Pese a los cantos de la oposición y lo que supuestamente reflejan las encuestas pagadas por grupos empresariales y políticos contrarios al Gobierno, la mayoría de los venezolanos estamos firmemente dispuestos a votar por el Sí del referendo. Basta ver la alegría y el entusiasmo de las marchas, caravanas y concentraciones de apoyo a los cambios constitucionales. En Caracas, San Cristóbal, Maracaibo, Valencia, Maracaibo, Barcelona…Los cambios propuestos por el presidente Chávez y enriquecidos por la Asamblea Nacional, más que establecer las bases para una nueva y más eficiente institucionalidad, delega en el pueblo, en el soberano, más poder del que alguna vez haya tenido. Y eso, eso es lo que duele a los cultivadores del odio y la violencia que pretenden bañar de sangre al país.Hace pocos días visité a mi hermano en Barcelona y pude notar cómo en esa ciudad y en varias del interior de Anzoátegui, una verdadera marea roja inundaba las calles, entusiasta, convocada en apoyo a la reforma. Ni por asomo se vio que ninguna de esas personas estuviera allí obligada. Mi cuñado, hombre escéptico y de poco hablar, me hizo notar la excelente organización de los eventos y la masiva asistencia, que contrasta con la poca concurrencia de los mitines convocados por los opositores. Politólogo de oficio, me explicó que para lograr una movilización de esa naturaleza, además del entusiasmo y el convencimiento de la gente, se necesita una excelente organización y disciplina.He visto que varios ministros del presidente Chávez y diputados de la Asamblea Nacional recorren el país llevando el mensaje de la reforma, convenciendo, convocando a las concentraciones, marchas, mitines. En Anzoátegui, lo supe después, le tocó al ministro del Interior y Justicia, Pedro Carreño. Y no pude menos de maravillarme por lo nutrido de las caravanas y la alegría de los concurrentes. Fue, realmente, una fiesta que disfruté desde la acera donde la vi.Si lo que hizo Carreño en Anzoátegui se está repitiendo en todo el país, no sé qué busca la oposición. El Sí debe ganar de arrope, como se dice popularmente.
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