viernes, 16 de abril de 2010

Vilma Espín en Santiago de Chile: "Les traemos un abrazo fraterno de la Cuba revolucionaria...Hermanas de América.


Carolina Aguilar Ayerra

Que cálida la acogida a las 77 cubanas revolucionarias que arribaron a Santiago de Chile el 19 de noviembre de 1959 para participar en el 1er Congreso Latinoamericano de Mujeres.

Convocadas por la Federación Democrática Internacional de Mujeres, 524 delegadas de 143 países de la región participaron desde el 19 hasta el 24 de noviembre en esa importante reunión dirigida por la legendaria luchadora antifascista francesa Madame Eugene Cotton, fundadora y presidenta de esa organización internacional.



Abrazos efusivos, manos tendidas y miradas húmedas de emoción, entretejían una solidaria red que desde entonces nos ha hermanado a las mujeres de nuestra América. Era la primera vez, las primeras voces directas, testimoniales, de mujeres protagonistas de una gesta revolucionaria triunfante, que llegaban desde el Caribe al sur del continente, portadoras del influjo vivificador de nuestra Revolución.

El pueblo chileno, en especial las mujeres, se esmeraba en rodear a las visitantes cubanas de cariño y admiración. Los Andes eran ahora testigos de los nuevos tiempos de reencuentro, de las nuevas independencias, que cantaba el amigo, compañero, ilustre Neruda, al describir ese momento mágico en una poesía especialmente dedicada al Congreso. De ella, estos versos:


Mujer,
Título de oro y nombre de la tierra,
Flor palpitante de la primavera
Y levadura santa de la vida,
Ha llegado la hora de la aurora,
La hora de los pétalos del pan,
La hora de la luz organizada,
La hora de todas las mujeres juntas
Defendiendo la paz, la tierra, el hijo.

Amor, dolor y lucha se congregan
En nuestros reunidos corazones
Y mi palabra es esta:
La tierra es grande y sufre:
Está dando a luz el futuro:
Ayudemos el nacimiento
De la igualdad y la alegría.



Vilma Espín Guillois, al frente de la singular avanzada, atraía la atención de cuantas personas escuchaban sus palabras tan firmes, sus convincentes argumentos. Las cubanas representaban al Movimiento Revolucionario 26 de Julio, al Ejército Rebelde, a varios sindicatos y agrupaciones de mujeres, muchas que ya existían y otras de nueva creación, como la Organización «Católicos con la Cruz y con la Patria», que envió a una de sus más destacadas dirigentes: la recordada Lula Horstman. Allí estaban, juntas, combatientes de las luchas clandestina y guerrillera; trabajadoras, campesinas, amas de casa, estudiantes, intelectuales, luchadoras de los tiempos de Mella y de Guiteras, como las doctoras Delia Echeverría de Moret y Rosario Guillaume; mujeres que fueron salvajemente torturadas, como la valiente maestra Esterlina Milanés, a quien sus verdugos no pudieron arrancar ni siquiera una palabra.

Les acompañaban como invitadas de honor, dos compañeras de lucha: la guatemalteca María Vilanova de Arbenz y la independentista puertorriqueña Laura Meneses de Albizu Campos, quien reclamaba en aquel foro la independencia boricua y la libertad de Don Pedro, su esposo, encarcelado entonces en una prisión estadounidense.

El lema «Mujeres de América, unámonos en defensa de la vida, el trabajo y la cultura», sirvió para abordar temas relacionados con la legítima aspiración a la igualdad social y a la consideración de un todo indivisible de mujer, como madre, trabajadora y ciudadana. A la delegación cubana correspondió conducir el debate del tercer punto del temario: «Por salvaguardar la vida de las generaciones presentes y futuras, la soberanía, el progreso y la cultura de los pueblos».

El informe de Vilma al Congreso, junto a un invaluable bosquejo histórico sobre nuestro país, expone una magnífica reseña del programa de la Revolución, con su visionaria interpretación del momento histórico y del porvenir. Solo con los fragmentos que hemos seleccionado puede aquilatarse el valioso contenido de su discurso, cuyo eco aún resuena en las nuevas batallas que libran esperanzadas millones de mujeres de nuestros países unidos por la cultura, por el tesoro de sus antiguas civilizaciones, por los troncos comunes de nuestra identidad, por el amor a la tierra donde nacimos, por nuestra historia que nos colma de orgullo.

Fidel había conocido de la invitación a participar en ese congreso que sirvió para constituir la primera plataforma unitaria de los sectores femeninos de la Revolución. Por aquellos meses de 1959, Vilma le trasladó las inquietudes y los planteamientos que le hicieran las mujeres revolucionarias que pedían organizarse, participar, defender y hacer la Revolución.

