2012 señalamos que la ineficiencia en la Administración Pública es el producto de múltiples factores intrínsecos y extrínsecos a la o al funcionario o servidor público. Por lo tanto, para combatirla hay que identificar y eliminar o minimizar estos factores. Aunque parezca mentira para unos y elemental para otros, hay algunos factores intrínsecos que deben considerarse, cuando pensamos en cambios estructurales a mediano y largo plazo, entre los que destaca la VOCACIÓN por lo que se hace, ya que ésta genera una motivación especial que impulsa a la persona a realizar el trabajo con alegría y con esmero, lo cual es la mejor garantía para el logro del o los objetivos propuestos. En este contexto, es indudablemente ilustrador el sabio consejo de Confucio (479 – 551 A.C.), ese pensador y filósofo chino, cuya doctrina, entre otras muchas cosas enseñaba la importancia de la vocación para sentirse bien y hacerlo bien: ELIGE EL TRABAJO QUE TE GUSTE Y NO TENDRÁS QUE TRABAJAR NI UN DIA DE TU VIDA. El opuesto es verdad: No hay nada más triste, más desagradable, más pesado que realizar una tarea para lo cual no estamos motivados. Es casi un castigo terrenal tener que realizar un trabajo que nos disgusta.
Hablo muy en serio cuando afirmo que cada quien viene al mundo con un equipaje que contiene varias cosas, entre éllas el carácter y los dones, lo que en buena parte determina los gustos y las inclinaciones por determinadas actividades. Ciertamente el ambiente familiar y el comunitario; o las experiencias que nos toque vivir durante los primeros años de nuestras vidas, producen modificaciones sobre ese equipaje genético. ¡Qué duro es para una joven o un joven que sus padres se empeñen en que élla o él estudie medicina, cuando su inclinación o preferencia es hacia las Ciencias Sociales! Qué daño se le hace a las y los jóvenes y al país cuando no se tiene el cuidado de orientar a las y los alumnos de bachillerato con un test pre vocacional para que seleccionen carreras de acuerdo a sus preferencias, gustos y habilidades. El daño es aún mayor cuando se selecciona la carrera con una visión meramente utilitaria: Voy a estudiar tal o cual carrera porque esos profesionales ganan bastante dinero.
En relación a la importancia de la vocación, el daño es inconmensurable cuando quienes tienen que formar a las y los futuros ciudadanos llegan a la carrera docente por accidente: porque esa era la única carrera que estaba disponible, porque tengo que estudiar una carrera corta ya que debo trabajar cuanto antes o porque mis padres no me pueden mandar a la universidad. Afortunadamente, en revolución se ha dado un salto cuántico al avanzar hacia la educación universitaria municipalizada. El clímax del daño ocurrió cuando la perversión del clientelismo político hizo de las suyas y mucha gente desempleada tuvo la ocurrencia de solicitar “aunque sea un carguito de maestro o maestra”. Para ser buen docente es condición indispensable disfrutar de la cercanía de la gente, especialmente niñas y niños, tener paciencia para lidiar con tantos caracteres y poseer vocación para enseñar integralmente. De lo contrario, se podrá llegar a ser “un buen dador de clases”, pero nunca un buen maestro; que es sinónimo de cultivador de almas, orientador y domador de caracteres; en síntesis, formadora o formador de buenos ciudadanos y mejores seres humanos. Todo lo anteriormente planteado para los docentes que queremos y necesitamos, es aplicable a los policías, a los jueces, a los magistrados, a los médicos, en fin, a casi todas las profesiones u oficios.
Un factor extrínseco que afecta directamente la eficiencia en el trabajo es la CAPACITACIÓN y FORMACIÓN que se tenga sobre la actividad que se realiza. Mucha gente quiere justificar la falta de preparación o pericia de alguien sobre el trabajo que debe realizar o dirigir, con el simplismo de “que nadie nació aprendido”. Ciertamente es verdad, pero existe un alto porcentaje de probabilidad de fracaso o de baja eficiencia cuando no se tiene capacitación, bien sea adquirida por estudios o por experiencia de trabajo en el área. Esto es doblemente grave, si la persona en cuestión carece de supervisor o éste también es huérfano de tal conocimiento.
Algo así como “un ciego guiando a otro ciego”. Mucho más grave aún, es que quien tenga que dirigir y supervisar una determinada actividad no tenga el conocimiento para hacerlo. Cuando no se conoce un oficio, hasta hacer preguntas resulta difícil o engorroso, entre otras cosas, por temor a dejar al descubierto el desconocimiento sobre la materia.
Nadie puede saberlo todo, y de hecho, nadie lo sabe todo, porque el conocimiento es muy amplio. Sin embargo, es difícil explicar o justificar que alguien dirija una actividad que desconoce. Salvo en casos excepcionales, no hace falta ser muy docto para anticipar el fracaso. Ante estas argumentaciones, alguien pudiera justifica lo anterior, con la pertinencia del método Aprender Haciendo, no obstante, esta forma de aprendizaje también requiere de un instructor versado en la materia que le permita guiar al aprendiz.
Como una primera conclusión, podríamos decir que en la búsqueda de la Eficiencia en la Administración Pública, hay que comenzar por trabajar con servidores motivados por su trabajo. Sin embargo, la motivación es esencial, pero no es suficiente. De esta manera, las y los servidores públicos deben estar capacitados técnicamente en las áreas donde han de desempeñarse. Adicionalmente, debería establecerse como requisito de ingreso y de permanencia dentro del sistema, que todo funcionario (servidor) público conozca las leyes y los estatutos que norman el desempeño de la función pública. Sobre esto y el papel de la impunidad en la Eficiencia Administrativa, seguiremos reflexionando.
1 comentario:
El partido está en mora con la formación de sus cuadros para que desempeñen cargos públicos, de eso se debe ocupar el partido, está en la obligación de hacerlo, brindando además acompañamiento a sus cuadros para reducir la posibilidad de fracaso o de baja eficiencia por falta de capacitación; de otra manera, siempre serán los escuálidos los que estén en esos cargos de dirección que son los que tienen la experiencia y en mucho casos la preparación, ya que la mayoría de los revolucionarios no tienen capacitación en administración pública.
No hay nada más triste que por esa razón los ministerios y demás organismos del estado revolucionario estén llenos de escuálidos capacitados pero que no van impulsar al proyecto Bolivariano por incapacidad ideológica.
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