Hernán Mena Cifuentes
La mentira, como arma política y de guerra, provoca terribles daños a la humanidad, inmersa durante más de un siglo en la vorágine de sangrientos conflictos bélicos provocados por esa morbosa inclinación del Imperio a falsear la verdad, y que al final fracasa, porque, como dijo Lincoln: “podrás engañar a todos durante algún tiempo, podrás engañar a alguien siempre, pero no podrás engañar siempre a todos”.
Y es que Estados Unidos tiene como norma de conducta, antes de lanzarse a la aventura de una guerra de conquista, usar la calumnia y la mentira haciendo aparecer a gobiernos de pueblos escogidos como sus víctimas, como autores de un grave crimen, y asumiendo el papel de gendarme mundial, los invade causando destrucción y muerte, y eso es lo que pretende hacer hoy Estados Unidos con Irán y Venezuela, cuyo único delito es ser libres y soberanos.
La más reciente de la larga lista de mentiras que en los últimos 10 años Washington ha diseminado, cual letal veneno, contra los procesos revolucionarios del país persa y del sudamericano está contenida en el informe presentado la semana pasada al Congreso de Estados Unidos por el Pentágono, según el que “las fuerzas paramilitares iraníes Qods, una unidad especial del Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica, tienen una amplia presencia en Venezuela”.
De acuerdo con la versión ofrecida por el Washington Times, que divulgó el documento -seguramente “filtrado” con la anuencia de la Secretaría de Defensa estadounidense- las fuerzas Qods operan en todo el mundo, estando bien establecidas en el Medio Oriente y en África del Norte y en años recientes han incrementado su presencia en Latinoamérica, especialmente en Venezuela, cuyo apoyo a los grupos extremistas de la región incluye provisión de armas y entrenamiento paramilitar”.
La rocambolesca historia presentada por la “Inteligencia” del Pentágono a los congresistas, que narra las actividades de un grupo islamita que amenaza con alterar la paz de América Latina utilizando a Venezuela como cabecera de playa de sus actividades terroristas, resulta tan inverosímil como falsa, y sólo se explica como parte de ese vil y cobarde método utilizado históricamente por Estados Unidos como antesala de sus agresiones bélicas a los pueblos.
La explosión del Maine en 1898, provocada por el Gobierno yanqui como pretexto para declarar la guerra a España y adueñarse de Puerto Rico, Filipinas, Guam y ocupar Cuba; el incidente del Golfo de Tonkin en 1964, para justificar una declaración formal de guerra en el Sudeste asiático, y la supuesta posesión de Armas de Destrucción Masiva por Bagdad, para invadir a Irak en 2003, son sólo algunas de las miles de falacias inventadas por Estados Unidos para agredir a otros pueblos.
Pero en Irán y Venezuela no ha prosperado ni prosperará jamás esa diabólica estrategia, en razón de la resistencia que ofrecen los procesos revolucionarios, sus líderes y pueblos que hace tiempo se liberaron de la opresión impuesta por gobernantes de regímenes vasallos del Imperio, y que están dispuestos a defender sus conquistas hasta con sus vidas si fuese necesario antes que caer de nuevo bajo el dominio yanqui.
No es esta la primera vez, ni seguramente será la última, que Washington desata su andanada de calumnias contra la revolución que inspiraron los Ayatolas con Jomeini como su líder en el país persa y contra la Revolución Bolivariana liderada por el comandante Hugo Chávez Frías, ya que esa canallesca estrategia la viene aplicando desde hace mas de tres décadas contra Irán, y por más de 10 años contra Venezuela.
Su ejemplo más notable es la diabólica campaña mediática de manipulación y desinformación desatada por Estados Unidos contra la revolución que había puesto fin al corrupto y sanguinario régimen del Sha Reza Pavlevi, facilitador del enorme saqueo yanqui de la riqueza petrolera del país, y cuña geoestratégica para la defensa de los intereses del Imperio por su ubicación en la región, maniobra que culminó con la invasión al país persa por Irak apoyada por Washington.
La guerra Irak-Irán, de ocho años (1980-1988), uno de los más sangrientos conflictos bélicos de las últimas décadas, dejó más de millón y medio de bajas entre los contendientes debido entre otras causas al uso de armas químicas facilitadas al ejército iraquí por Estados Unidos, que pensó que de triunfar Irak, recuperaría el inmenso botín que había perdido en Irán, pero sus cálculos fallaron, ya que la revolución de los Ayatolas enfrentó exitosamente la agresión.
Pero, el Imperio, implacable y rencoroso, no acepta fácilmente su derrota, y en su obsesiva y enfermiza misión por destruir a la Revolución Islámica continúa agrediendo a Irán, esgrimiendo una vez más el arma de la mentira que utiliza como instrumento previo al uso de la guerra abierta, denunciando que el proyecto nuclear pacífico que adelanta el país persa está orientado a la fabricación de armas de destrucción masiva.
Y en el marco de esa estrategia, Estados Unidos ha atacado a la Revolución Bolivariana desplegando una campaña de falacias con apoyo del Estado sionista de Israel, que hace algunos meses, según un documento secreto de la Inteligencia de ese Estado terrorista, “filtrado” al igual que el que habla de la falsa presencia de paramilitares Qodas en nuestro país y resto de Latinoamérica, denunció “la venta de uranio venezolano y boliviano a Irán para el desarrollo de su programa nuclear”.
Pese a haberse comprobado la falsedad de ambas denuncias, hasta por funcionarios de Estados Unidos, como el general Douglas Fraser, jefe del Comando Sur, el mismo que hace unos meses desmintió la versión del Pentágono sobre el apoyo de Venezuela a las Farc, y que hace pocas horas aseguro en rueda de prensa que la presencia iraní en Venezuela no es militar sino comercial y diplomática, el Imperio no descansará en su empeño de destruir ambos procesos.
Porque está grabado en los genes de predador incorregible que es el Imperio, que los pueblos negados a ser en sus lacayos deben ser sojuzgados para que otros no sigan su ejemplo y no se opongan como Irán y Venezuela a su proyecto de conquista planetaria en el que la mentira precede a la guerra, ignorando que, como dijo Lincoln, “podrás engañar a todos durante algún tiempo, podrás engañar a alguien siempre, pero no podrás engañar siempre a todos”.
viernes, 30 de abril de 2010
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