Antonio Barrios
Una de las primeras explotaciones que sufrieron los africanos de manos de los españoles fue a propósito de la llamada pesca de perlas. Y cada vez que los negros descendían obligados en el agua salobre por el afán de lucro de España, también se alimentaba su espíritu rebelde.
“Los negros sufrieron las tremendas penalidades de la pesca de perlas mientras ésta fue una actividad floreciente. Los más terribles esfuerzos se exigían a los buzos, quienes a veces 'reventaban' y los dueños simplemente los sustituían”, expresa Miguel Acosta Saignes en su libro Vida de los esclavos negros en Venezuela.
Los echaban al mar, una y otra vez, para que se sumergieran en las profundidades a excavar entre la arena y extraer las codiciadas ostras perlíferas. Venían de algún lugar de África, y sus pulmones se agotaban cada vez que eran obligados a descender al fondo marino.
“En 1603 se sublevan los negros en las rancherías de perlas en la Isla de Margarita que desde los comienzos de la conquista se transformó en uno de los centros más importantes de esclavización, en razón de la necesidad de mano de obra para la extracción de perlas”, expresa el historiador Federico Brito Figueroa, en su libro Insurrecciones de los esclavos negros en la sociedad colonial venezolana.
Las rebeliones se repitieron en otras rancherías de perlas, en las minas, en las haciendas cacaoteras, cafetaleras, azucareras, y también se hicieron presentes otros actos insurgentes que rompían con el orden simbólico impuesto por los europeos y por su estructura de jerarquías sociales excluyente y racista.
Brito Figueroa es uno de los primeros en denunciar la intención de algunos historiadores en presentar la lucha de esclavos negros en la sociedad colonial venezolana como esporádicas acciones sin contenido económico y social, y demostrar que la masa de pobladores africanos y sus descendientes aceptó pacíficamente la institución esclavista impuesta por los colonizadores blancos.
El historiador Luis Felipe Pellicer, quien actualmente está a la cabeza del Archivo General de la Nación (AGN), también alza su voz en este sentido: “Hay muchos historiadores que piensan que el pueblo no es conciente de las razones de su insurgencia y de su rebelión, y la consideran como un movimiento telúrico sin razón, sin conciencia, pero hay una conciencia política de por qué se insurge”.
Además, refirió que hay una intención de emancipación siempre que hay una intención de imposición de sistemas opresión que limitan, coartan y suprimen la libertad.
“El proceso de rebeliones, de insurrecciones, insumisiones en contra del sistema opresivo que además era el sistema capitalismo en ciernes, incipiente, que está allí en 1498, y es contra ese sistema que empiezan a insurgir los pueblos indígenas y los pueblos africanos sometidos a condiciones de esclavitud durante el siglo XVI, XVII y durante el siglo XVIII”, expresó.
Cien azotes y mutilación al negro que alce su mano
“Cualquier negro que tomase a brazos y alzare mano para dar a algún cristiano le sean dados cien azotes y le corten la mano derecha”, así rezaba una de las ordenanzas de Nueva Cádiz alrededor del año 1537, que también se contemplaban castigos como mutilaciones de pies, castraciones y hasta la muerte.
Actos como estos soplaban la encendida candela de la rebeldía que terminó de estallar en insurrecciones como la del Negro Miguel, en las minas de oro de Buría, cerca de Nirgua, estado Yaracuy. Este alzamiento se extendió desde 1553 a 1556, que el profesor Ramos Guédez ubica entre las primeras.
La noche en que Miguel iba a ser castigado con rigor se resistió a ser nuevamente humillado, vio una espada a su alcance, se defendió del torturador y huyó al monte. No eran impulsos inconscientes lo que movían a Miguel, las razones tenían un fundamente lógico: “Conseguir la libertad que tan justamente la podían procurar, pues habiéndolos Dios criado libres como las demás gente del mundo (...) los españoles los tenían sujetos y puestos tiránicamente en perpetua y miserable servidumbre”, como expone en una cita Brito Figueroa.
La lucha de Miguel no se agotó con su muerte. A su impulso emancipador se le unió al movimiento de resistencia de los Jiraharas que provocó, tiempo después, que los españoles abandonaran las minas.
