miércoles, 10 de marzo de 2010

A propósito de la cuaresma.

Maura Llovera

Hace un tiempito observando la cosecha social del ser humano, me ha estado revoloteando en mi cabeza esto de que somos hechos a “imagen y semejanza de Dios”. Me da pánico analizar esto porque es sumergirme en aguas muy profundas.

“A imagen y semejanza de Dios”, entonces ¿el hombre es como Dios y Dios es como el hombre?. Desde que Eva comió la manzana prohibida, comenzaron los porqués, la confusión, la discordia, las fronteras, las guerras, el poder egoísta, el quítate tu pa’poneme yo; la envidia, el engaño, la corrupción, la manipulación, el irrespeto, el desinterés. Y todo esto lo que ha traído es desolación, enfermedad, angustia, inseguridad, un gran vacío.

¿Estaremos perdidos? Porque si igualmente Dios es como el hombre, entonces en dónde colocamos nuestra esperanza para seguir viviendo?

Se lee, se escucha: “El Reino de Los Cielos está dentro de ti”. Quizá alí justamente comience nuestra esperanza. Mirando hacia afuera, buscando ídolos afuera, líderes que nos gobiernen, que nos encaminen, es lo que nos ha hecho perder la brújula. Ideales van y vienen por lo largo de nuestros años de vida, traiciones fácilmente se dan, para muestra veamos cómo el mismo pueblo que amó a Jesús El Cristo, igualmente lo mató de la manera más horrorosa.

Sí adentro de uno no se rompen las fronteras y se toma consciencia de lo que realmente nos hace humanos y libres, creo que jamás lograremos cosechar una vida social que nos permita vivir sin mentiras, sin miedos, sin estar a la defensiva, sin distancia entre unos y otros.

¿Será que tenemos que tocar fondo tanto individual como colectivamente para que sintamos ese gran vacío en el corazón que anhela VIVIR Y NO SOBREVIVIR.

Bendito aquel que haya y tenga un gran vacío en su corazón pues entonces dejara de sobrevivir y vivirá para encontrar paz, encontrar dicha, para identificarse con esa energía pura, con su verdadero hogar, con el verdadero amor.

Quizá, entonces podremos cosechar un ambiente exterior digno de nuestra propia naturaleza y de nuestra naturaleza externa y además podremos al fin ofrecerles a nuestros hijos y nietos una verdadera Vida.

Miremos al planeta y a la sociedad humana como un espejo de todo lo que nuestro pensamiento y acción han llevado a cabo y entonces cambiemos el enfoque, la mirada, lo que escuchamos, comencemos a mirar desde lo más profundo de nosotros, desde ese magnífico silencio que nos permitirá encontrar la otra cara de la moneda en esto de ser a imagen y semejanza de Dios.

Hemos conocido el lado oscuro demasiado, pero también sabemos, porque lo hemos visto y escuchado en la naturaleza, lo hermoso de ese espejo de la belleza universal. Y además el ser humano tiene una inteligencia y creatividad incuestionable y hemos también logrado Maravillas, pero están resaltando mucho las bajezas, cosechando pues mucha oscuridad.

Es cuestión de escoger qué realmente queremos y cómo queremos vivir el resto de nuestras vidas y no sólo en un período de reflexión a causa de la cuaresma o de una tragedia natural.


maurallovera@lyahoo.com

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