Hernán Mena Cifuentes
“Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”, dice la canción de Alí Primera, y su letra cobró vigencia una vez más cuando el espíritu de Rachel Corrie, la joven estadounidense asesinada hace siete años por un buldócer israelí al tratar de impedir la demolición de una vivienda palestina en Gaza, se hizo presente a bordo del buque bautizado con su nombre, capturado el sábado por soldadesca sionista.
El “Rachel Corrie” fue interceptado cuando navegaba en aguas internacionales rumbo a Gaza, llevando 1.200 toneladas de alimentos, medicamentos y sillas de rueda para miles de desnutridos, enfermos y discapacitados, además de cemento, cuya introducción está prohibida por los ocupantes para impedir la reconstrucción de viviendas que destruyen a los infelices pobladores de ese territorio, sitiados y masacrados por el sionismo.
En un operativo similar realizado días antes, soldados israelíes, actuando como sanguinarios piratas y corsarios de siglos pasados, abordaron los buques de la Flotilla de la Libertad que también llevaba ayuda humanitaria a Gaza, asesinando a una decena de sus ocupantes, entre ellos un estadounidense y varios turcos, muertos con proyectiles de pistolas de 9 mm disparados a quemarropa que destrozaron los cráneos de las víctimas, según establecieron las autoridades forenses.
“Rachel Corrie”, nave de bandera irlandesa, con un grupo de activistas por la paz a bordo, no pudo incorporarse en su momento a la flotilla por haber sufrido desperfectos mecánicos durante su travesía y, al saber de lo sucedido a sus compañeros, decidieron proseguir su marcha a Gaza, pese a la advertencia de las autoridades sionistas de que, en un acto de insolente irrespeto al derecho internacional y a la condena mundial, capturaron al buque como habían prometido.
Ambas operaciones podrían tener un alto costo para el Estado sionista si la comunidad mundial adoptara una medida similar a la ejercida con dignidad y valentía por los presidentes de Venezuela, Bolivia y Nicaragua, Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega, respectivamente, quienes rompieron relaciones diplomáticas con Israel por el genocidio que perpetra contra el pueblo palestino, y la complementaran con el aislamiento político y económico.
El comandante Chávez volvió a ratificar este domingo su ineludible compromiso con las causas justas donde y cuando la injusticia pretenda mancillar la dignidad de un pueblo, destacando en su regular columna de la web, Las líneas de Chávez, que “este lunes 31 de mayo el Estado terrorista de Israel aumentó su amplísimo prontuario con un nuevo e incalificable crimen. Me refiero al ataque realizado en aguas internacionales contra la flotilla humanitaria que se dirigía hacia Gaza”.
Y su denuncia alcanzó igualmente a Estados Unidos (EEUU) por su condición de creador de un engendro diabólico, además de cómplice y protector incondicional de todos las guerras y masacres que perpetra ese Estado forajido, expresando: “Una vez más se ha puesto de manifiesto la doble moral de Washington y el doble rasero que emplea a la hora de condenar el terrorismo. Su permisividad con el Estado de Israel, su socio en crímenes y tropelías, así lo demuestra”.
A la acusación hecha por el Mandatario venezolano no escapó el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), ente en el que cada vez que se intenta condenar a Israel por alguno de sus crímenes EEUU amenaza con el veto, logrando unas veces que lo absuelvan de la acusación y otras que las resoluciones condenatorias no mencionen su nombre, lo cual ha permitido que todos los genocidios cometidos durante más de medio siglo por el títere y protegido del Imperio queden impunes.
“A propósito, ¿Cómo es posible que el Consejo de Seguridad de la ONU condene el ataque contra la flotilla de la libertad y no al atacante'. Por supuesto, allí está la larga mano del imperio yanqui siempre presto a justificar al Estado de Israel y a garantizarle el ejercicio de la impunidad”, manifestó el Comandante en sus líneas.
Y junto a él, Morales y Ortega, como símbolo de la resistencia contra los genocidas fascistas-sionistas, está y estará siempre el espíritu de Rachel Corrie, quien este viernes surgió cual Ave Fénix de las ruinas y cenizas donde quedó sepultada por el criminal que manejaba aquel aciago 15 de marzo de 2003 el buldócer que la arrolló, cuando armada sólo de un altavoz y su gran amor por la paz del mundo enfrentó a la máquina diabólica que la trituró a la vista de otros pacifistas.
