miércoles, 24 de marzo de 2010

Los canes bravos de nuestra Revolución.

Blanca Élida Ángel

Diariamente leo Aporrea y son muchos los que se quejan sobre conductas de la IV, que no solo no desaparecen, sino que se afianzan en la V, como ahora se dice para referirse a los gobiernos anteriores a Chávez y al mandato revolucionario. Y es que pareciera que se aplica aquello de “Candelita que se prende, candelita que se apaga”, pero no en el buen sentido que fue expresado por la militante de Portuguesa, sino con relación a la ineficiencia y abuso de muchos servidores públicos a quienes debería llamárseles “abusadores públicos”. El líder del proceso se desgasta desde su tribuna orientando y señalando la verdadera actitud de un revolucionario (apagando candelitas), y en algunas ocasiones hasta corrigiendo entuertos que no deberían suceder (candelitas que se prenden), pero que pareciera que a nadie, solo a él le interesa enderezar.

Hace algunos días, me dirigí a la oficina de la CANTV, en Caracas, para efectuar un reclamo por más de 20 llamadas a celulares no realizadas, allí y me conseguí, para mi sorpresa, con un boxer (léase perro(a) bravo(a), eso sí, con franela roja, rojita, que solo supo ladrarme y como yo no poseo el don de la comunicación perruna no le entendí al primer ladrido. Eso irritó aún más a la can bolivariana y su aullido fue aún más estridente, porque yo no sabía que había un número telefónico para pedir detallada la factura, cuando ésta, (y sucede a menudo), no llega a tiempo. Si se pasó un día el pago de la factura, ¡paga primero! ladró la compatriota (aunque no dispongas del dinero extra por el que llegó tu recibo) ¡y después reclama! ladró jadeando la rojita.

Ah… pero allí no te reciben pago, debes ruletear hasta llegar a una taquilla de paso (ahora muy escasas por cierto en Caracas) donde debes hacer más de dos horas de cola. Total: ya empleaste toda la tarde y debes destinar otro medio día para hacer el reclamo. Y no se te ocurra hacerlo por teléfono, allí se te cae la llamada, te dejan guindando en el teléfono, intentas tantas veces hacer el reclamo hasta que desistes porque el dedo índice, para horror tuyo ESTÁ CUADRADO, NO PUNTIAGUDO.

Pero pasemos al Banco Industrial de todos los venezolanos que tenemos la desdicha, como yo, de que le depositen la quincena allí. La mayor parte de personal de caja, pareciera que quisieran vengarse de los usuarios, por alguna afrenta infringida que desconocemos, porque ellos en medio de una cola kilométrica fuera del banco, arreglan los fajos de billetes, conversan, salen de la taquilla, mientras la cola de cinco personas dentro del banco, espera. A pesar de contar con oficinas más o menos amplias, solo pasan pocos, los demás deben esperar en la calle haciendo fila. Ah… y no se les ocurra decirle algo al guachimán (vigilante) porque te irrespeta y también te ladra…

Cuando al fin consigues que te mal atiendan, nunca tienen billetes de denominación medianamente alta. Te dan, por ejemplo, Bs.600 en billetes de Bs.5 y lo toma o lo deja, como en los concursos de pueblo con megáfono. Por supuesto que esta conducta es repetitiva como lo es que solo hay dos cajas habilitadas y por supuesto, ninguna para la tercera edad, aunque aparezca rotulada. Agreguemos lo expresado por el compatriota Johan López en su artículo “El drama del Banco Industrial de Venezuela” en Aporrea y tendremos un monstruo rojo rojito más que nos agota la paciencia y la esperanza de un mejor país.

Como en las telenovelas, no se pierdan el siguiente capítulo sobre otros muchos monstruos rojos, rojitos. La pesadilla continúa… y nos impiden despertarnos…

POST DATA: Qué bueno que existe Aporrea, para drenar aunque Aristóbulo diga lo contrario.


blancaelida@gmail.com

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