El inútil despilfarro de adjetivos dedicados a Urosa y a sus compinches ensotanados, y las huecas respuestas de quienes manejan la franquicia vaticana en nuestro país, nos dejan un sabor a nada en la boca. Un llanito mar de tinta, de lado y lado, que no nos permite llegar al fondo del asunto y uno se cansa del chapoteo…
¿Será que no tenemos problemas? ¿Será que todo marcha sobre ruedas, tanto así que nos sobra el tiempo para dedicarlo casi exclusivamente a pelear con un cardenal? ¿En serio alguien cree que este es el enemigo más apremiante que tiene la revolución?
Y es que si queremos pelear ¿por qué no nos entramos a puños con la ineficacia, la burocracia, la corrupción? ¿Por qué no hacemos un ejercicio de memoria y revivimos aquellas tres erres que, pobrecitas, murieron al nacer?
Yo entiendo una escaramuza momentánea entre mi presi y un cura principesco, la entiendo porque desde posiciones ideológicas tan opuestas difícilmente se van a caer a besitos, pero hasta ahí. Luego dejo de entender cuando la cuestión se convierte en una epidemia de repetición verbal y troglodita es la palabra a pronunciar por todo aquel que se precie de ser revolucionario. Entiendo menos cuando la Asamblea Nacional dedica toda una tarde a un round de improperios cardenalicios mientras que tantas leyes esenciales para la revolución son todavía materia de arrastre. Finalmente mis neuronas tiran la toalla cuando una diputada revolucionaria, más papista que el mismísimo papa y cual madre superiora de algún terrible convento, acusa a otra diputada de ser una pecadora.
Mientras tanto hay sólo tres detenidos por el caso PDVAL, sigue la letanía de quejas sobre el IVSS, los malandros, mayores y menores, se apoderan del país, el Metro de Caracas se desarma ante a los ojos incrédulos de sus usuarios, la inflación nos ahoga, los aspirantes al Morrocoy de Oro morrocoyan, Globovisión globovisiona, la derecha se frota las manos…
Es que los logros de la revolución no brillan tanto cuando la cotidianidad se convierte en una pista de obstáculos, cuando comprar un pollo que puedas pagar implica dos horas de cola bajo el sol, cuando el papel tualé es un artículo de lujo y un culo limpio un símbolo de status, cuando los especuladores dirigen la economía nacional y, como el resto de los delincuentes, se amparan en la impunidad, cuando el gobierno parece creer que el problema más apremiante es lo que diga o deje de decir un señor con batola al que llaman Cardenal...
Cuando peleamos con un fantasma perdemos la pelea real.
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