“Aunque materialmente vencido, el Negro Miguel, sirvió de inspiración y guía al levantamiento de la etnia Jirahara, que se mantuvo en pie de guerra e irreductible durante casi setenta y cinco años, lo que daría como resultado la república de zambos y mulatos”, expresa José Bracho en el libro Chimbánguele: paradigma del cimarronaje cultural en Venezuela.
Rebeliones, rebeliones y más rebeliones
Sublevación de negros perleros, 1603; incursiones en los hatos, 1726; la sublevación Andrés López Rosario, Andresote, en los Valles de Yaracuy, en 1732; la insurrección de 1749 en la provincia de Caracas, la sublevación de Guillermo Ribas, 1771; Miguel Jerónimo, alias Guacamayo, 1794, cumbes, cimarroneras y más cimarroneras.
El historiador José Marcial Ramos Guédez prosiguió con la enumeración de rebeliones, y cuando llegó a la rebelión de José Leonardo Chirinos, en la zona de la Serranía coreana, estado Falcón, en 1795, tomó aire y se extendió:
“Fue la de mayor importancia en el período de la Colonia, en el que se señala que hubo la participación de más de 200 personas esclavizadas, e incorporaron a algunos indígenas, hombres y mujeres también”.
Ramos Guédez señaló que esta rebelión no sólo levantó la libertad como un elemento de lucha, sino que hubo una propuesta por la soberanía, de establecimiento de un gobierno soberano.
“Este insurrección estuvo vinculada con el movimiento de los Jacobinos Negros, que en esa época estaban en pleno apogeo en Haití, en Martinica y en Guadalupe. Esta lucha tiene que ver con la aspiración y los deseos de poner en práctica los famosos principios de la revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad”.
El movimiento de mulatos, negros esclavos y libres, liderado por Chirinos, tomó la hacienda El Socorro. Proclamaron una República de Igualdad, decretaron la abolición de los privilegios, la liberación de los esclavos, la eliminación de la nobleza blanca y la suspensión de los pagos de tributos. “Hasta que traicionado por un soplón (Chirinos) fue tomado preso y condenado a muerte en la horca”, explica Brito Figueroa.
Las insurgencias y la concreción
“El hecho de incorporar a los mulatos, a los pardos, con representación así no sea directa, sino a través de un blanco, en este caso José Félix Ribas como diputado de los pardos tanto en la Junta Suprema como al Congreso Constituyente de 1811, eso es un cambio radical”, explicó el profesor Luis Pellicer.
Tanto las rebeliones citadas como otras acciones que violaban el orden simbólico de la sociedad colonial como insumisiones y resistencias pasivas, produjeron cambios concretos, que aunque lentos fueron progresivos, como el caso de esta representación que ganan los pardos que para para el historiador refleja un símbolo de la transformación que estaba viviendo esa sociedad.
“Hubiera sido impensable que un pardo pudiera participar, por ejemplo en el Ayuntamiento de la sociedad colonial. Esos cambios son evidentes en algunos documentos encontrados donde los pardos y negros, se atreven a decir cosas que habría sido impensable decir: 'Yo hasta en los talones llevo el patriotismo, una cosa de subversión tremenda”, agregó
Abolida la esclavitud, al menos en el papel, en 1854, entran en actividad los partidos liberales y conservadores, en la década de 1860 a 1870, y los descendientes de africanos se incorporan a los partidos políticos aunque en los sectores dominantes persisten prejuicios coloniales y discriminación.
La antropóloga Iraida Vargas afirmó que el racismo colonial y republicano sancionó negativamente al mestizaje, lo que produjo la exclusión social de la mayoría de la población mestiza, compuesta fundamentalmente por mulatos, mulatas, zambos y zambas, que posteriormente pasó a integrar mayoritariamente los sectores populares urbanos.
Sobre una barca, un español recibía las perlas, los negros tomaban aire y volvían a sumergirse en las profundidades del mar, la rutina se repetía desde el amanecer hasta los últimos rayos de sol, y el 27 de febrero de 1989 volvió a despertar la rebelión.
“El conocido Caracazo, la primera rebelión popular contra el neoliberalismo que haya conocido la humanidad. La condición de minusvalía que existió desde la colonia entre las clases populares venezolanas se vio reforzada y se reprodujo siempre de manera creciente en la misma medida en que se fortaleció la pobreza en la cual han vivido desde entonces tales clases”, concluyó Vargas.
