viernes, 16 de abril de 2010

Hillary: ¿Si Fidel y Raúl no quieren el fin del embargo, por qué EEUU, que lo impuso, no lo quita?


Hernán Mena Cifuentes

Hay ocasiones afortunadamente raras en las que el lenguaje diplomático pierde su esencia y razón de ser y se desborda en tropel de incoherencias, lo que hace dudar del equilibrio mental de quien así se expresa, como lo hizo Hillary Clinton, quien inexplicablemente, sin razón ni prueba que justifique su absurdo proceder, llegó a decir este domingo que “los Castro no quieren ver el fin del embargo a Cuba”.

Tan irracional declaración la hizo la secretaria de Estado yanqui, diciendo además que Fidel y Raúl Castro tampoco “quieren una normalización de las relaciones con Estados Unidos (EEUU), porque perderían todas sus excusas, por lo que no ha pasado en los últimos 50 años”.

“Encuentro eso muy triste, porque en Cuba debería haber una oportunidad para una transición a una democracia total y en algún momento va a ocurrir, pero no en el corto plazo”, dijo más adelante, demostrando su nulo y escaso dominio de la problemática mundial, latinoamericana y caribeña, un total desconocimiento de la reconocida y digna actitud que sobre el bloqueo a su patria mantienen ambos líderes cubanos.

En primer lugar, ni a Fidel ni a Raúl les corresponde decidir sobre si se mantiene o se o no esa medida, crimen de lesa humanidad que puso en marcha el imperio hace medio siglo, pensando que así doblegaría su voluntad y la del pueblo cubano, poniéndolos de rodillas como lo hizo con quienes gobernaron la isla antes del triunfo de la Revolución cubana, cómplices de Estados Unidos (EEUU) en la explotación del pueblo y del saqueo de sus recursos durante décadas.

Por otra parte, Fidel y Raúl, así como el pueblo cubano, están muy lejos de sentirse tristes, como dice estarlo ella, todo lo contrario, están complacidos de que no se haya presentado lo que Clinton considera una oportunidad para lo que llama “una transición a una democracia total”, entiéndase al estilo imperial, con lo que Washington pretende retrotraer a la isla a épocas superadas gracias a una revolución que le devolvió al pueblo la dignidad y la libertad perdidas.

¿Por qué entonces si, según la secretaria de Estado, con el fin del embargo los Castro perderían todas sus excusas por lo que no ha pasado en los últimos 50 años, EEUU, el único que está en capacidad de hacerlo, no decreta su final, para así constatar la pretendida certeza de su peregrina y ridícula afirmación?.

No lo hará, pese al fracaso de ese bloqueo comercial, económico y financiero, el más prolongado impuesto a un país en la historia moderna, ya que se lo impide la soberbia y prepotencia de los césares del Imperio, negados a ceder ante el llamado de comunidad internacional que desde las Naciones Unidas ha condenado en los últimos 18 años ese crimen que sólo ha servido para afectar la salud y economía de un pueblo, pero no su indomable voluntad.

A lo largo de 50 años los cubanos, junto con sus líderes, han enfrentado ese crimen, ese genocidio, soportando estoica y dignamente grandes penalidades sociales y económicas ante la serie de ilegales e inhumanas medidas adoptadas por EEUU en completo desafío y absoluto desprecio a los derechos humanos y al ordenamiento jurídico internacional.

Se trata de una aberración jurídica, cruel e inhumana que violenta las más elementales normas del derecho y los principios morales y éticos, ya que incide directamente sobre la salud del pueblo afectado en su calidad de vida y obstaculiza los planes de desarrollo programados por el Estado cubano.

Entre los documentos emitidos en las últimas décadas por expertos que siguen de cerca el impacto de ese “genocidio” figura el divulgado esta semana, el cual destaca algunos de los nefastos resultados que el embargo ha causado y sigue provocando en el seno de la sociedad cubana.

En el campo de la salud el bloqueo yanqui, señala el documento, “ha entorpecido la adquisición de tecnologías, medicamentos, materias primas, reactivos, medios de diagnóstico para el tratamiento de enfermedades graves, traumatizantes y penosas como el cáncer, entre otras”.

En lo económico, financiero y comercial su impacto ha sido enorme, al provocar, desde su puesta en vigor, de acuerdo con estimaciones de organismos especializados, pérdidas que superan los 200.000 millones de dólares actuales, debido entre otras acciones prohibitivas a:

“Que subsidiarias norteamericanas que se encuentran en terceros países mantengan cualquier tipo de transacción con empresas en Cuba.

