25/07/10.- Cuando Jorge Rodríguez fue sometido a bárbaras torturas para que reconociera su participación y de la Liga Socialista en el secuestro del industrial norteamericano William Frank Niehous, se mantuvo más firme que nunca en sus convicciones.
Ni siquiera lo hicieron doblegarse la soberbia de los agentes Baudio Gudiño La Cruz, Guillermo Zambrano, Itamere Rodríguez y Juan Álvarez Díaz, quienes lo detuvieron en la avenida Sucre, frente al liceo Miguel Antonio Caro, y luego lo llevaron a un paraje solitario de la carretera Panamericana para que revelara el sitio de ubicación del secuestrado.
Para el momento, los organismos represivos no tenían idea de qué organización había llevado a cabo este secuestro y daban bandazos para conocer su paradero.
No puede llamarse muerto Seguramente Rodríguez creyó que “los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”, o quizás una voz desde su interior le dijo: “No reserves del mundo sólo un lugar tranquilo”. Por lo primero o por lo segundo, de igual manera apareció muerto el 25 de julio de 1976 en un calabozo de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip), debido a derrames internos, desprendimiento de órganos y numerosas fracturas. Indudablemente prefirió morir que acusar a sus compañeros de algo con lo que no tenían relación.
En el prólogo del libro El pensamiento de Jorge Rodríguez, David Nieves expresa: “Aquí se autoriza el asesinato de Jorge Rodríguez; sin embargo, regresa vivo a la Disip, entonces, no se autoriza su traslado a ningún centro hospitalario; durante horas Jorge agoniza tirado en el piso húmedo y putrefacto de un ‘tigrito’ donde finalmente muere.
(…) Fui torturado, durante varios días no se informó de mi detención y seguramente si no es por el impacto que produjo el asesinato de Jorge Rodríguez, yo no hubiera aparecido nunca, me hubieran enterrado cerca de Arrecifes, lugar donde me estuvieron torturando”.
El crimen cometido contra Jorge Rodríguez era parte de las jugadas que entonces usaban y siguen usando los laboratorios de guerra sucia de la derecha internacional para contraatacar al movimiento revolucionario. El secuestro del norteamericano fue un simple pretexto del Gobierno de Carlos Andrés Pérez para acabar con la vida del revolucionario.
Jorge era un gran dirigente de su época, con él la derecha debía hacer lo mismo que con Jorge Eliécer Gaitán en Colombia, y se hizo. De otra forma era imparable.
Las tácticas que enseña la CIA es liquidar los movimientos y líderes revolucionarios cuando son todavía un peligro potencial. “A mi esposo lo mataron por socialista”, expresó en cierta ocasión Delcy Gómez, su esposa, con quien tuvo dos hijos: Delcy y Jorge, hoy alcalde de Caracas.
En 1972, el joven revolucionario ya había probado el sabor amargo de la traición, y la muerte había tocado deseperadamente su puerta: después de retirarse del Movimiento de Izquierda Revolucionario —MIR— es delatado por Leovigildo Briceño, quien se pasa al Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas —SIFA— y para ganar indulgencias lo incrimina con acusaciones que lo llevan a juicio militar sufriendo prisión en la Cárcel de Maracaibo.
Detenido y torturado por Carlos Núñez Tenorio, Rafael Emigdio Pacheco y Jesús Ramón García. Sin amilanarse dirige desde la cárcel la huelga de hambre de los presos políticos.
De Carora, estado Lara Rodríguez nació en Carora, estado Lara, el 16 de febrero de 1942. Ingresó a la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela, donde ocupó responsabilidades de dirección estudiantil, una de ellas como delegado ante el Consejo Universitario en 1966.
También fue un activista destacado contra el cierre de la universidad, en el primer gobierno de Rafael Caldera, y miembro del MIR.
Por su capacidad conformó diferentes organizaciones, según niveles de conciencia: Movimiento Estudiantil de Unidad con el Pueblo MEUP, Liga de Mujeres, Niños Pioneros por el Socialismo, Frente Obrero, Ligas campesinas, comité por los derechos humanos, comitás de barrio y amas de casa.
“El socialismo se conquista peleando”, fue el grito de combate que durante los años setenta levantara Rodríguez y la Liga Socialista, organización de la cual fue secretario general hasta sus últimos días. Un grito de esperanza que sintetiza muchos de los postulados de la actual Revolución Bolivariana, cuando se señala que sólo el pueblo libera al pueblo, en combate diario por una patria justa y equitativa.