Una de las primeras explotaciones que sufrieron los africanos de manos de los españoles fue a propósito de la llamada pesca de perlas. Y cada vez que los negros descendían obligados en el agua salobre por el afán de lucro de España, también se alimentaba su espíritu rebelde.
“Los negros sufrieron las tremendas penalidades de la pesca de perlas mientras ésta fue una actividad floreciente. Los más terribles esfuerzos se exigían a los buzos, quienes a veces 'reventaban' y los dueños simplemente los sustituían”, expresa Miguel Acosta Saignes en su libro Vida de los esclavos negros en Venezuela.
Los echaban al mar, una y otra vez, para que se sumergieran en las profundidades a excavar entre la arena y extraer las codiciadas ostras perlíferas. Venían de algún lugar de África, y sus pulmones se agotaban cada vez que eran obligados a descender al fondo marino.
“En 1603 se sublevan los negros en las rancherías de perlas en la Isla de Margarita que desde los comienzos de la conquista se transformó en uno de los centros más importantes de esclavización, en razón de la necesidad de mano de obra para la extracción de perlas”, expresa el historiador Federico Brito Figueroa, en su libro Insurrecciones de los esclavos negros en la sociedad colonial venezolana.
Las rebeliones se repitieron en otras rancherías de perlas, en las minas, en las haciendas cacaoteras, cafetaleras, azucareras, y también se hicieron presentes otros actos insurgentes que rompían con el orden simbólico impuesto por los europeos y por su estructura de jerarquías sociales excluyente y racista.
Brito Figueroa es uno de los primeros en denunciar la intención de algunos historiadores en presentar la lucha de esclavos negros en la sociedad colonial venezolana como esporádicas acciones sin contenido económico y social, y demostrar que la masa de pobladores africanos y sus descendientes aceptó pacíficamente la institución esclavista impuesta por los colonizadores blancos.
El historiador Luis Felipe Pellicer, quien actualmente está a la cabeza del Archivo General de la Nación (AGN), también alza su voz en este sentido: “Hay muchos historiadores que piensan que el pueblo no es conciente de las razones de su insurgencia y de su rebelión, y la consideran como un movimiento telúrico sin razón, sin conciencia, pero hay una conciencia política de por qué se insurge”.
Además, refirió que hay una intención de emancipación siempre que hay una intención de imposición de sistemas opresión que limitan, coartan y suprimen la libertad.
“El proceso de rebeliones, de insurrecciones, insumisiones en contra del sistema opresivo que además era el sistema capitalismo en ciernes, incipiente, que está allí en 1498, y es contra ese sistema que empiezan a insurgir los pueblos indígenas y los pueblos africanos sometidos a condiciones de esclavitud durante el siglo XVI, XVII y durante el siglo XVIII”, expresó.
Cien azotes y mutilación al negro que alce su mano
“Cualquier negro que tomase a brazos y alzare mano para dar a algún cristiano le sean dados cien azotes y le corten la mano derecha”, así rezaba una de las ordenanzas de Nueva Cádiz alrededor del año 1537, que también se contemplaban castigos como mutilaciones de pies, castraciones y hasta la muerte.
Actos como estos soplaban la encendida candela de la rebeldía que terminó de estallar en insurrecciones como la del Negro Miguel, en las minas de oro de Buría, cerca de Nirgua, estado Yaracuy. Este alzamiento se extendió desde 1553 a 1556, que el profesor Ramos Guédez ubica entre las primeras.
La noche en que Miguel iba a ser castigado con rigor se resistió a ser nuevamente humillado, vio una espada a su alcance, se defendió del torturador y huyó al monte. No eran impulsos inconscientes lo que movían a Miguel, las razones tenían un fundamente lógico: “Conseguir la libertad que tan justamente la podían procurar, pues habiéndolos Dios criado libres como las demás gente del mundo (...) los españoles los tenían sujetos y puestos tiránicamente en perpetua y miserable servidumbre”, como expone en una cita Brito Figueroa.
La lucha de Miguel no se agotó con su muerte. A su impulso emancipador se le unió al movimiento de resistencia de los Jiraharas que provocó, tiempo después, que los españoles abandonaran las minas.