El Comandante acogió la idea con entusiasmo. Y entonces, en medio de la intensidad de sus tiempos, dedicó horas fecundas a hacer y compartir reflexiones pronósticas sobre la historia y la situación real de las cubanas, dramáticas muchas veces, tal como lo pudo apreciar en la Sierra. Y calorizó el proyecto de la asistencia a la reunión de Chile, intercambió con aquel grupo pionero de compañeras y encendió el ímpetu creador para organizar y unir a todas las mujeres del país con la idea de transformar su desventajosa situación social.

La dedicación de Fidel a estos análisis justicieros y revolucionarios en las decisivas horas de 1959, signó a la delegación de las cubanas, trazó su rumbo y su espíritu, fue antecedente necesario para forjar la unidad. Por ello, resonaron como una sola en las sesiones congresionales, las voces, los anhelos y los sentimientos de Vilma y sus 76 compañeras.

El Primer Congreso de Mujeres de Chile adquirió una significativa trascendencia para las cubanas. Al regreso, Vilma y su delegación se dedicaron de lleno a las tareas organizativas con el fin de construir una nueva organización: el Congreso de Mujeres Cubanas por la Liberación de Latinoamérica, como le llamaron a la Asociación de Mujeres oficializada el 22 de marzo de 1960.

Ciertamente, el nacimiento de la nueva institución estuvo impregnado por los fuertes sentimientos patrióticos y latinoamericanistas de Vilma, quien diseñó un acertado plan de acción que conjugaba la construcción de bases organizativas con la incorporación femenina a las urgentes tareas del momento, culminando el 23 de agosto de ese mismo año con la creación de la Federación de Mujeres Cubanas.

Como ella misma definió años después, Fidel sigue siendo quien pone las banderas allí, para que nosotras sigamos demostrando, sigamos promoviendo...

De su primera experiencia en una tribuna internacional, son las palabras pronunciadas por Vilma aquel noviembre de 1959:

«[...] «es con profunda emoción que las mujeres cubanas venimos a reunirnos con nuestras hermanas de América; nuestras hermanas en idioma, en hábitos, en costumbres, pero sobre todo, nuestras hermanas en el dolor de la explotación sin límites, en el sufrimiento del hambre, y la miseria, en la infinita desolación de la ignorancia. Hermanas todas, en el padecer los mismos males bajo la misma mano expoliadora e implacable que, día a día, ha venido robándonos el aliento y la sangre de nuestros hijos y la riqueza de nuestras patrias.

Cuba trae el abrazo conmovido de todo un pueblo, que emerge hoy a la libertad conquistada sobre 20 mil muertos, hijos gloriosos arrancados de nuestros brazos por la tiranía más feroz que recuerda nuestra historia.

«[...] el pueblo cubano se ha ganado con heroicidad y sacrificio su derecho a la vida, su derecho al trabajo, su derecho a su soberanía e independencia.

Cuba desea vivir en paz, desea dedicarse a crear su bienestar en el mundo pacífico, a construir su Revolución en un país próspero, independiente, seguro de sí mismo, donde no existan ni el hambre, ni la ignorancia, ni el terror.

«La Revolución cubana afronta peligros muy grandes. La cercanía de nuestra isla al coloso del norte, nuestra pequeñez y es casos recursos, necesitan de la solidaridad de toda la América nuestra, tan dolida, tan herida por los intereses extranjeros [...]

Del mismo modo que prepararon con todo cuidado, en el siglo pasado, su intervención en la isla de Cuba, luego de fracasar en su compra a España, ahora preparan, asimismo, la agresión a nuestra Revolución [...] y las agresiones hace tiempo que han comenzado. Desde que alumbrara la gloriosa mañana del 1ero de enero, no han dejado sus enemigos un momento de reposo a nuestra Revolución.

«[...] Aquí, desde esta alta tribuna continental, a vosotras, mujeres de América, pedimos la solidaridad ardiente, combativa, alerta, de las madres, esposas, hijas, hermanas y novias; a todo lo ancho y largo de la América Nuestra, de todos y cada uno de los países americanos y cada uno de los países americanos, a fin de levantar unidas, con nuestras voluntades, una muralla inexpugnable de amor, en torno a la Revolución cubana, en torno a este David pequeño y erguido que es hoy nuestra patria, en la que un pueblo heroico ha levantado, en medio del mar Caribe, su grito de dignidad, encendiendo con su sangre un faro de libertad y emancipación para todos los pueblos de la América Latina.»

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