COMBATIVO E INCANSABLE
Jorge era para el momento de su asesinato un joven de apenas 34 años, combativo e incansable edificador de una organización muy particular que buscaba afincarse en una línea revolucionaria más allá del foquismo y el reformismo, que caracterizaban a las otras organizaciones de la época.
La Liga Socialista se perfilaba como una de las alternativas válidas más importantes para la reorganización del movimiento revolucionario disperso y encapsulado.
Quienes lo conocieron de cerca aseguran que tenía las cualidades de un jefe revolucionario. De una energía recia y probada firmeza en la oscuridad de la muerte.
Podía dominar variados temas, estar a la hora y en el momento indicado. Atender al afecto cercano en medio de su apuro, ser alumno y maestro sumergido en las masas.
Sabía como buen militante que “la traición a los principios revolucionarios como las delaciones castigan de manera indetenible al que sin tener el valor de preservarlos para la posteridad no es capaz de mantenerlos en sanidad”.
Durante 1975 y 1976, en la Liga Socialista se comenzó a ver el crecimiento y su expansión a escala nacional. Esta organización realizó concentraciones públicas importantes como la marcha antiimperialista que cruzó el país de Oriente a Occidente y de Norte a Sur y culminó con una gran concentración popular en la ciudad de Cabimas; a ganar elecciones sindicales y en centros de estudiantes, entre otros.
Jorge estuvo preparado siempre para aguantar la más fiera tortura y se sometió a prueba en su último momento, pero en sus escritos y acciones dejó testimonio para aquellos que hasta meses antes de su muerte fueron sus referentes y que hoy han dejado el camino revolucionario.
En el cementerio general del sur Desde hace más de treinta años sus amigos y familiares lo recuerdan en una reunión que realizan todos los años en el Cementerio General del Sur, en Caracas, y que no ha tenido intermitencia durante más de tres décadas.
Hoy, a los 34 años de su asesinato, el sueño de Jorge Rodríguez, que comenzó con la lucha por un país socialista, está más vigente que nunca, al igual que su ejemplo de perseverancia, donde se afincan las nuevas generaciones que no sólo sueñan con una Venezuela más justa sino también con un mundo mejor.
Ideas Eternas
Me enteré de la noticia de la muerte de Jorge Rodríguez en Altagracia de Orituco. Tenía un poco más de doce años pero ya mi hermano Pedro Chacín vivía en Cumaná, con la “cabeza caliente”. Estudiaba en la Universidad de Oriente y era militante de una organización muy peligrosa. Y era muy peligrosa porque todo lo que en aquellos años fuera de izquierda, era muy peligroso para la democracia representativa.
Militaba Pedro en la Liga Socialista y por esas casualidades de la vida, cuando se enteró de lo sucedido con Jorge Rodríguez estaba en el pueblo. Le pregunté quién era Jorge Rodríguez. “Un carajo arrecho”. Y se despepitó a contarme quién era, cómo lo había conocido, lo poco que sabía de las circunstancias de su muerte en ese momento y, de paso, a hablarme de la Liga Socialista. Joven organización nacida de las múltiples escisiones que tuvo el movimiento izquierdista en Venezuela en el siglo pasado, pero que contaba con el esfuerzo y militancia de valiosos hombres y mujeres que, como Jorge Rodríguez, creyeron que otro mundo era posible.
Inevitable que el nombre Jorge Rodríguez viaje a través del tiempo atado a la consigna “el socialismo se conquista peleando”, tan necesaria de entonar en estos días en la patria de Bolívar. Se hizo Jorge un ejemplo de hombre íntegro, luchador, sensible y con una formación revolucionaria indoblegable.
Tan indoblegable que por su valentía y ética a prueba de cobardes, hoy no está físicamente entre nosotros. Tan indoblegable que 34 años después de su asesinato sigue siendo ejemplo, inspiración y guía de los buenos corazones y de las almas valientes.
Desde hace 34 años, los mismos 34 que tenía cuando unos esbirros intentaron asesinar su alma, su cuerpo reposa en el Cementerio General del Sur de la ciudad de Caracas. Hoy a las 8 de la mañana, como ha sucedido cada año por más de tres décadas, su familia, amigos, amigas, compañeros y compañeras de lucha estarán allí para recordarle al mundo que las ideas son inmortales y que las ideas que Jorge Rodríguez abrazaba son eternas. Mercedes Chacín
María Cristina Martínez / Ciudad CCS
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