Que empresas de terceros países exporten a EEUU productos de origen cubano o productos que en su elaboración contengan algún componente de ese origen.

Que empresas de otros países vendan a Cuba bienes o servicios, cuya tecnología contenga más de 10% de componentes estadounidenses, aunque sus propietarios sean nacionales de esos países

Que entren a puertos estadounidenses buques que transporten productos desde o hacia Cuba, con independencia del país de matrícula

Que bancos de terceros países abran cuentas en dólares norteamericanos a personas jurídicas o naturales cubanas o lleven a cabo transacciones financieras en dicha moneda con entidades o personas cubanas

Que empresarios de terceros países realicen inversiones o negocios con Cuba en propiedades vinculadas con las reclamaciones estadounidenses (empresas expropiadas) o personas que, habiendo nacido en Cuba, adquirieron esa ciudadanía”, complejo de medidas que configuran un elemento de total desconocimiento del derecho internacional.

El embargo a Cuba también ha suscitado la condena de la comunidad religiosa del planeta a través de sus principales figuras como el Papa Juan Pablo II, quien exigió su cancelación en varias oportunidades, y lo mismo hizo el patriarca ortodoxo Bartolomé I, quien lo calificó de “error histórico”, así como el reverendo Jesse Jackson y otros líderes de diferentes cultos y religiones alrededor del mundo.

Lo único risible y cómico en el contexto de ese trágico escenario de desprecio por la vida humana que es el bloqueo lo constituye, además de lo afirmado por Hillary Clinton, lo que dicen algunos de los miembros de la mafia del exilio cubano en Miami, quienes, tal vez bajo el efecto de la marihuana, cocaína o heroína que allí y en el resto de EEUU se trafica y consume en grandes cantidades; aseguran que “si cesara el bloqueo, la Revolución cubana caería de inmediato”.

Eso no lo creen ni ellos mismos, porque la mayoría dejaría de obtener los beneficios que les otorga el gobierno por su condición de “luchadores por la libertad”, quienes desde la comodidad del exilio, protegidos por el gobierno estadounidense, vociferan sus ofensas contra la Revolución cubana y sus líderes, amparados por leyes hechas a la medida de sus bastardos intereses.

Son los jueces yanquis quienes aplican esas leyes a su capricho, aplicando un doble rasero, al otorgar, por un lado, asilo a terroristas como Posada Carriles y Orlando Bush, autores de numerosos atentados criminales como el derribo de un avión cubano con 74 personas a bordo, mientras, por otra parte, encarcelan a cinco luchadores cubanos revolucionarios acusándolos de espías.

Hoy, a medio siglo de haber sido impuesto el embargo, Barack Obama, el actual César imperial, hace uso del hipócrita juego de palabras de su discurso que ya no engañan a nadie, asegurando que desea dialogar con Cuba, mientras simultáneamente aplica nuevas medidas restrictivas contra el pueblo cubano y su gobierno.

Es que al mandatario yanqui no le queda otra opción, pues si se llegara a decretar su suspensión, seguramente tendría el mismo trágico final de Kennedy, ya que el poder oculto que manda en Washington, el que intentó asesinar a Fidel más de cien veces, ordenaría de inmediato su muerte, porque la soberbia y prepotencia que corroe a quienes desde las sombras lo detentan no aceptaría la humillación de la derrota que significaría el fin del embargo.

Y, porque de hacerlo, permitiría a Fidel y Raúl reactivar los proyectos, económicos y sociales, cuyo desarrollo se encuentran paralizados por el criminal embargo, emprendiendo ambiciosos programas en beneficio de un pueblo que le profesa a ambos líderes lealtad y admiración, dispuestos siempre a apoyarlos incondicionalmente, como lo ha hecho a lo largo de medio siglo con una consigna que dice:“Patria o Muerte, Venceremos” .

Mientras tanto, Hillary seguirá con sus malabarismos diplomáticos por un mundo donde sólo encuentra rechazo a los planes belicistas de Obama (el Premio Nobel de la Paz que hace la guerra) y que cuando habla hace dudar de su salud mental, ya que decir que Fidel y Raúl no quieren el fin del embargo es, además de un acto irracional, un error político incompatible con los más elementales preceptos de la diplomacia y el respeto a la memoria histórica.

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