“Aunque materialmente vencido, el Negro Miguel, sirvió de inspiración y guía al levantamiento de la etnia Jirahara, que se mantuvo en pie de guerra e irreductible durante casi setenta y cinco años, lo que daría como resultado la república de zambos y mulatos”, expresa José Bracho en el libro Chimbánguele: paradigma del cimarronaje cultural en Venezuela.
Rebeliones, rebeliones y más rebeliones
Sublevación de negros perleros, 1603; incursiones en los hatos, 1726; la sublevación Andrés López Rosario, Andresote, en los Valles de Yaracuy, en 1732; la insurrección de 1749 en la provincia de Caracas, la sublevación de Guillermo Ribas, 1771; Miguel Jerónimo, alias Guacamayo, 1794, cumbes, cimarroneras y más cimarroneras.
El historiador José Marcial Ramos Guédez prosiguió con la enumeración de rebeliones, y cuando llegó a la rebelión de José Leonardo Chirinos, en la zona de la Serranía coreana, estado Falcón, en 1795, tomó aire y se extendió:
“Fue la de mayor importancia en el período de la Colonia, en el que se señala que hubo la participación de más de 200 personas esclavizadas, e incorporaron a algunos indígenas, hombres y mujeres también”.
Ramos Guédez señaló que esta rebelión no sólo levantó la libertad como un elemento de lucha, sino que hubo una propuesta por la soberanía, de establecimiento de un gobierno soberano.
“Este insurrección estuvo vinculada con el movimiento de los Jacobinos Negros, que en esa época estaban en pleno apogeo en Haití, en Martinica y en Guadalupe. Esta lucha tiene que ver con la aspiración y los deseos de poner en práctica los famosos principios de la revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad”.
El movimiento de mulatos, negros esclavos y libres, liderado por Chirinos, tomó la hacienda El Socorro. Proclamaron una República de Igualdad, decretaron la abolición de los privilegios, la liberación de los esclavos, la eliminación de la nobleza blanca y la suspensión de los pagos de tributos. “Hasta que traicionado por un soplón (Chirinos) fue tomado preso y condenado a muerte en la horca”, explica Brito Figueroa.
Las insurgencias y la concreción
“El hecho de incorporar a los mulatos, a los pardos, con representación así no sea directa, sino a través de un blanco, en este caso José Félix Ribas como diputado de los pardos tanto en la Junta Suprema como al Congreso Constituyente de 1811, eso es un cambio radical”, explicó el profesor Luis Pellicer.
Tanto las rebeliones citadas como otras acciones que violaban el orden simbólico de la sociedad colonial como insumisiones y resistencias pasivas, produjeron cambios concretos, que aunque lentos fueron progresivos, como el caso de esta representación que ganan los pardos que para para el historiador refleja un símbolo de la transformación que estaba viviendo esa sociedad.
“Hubiera sido impensable que un pardo pudiera participar, por ejemplo en el Ayuntamiento de la sociedad colonial. Esos cambios son evidentes en algunos documentos encontrados donde los pardos y negros, se atreven a decir cosas que habría sido impensable decir: 'Yo hasta en los talones llevo el patriotismo, una cosa de subversión tremenda”, agregó
Abolida la esclavitud, al menos en el papel, en 1854, entran en actividad los partidos liberales y conservadores, en la década de 1860 a 1870, y los descendientes de africanos se incorporan a los partidos políticos aunque en los sectores dominantes persisten prejuicios coloniales y discriminación.
La antropóloga Iraida Vargas afirmó que el racismo colonial y republicano sancionó negativamente al mestizaje, lo que produjo la exclusión social de la mayoría de la población mestiza, compuesta fundamentalmente por mulatos, mulatas, zambos y zambas, que posteriormente pasó a integrar mayoritariamente los sectores populares urbanos.
Sobre una barca, un español recibía las perlas, los negros tomaban aire y volvían a sumergirse en las profundidades del mar, la rutina se repetía desde el amanecer hasta los últimos rayos de sol, y el 27 de febrero de 1989 volvió a despertar la rebelión.
“El conocido Caracazo, la primera rebelión popular contra el neoliberalismo que haya conocido la humanidad. La condición de minusvalía que existió desde la colonia entre las clases populares venezolanas se vio reforzada y se reprodujo siempre de manera creciente en la misma medida en que se fortaleció la pobreza en la cual han vivido desde entonces tales clases”, concluyó Vargas.
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