miércoles, 14 de abril de 2010

El vacío que dejaron las balas del 11 de abril: Hablan los familiares.


Antonio Barrios

La noche del 11 de abril Dalila Mendoza se acostó con la duda: “¿dónde estará Pedro?”, y en la madrugada persistió la pregunta. Por la puerta de la casa aparecieron los primeros rayos de sol pero no su esposo, y a las 6:00 de la mañana salió a buscarlo en los hospitales de Caracas.

“Caminé desde el Guarataro a Puente Llaguno. Llamé. Aló hija ¿Aún no ha llegado tu papá?. Seguí caminando hasta el Hospital Vargas. No había rastro de ningún Pedro José Linares”, relató Mendoza como si fuera ayer lo que vivió hace siete años.

¿Dónde estará Pedro? se cuestionó Dalila aquel día, y la duda revoloteó en la cabeza de sus seis hijos, y fue la misma pregunta de las madres, esposas, hijos y familiares de las demás víctimas de los sucesos del 11 de abril de 2002 que no llegaron a dormir sus casas: ¿Dónde estará Rudy? ¿Dónde estará Erasmo? ¿Donde estará Josefina?

A la 1:00 pm Pedro José Linares salió de su casa, sin saber que cinco horas más tarde estaría tirado debajo del Puente Llaguno, muerto por una bala que le penetraría el pulmón y le saldría por el tórax.

Fue el 12 de abril, a media mañana, cuando una vecina paró en seco a Dalila: “Tu esposo salió en la lista de los murieron de ayer”. “No hables paja”, le dijo Dalila, y subió nerviosa a su casa para comprobar su viudez.

Lo último que se piensa es que está muerto

“Era un hombre sano, honesto, un hombre que tenía un amor a este país. No nos esperábamos esa muerte”, relató Dalila, por ello se paseó por los hospitales y regresó a su casa sin pensar en la morgue.

Mientras recorría los hospitales, también lo hacía Celina Moreno, porque su esposo no durmió en la casa: “Me pasé toda la noche esperando y no regresó”.

A las 5:00 de la tarde del 11 de abril, debajo del Puente Llaguno, al esposo de Celina le dieron un tiro en el cuello que le impediría ver crecer a sus cuatro hijos.

“Sin saber nada, al otro día me fui para los hospitales a buscarlo pensando que estaba herido, y en todos me dijeron que no estaba, me fui pa' la casa y vi que su nombre salía en una lista que presentaban en la televisión: La lista de los que estaban en la morgue”, narró Moreno.

El vacío que dejaron las balas

Antes de salir de su casa a la una de la tarde del 11 de abril, Pedro José Linares se bañó, se afeitó y se vistió, citó a sus 6 hijos para darles algunos consejos y les entregó a su esposa los documentos del inmueble como presintiendo que no volvería.

“Me dijo: Le dejo esto por si a mí me pasa algo. Y salió sin almorzar”, recordó Dalila Mendoza quien se encuentra con la señora Celina Moreno cada año en el puente Llaguno para celebrar una misa por sus difuntos.

“Mis hijos dejaron de estudiar porque yo no puedo sola, hemos luchado solos, hemos arañado la tierra, hemos sacado cooperativas”, contó Mendoza, en tanto Moreno dice: “tengo que mantener a mis cuatro niños, pero pa' lante”.

¿Donde está mi hijo?

Aquel 11 de Abril, Luis González, un joven de 16 años, salió de clases en el Ince del 23 de Enero, tomó una camionetica que lo dejó en El Silencio y a las 3:30 pm cayó en el piso penetrado por dos balas.

Lisbeth Luna llamó a su hijo sin éxito en la comunicación, y con la angustia recorriéndole toda la médula le dijo a su esposo: “Vamos a la calle a buscarlo porque lo que está pasando es un golpe de Estado”, salió de Cotiza a la una de la tarde y regresó a las 9:00 de la noche a su casa sin noticias de Luis, pero con el presentimiento de que algo le había pasado.

Al bajarse de la camioneta, Luis se dirigió a la avenida Baralt, se encontró con la pregunta de un PM: “¿De qué bando eres tú?”. “De ninguno, yo soy estudiante”, respondió y al retirarse recibió los proyectiles.

“Cuando llegué a la casa me dicen que a mi hijo le habían dado dos disparos y que herido estaba en el Hospital Vargas”, relató la madre.

Hace un año y medio a José González le extrajeron una de los proyectiles que tenía desde el año 2002 internada en su cuerpo, una bala calibre 9 milímetros que salió de un arma que estaba en manos de la Policía Metropolitana (PM), declara la abogada Milagros Acevedo, quien se sumergió en las averiguaciones de los sucesos de abril de 2002 a partir el día 14.

Fue una bala similar a la que cegó la vida de Josefina Rengifo y de un niño de ocho meses que llevaba en su vientre. Era un proyectil calibre 9 milímetros de los que tenía la PM en las subametralladoras HK33, afirma Acevedo.

La justicia de los que faltan

Fueron 87 heridos y 19 asesinados en aquellos sucesos del 11 de abril, y pese a que ya se han sentenciado como culpables a 11 ex funcionarios de la Policía Metropolitana por la muerte de Josefina Rengifo, Erasmo Sánchez, Rudy Alfonso Duque, y por ocasionar lesiones a 29 personas, persiste la sed de justicia.

“Para mí no es una satisfacción esa sentencia a los tres jefes de la policía, yo quiero que (Alfredo) Peña, y el que era Presidente de Pdvsa, Guaicaipuro Lameda, y Carmona Estanga, paguen su culpa, esos policías eran apenas títeres”, expresó Dalila Mendoza.

La angustia vivida, el dolor del momento y el vacío que persiste 7 años después del 11 de abril del 2002, es un sentimiento que comparten todos los familiares de las víctimas.

“Los autores de esta masacre no saben que daño le hicieron a cada familia, el daño que le hicieron a mis hijos que eran adolescentes. Todos los familiares sufrimos el mismo golpe, sentimos el mismo dolor”, dijo la viuda que sugirió al periodista recoger las voces de otros familiares.

“Pero mira, no soy yo solamente, ella se llama Celina y es viuda, a su esposo lo mataron el 11 también, a ella, Lisbeth, y le hirieron a su hijo”.

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