La estudiante de la Universidad de Olympia (Washington), de 23 años de edad, pertenecía al Movimiento por la Justicia y la Paz y abandonó su activismo teórico para asumir la práctica de un apostolado de amor por las causas justas, y con ese fin llegó a Gaza en momentos en que la barbarie del sionismo destruía uno de los más de 3.000 hogares de familias palestinas que hasta hoy ha demolido, además mataba a destacados líderes de la resistencia mediante el cobarde método del “asesinato selectivo”.
Llevaba consigo un diario en el que describía sus vivencias sobre la espantosa situación de pobreza, hambre, miseria, acoso y persecución del cual es objeto la población de la Franja de Gaza, cuando aquel día vio como el buldócer avanzaba contra la vivienda de una familia palestina, uno de cuyos hijos se había inmolado en un atentado en Israel, acciones a la que el Estado sionista responde demoliendo la vivienda de la familia de cada mártir.
Se interpuso en el camino de la máquina asesina vistiendo un traje de tela refractaria color naranja, con una de sus manos haciendo señas al conductor para que la detuviera y, esgrimiendo con la otra el altavoz, suplicando al asesino frenar el buldócer que en ningún momento se detuvo y la arrolló matando su cuerpo, pero no su espíritu que aún se yergue indómito como símbolo de una causa hermosa y justa que es la lucha contra la guerra y por la paz del mundo.
Porque Rachel Corrie vive en todas partes donde existe la injusticia personificada en el terror y la persecución de un pueblo como el palestino, donde haya guerras injustas, como todas las guerras que asesinan pueblos, entre ellos Irak y Afganistán; donde mueren a diario decenas de niños, mujeres y ancianos inocentes destrozados por las bombas y misiles de los invasores yanquis y sus aliados europeos de la Otan.
Porque, a pesar de otros hechos deleznables, como la censura con que el sionismo y sus agentes pretendieron impedir que la obra teatral “Me llamo Rachel”, basada en su vida y obra humanitaria, fuera puesta en escena en Nueva York, llevando su mensaje de amor y paz al mundo, la pieza fue finalmente presentada y hoy se exhibe como testimonio de la brutalidad sionista y de la gesta pacífica que protagonizó esa mujer insigne.
Porque, a pesar de que la nave fue interceptada este sábado por los bárbaros del sionismo y junto con sus ocupantes, entre ellos la Premio Nobel de la Paz Mairead Corrigan-Maguire y el ex subsecretario general de la ONU Denis Halliday, además de otras destacadas personalidades políticas y miembros de organizaciones defensoras de los derechos humanos secuestradas y llevadas a un puerto israelí, Rachel sigue presente allí con su nombre y su espíritu en ese barco y en cualquier lugar donde se luche contra la injusticia.
Porque así lo decidió Rachel, al dejar constancia de su fe y esperanza por alcanzar la paz del mundo y la salvación del pueblo palestino el día que escribió en su diario el siguiente mensaje de amor por ese pueblo, diciendo:
“Cuando estoy con amigos palestinos, tiendo a sentirme un poco menos horrorizada que cuando intento actuar como veedora de los derechos humanos, informadora o militante activista. Ellos representan un buen ejemplo de cómo resistir por largo tiempo.
Se que esta situación los afecta y que al final los atrapa a todo nivel, pero, a pesar de ello, me asombra su fortaleza para ser capaces de defender una parte tan importante de su humanidad: la risa, la generosidad, el tiempo familiar frente al increíble horror que ocurre en sus vidas y frente a la presencia constante de la muerte”.
Y concluye aquel mensaje de fe y de esperanza, como presintiendo su trágico final que no fue en vano, diciendo: “Me sentí mucho mejor después de esa mañana. Pasé mucho tiempo escribiendo sobre la desilusión de descubrir, casi de primera mano, el grado de maldad del que todavía somos capaces (los seres humanos).
Al menos debería mencionar que también estoy descubriendo un grado de fortaleza y de capacidad fundamental que tienen los humanos para seguir siendo humanos en las circunstancias más desesperadas, algo que nunca antes había visto. Creo que la palabra es dignidad.
Cómo me gustaría que conocieras a estas personas. Ojalá que algún día sea posible”.
Quien lea el mensaje de esa joven mujer que ofrendó su vida por un pueblo oprimido, tan lejano geográficamente, pero tan cercano a la solidaridad humana por su sufrimiento, comprenderá, como asegura Alí Primera en su canto, que “los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”, porque Rachel Corrie vive aún, señalando el camino hacia la meta de paz y justicia que habrá de liberar a la humanidad del horror del sionismo y la amenaza de su amo, el imperio estadounidense.
martes, 8 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario