domingo, 18 de noviembre de 2007

Chávez, el líder que rescató a la Opep, pide ponerla al servicio de los pobres

Hernán Mena Cifuentes

“Pondremos de rodillas a la Opep”, prometió un día Ronald Reagan, y su palabra se cumplió, hasta que Hugo Chávez Frías llegó para rescatarla y devolverle la soberanía y dignidad que le dieron los padres fundadores, haciendo que el petróleo recobrara un precio justo, y hoy, cuando la amenaza prepotente se ha devuelto como búmeran contra el Imperio, que pide de rodillas más petróleo para paliar la insaciable sed del consumismo que lo ahoga, el líder revolucionario pide que se ponga al servicio de los pobres del mundo. No se quedó allí, la lucha que en el marco de una estrategia geopolítica cuidadosamente preparada, despliega el Presidente venezolano, como militar y estadista que es, la cual se inició, al reunir hace 7 años en Caracas a los jefes de Estado de las naciones que conforman la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep), ya que ahora, después de aquel triunfo de carácter económico, se dispone a presentar ante una nueva Cumbre de la organización, su revolucionario proyecto humanista, eminentemente social. El anuncio lo hizo al regresar a su país, tras asistir a la XVII Cumbre Iberoamericana donde cosechó otra histórica victoria, esta vez moral, sobre la soberbia de un ilegítimo soberano, no elegido “por la voluntad de Dios”, como aseguraban los pontífices de Roma, sino por Francisco Franco, sanguinaria figura del fascismo, ideología que hasta hoy subsiste en el país y, quien bañó de sangre a España, al desatar una guerra civil que con apoyo de Hitler destruyó pueblos y ciudades como Guernica, crimen de lesa humanidad inmortalizado por Picasso en la que es una de las más famosas de sus obras. Mientras preparaba su equipaje para dar inicio a otro de los viajes que en su incansable recorrido realiza por el mundo llevando su mensaje de justicia, paz y unidad a los pueblos oprimidos, víctimas de los imperios que los llevaron a abismos de hambre, miseria, enfermedad e ignorancia, Chávez dio a conocer el proyecto a presentar ante la III Cumbre de la Opep este fin de semana en Riad, Arabia Saudita, plan que, además de contribuir a incrementar la acción política mundial de la organización, busca intensificar su solidaridad con el Sur. “La Opep -dijo el jefe del Estado venezolano- no debe quedar solo como una organización técnica para cooperar entre nosotros mismos (sus miembros) en materia energética. Debe convertirse en una organización con un gran peso geopolítico”, -señaló-, para luego explicar el contenido y alcances de su nuevo proyecto social a favor de los pueblos del Tercer Mundo, cuyas economías están siendo dañadas por los altos precios del petróleo, que se han incrementado por efecto de las políticas belicistas y hegemónicas de Estados Unidos, y el consumismo desenfrenado que agota las reservas estratégicas de ese país, y envenena al planeta. Son plagas propagadas por el capitalismo globalizador y su modelo neoliberal exentos de principios y valores éticos y morales, que, de no ser detenidos a tiempo, llevarán al mundo por el camino que conduce al caos económico y social, y a la muerte de planeta, que ya se vislumbra con el alza de los precios de alimentos y su escasez, de la vivienda, la ropa, los servicios y por supuesto, del petróleo, que se aproxima a los 100 dólares el barril, tras el fracasado experimento de ese aprendiz de brujo que ha sido Bush Jr. al practicar el juego de la guerra para adueñarse del energético del mundo. En diametral oposición a ese proyecto del “Nerón del siglo XXI”, Chávez anunció este martes en Caracas, que presentará ante los presidentes, reyes y demás dignatarios que participarán en la Cumbre de Riad, un plan, basado en la cooperación de la Opep con los países más pobres, pasando luego a explicar el trascendental contenido social de su proyecto. “Si el precio (del petróleo) se ubica, por ejemplo, -comentó- en 100 ó 120 dólares, (el barril) pues que los países ricos lo paguen a ese precio, pero si un país es pobre, -agregó- se lo venderemos a 20 dólares. Eso, -manifestó- rompe con el dogma capitalista.” Con su propuesta, el mandatario puso una vez más en evidencia, el espíritu de solidaridad que caracteriza a los actos de su quehacer humanista, diametralmente opuesto a la mezquindad y el egoísmo que anida en la mente de los gobernantes estadounidenses y de aquellos que en Venezuela y en el resto de América Latina, el Caribe y el mundo que, como practicantes de la usura y la codicia, critican al líder de una Revolución amasada con la levadura del amor y la justicia, las ayudas que suministra a los pueblos que carecen de recursos suficientes para atender sus necesidades. Porque, son el odio, la violencia y la muerte presentes en las conspiraciones y guerras que ha desatado por el mundo, las herramientas utilizadas por George W. Bush y sus “halcones”, en complicidad con apátridas colaboradores de las oligarquías criollas, las transnacionales petroleras y demás sectores afines a su proyecto hegemónico, y no la Opep, como pretende hacer creer Washington, los elementos que condujeron a la crisis que hoy vive el mundo como resultado de los elevados precios del petróleo y la contaminación originada por su abusivo consumo que amenaza con destruir la tierra. Desplazados de su puesto como dueños del petróleo por la acción revolucionaria de visionarios como el venezolano Juan Pablo Pérez Alfonso, “El padre de la Opep” y cuatro de sus homólogos árabes que hace 47 años crearon la organización, EEUU, junto con otras potencias occidentales, viendo perdido el dominio que ejercían sobre la energía planetaria, diseñaron un macabro plan para recuperar el elemento que mueve la monumental maquinaria de la industria, el comercio y demás actividades que le permitieron conquistar y mantener su supremacía económica en el mundo. Uno de los estrategas del maquiavélico proyecto fue Henry Kissinger, personaje tristemente célebre por ser el autor intelectual de acciones conspirativas, conflictos bélicos en América Latina, el Caribe, África y otras partes del planeta, que costaron la vida a millones, como el haber planificado el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, mediante un golpe militar que llevó al poder al dictador Augusto Pinochet, quien desgobernó durante 17 años a Chile, desatando una espiral de muerte en la patria de Neruda. Kissinger, un fascista alemán de nacimiento, quien primero, fue Consejero de Seguridad Presidencial y más tarde Secretario de Estado de EEUU, fue el creador en la década de los 70, de esa política energética orientada a apoderarse del petróleo del mundo, continuada por el presidente Reagan en los 80, tan perversamente exitosa, que debilitó de tal manera a la Opep, hasta ponerla virtualmente “de rodillas” al propiciar la caída de los precios y algunas deserciones de gobernantes y altos funcionarios de la industria quienes, traicionando a sus patrias, se pasaron a las filas del Imperio. La conspiración incluyó todo tipo de maniobras políticas y financieras, presiones y chantajes y prosiguió cada vez con mayor fuerza, cuando el Imperio, tras la caída del campo socialista, con la llegada de los años 90, se creyó dueño del mundo, basado en la tesis de Francis Yokohama, quien aseguró que había llegado el fin de la historia y, con mercenarios del mundo petrolero, como los dirigentes de Pdvsa de esa época, que se disponían a privatizar la industria en Venezuela, entonaron himnos triunfales, sobre lo que pensaron, era el cuerpo moribundo de la Opep. Pero , al finalizar la década, tuvo lugar un hecho memorable, al asumir la presidencia de Venezuela, Hugo Chávez Frías, un revolucionario que debió enfrentar a partir de entonces y hasta nuestros días, al Imperio más poderoso de la historia, que se hizo aún más agresivo y brutal con la llegada al poder de George W. Bush, en enero de 2001, al desencadenar una conspiración en complicidad con la oligarquía venezolana que, en 2002 culminó su primera fase, con el golpe de Estado del 11-A. Un año después, imitando a su padre, que había invadido a Irak, Bush Jr. lo invadió de nuevo, pero, hasta ahora ha fracasado en su intento de adueñarse del país y su riqueza energética, debido a la resistencia de un pueblo que, al igual que el venezolano y su gobierno revolucionario, que, a pesar de no haber caído en los horrores de una guerra, han desmantelado las conspiraciones que hasta hoy ha propiciado Washington y sus lacayos. No obstante y, a pesar de sus fracasos, Irak y Venezuela, junto con Irán, otro país incluido en la lista de sus agresiones, siguen siendo objetivos claves del proyecto hegemónico imperial, que contempla el hacerse del petróleo del planeta, recurso que abunda en esas tres naciones y que, en caso de conquistarlas, su victoria le abriría las puertas a nuevas invasiones en el Medio Oriente y a la conquista de América Latina, regiones éstas que también poseen inmensas reservas del “oro azul”, el agua que escasea en el planeta y es codiciada por el Imperio, igual o más que el “oro negro.” Pero, mas allá de los ingentes recursos energéticos y acuíferos que posee Venezuela, para EEUU es prioritario destruir a Chávez y a la revolución que lidera, porque el mandatario, además de liderar un proceso integrador en América Latina y el Caribe, que está desplazando al Imperio del poder que detenta en la región, es el líder que ha devuelto el poder perdido a manos del Imperio, a una Opep fragmentada y desorientada, que resurgió de sus cenizas como la mítica Ave Fénix, gracias a la acción unificadora del mandatario venezolano, quien hizo realidad lo que para muchos era un imposible. Para lograrlo, se convirtió en el viajero impenitente que atravesó océanos, mares, cordilleras, valles y desiertos, para visitar, en medio de los riesgos y peligros que le acechaban, a los jefes de Estado, presidentes y reyes, gobernantes de los otros 10 países que junto con Venezuela son miembros de la Opep y, mientras lo hacía, el Imperio y sus lacayos se desbordaban en críticas y amenazas de todo tipo con el fin de obstaculizar una misión que para él representaba una cuestión de vida o muerte, y la vida triunfó sobre la muerte. Fue en septiembre de 2000, cuando llegaron a Caracas, los presidentes, príncipes y reyes convocados por Chávez Frías para participar en la II Cumbre de Jefes de Estado y dignatarios de los países miembros de la Opep, evento que marcó un hito en la historia petrolera y un triunfo del Tercer Mundo sobre EEUU y otras potencias occidentales que observaron impotentes, cómo caían derribados por la fuerza de la unión de esos gobernantes, los muros de la conspiración que habían erigido durante años para mantener aislada, fragmentada y debilitada a la organización. La capital venezolana fue escenario ese año, de un evento que culminó con la firma de la Declaración de Caracas, documento, que fue el punto de partida hacia una nueva relación equitativa, de igual a igual, entre los países productores y consumidores, que debieron someterse a las reglas impuestas por los legítimos dueños del petróleo que finalmente lograron un precio justo por la venta del hidrocarburo, al eliminar las leoninas condiciones que hasta entonces imponían los compradores de un producto no renovable que cada día escasea más debido al desenfrenado consumismo que priva en las sociedades del Primer Mundo. Chávez, el arquitecto de esa histórica conquista, le ha advertido a las naciones industrializadas y en especial a EEUU, el primer derrochador de energía, del peligro que significa el despilfarro, pidiéndoles que reduzcan su consumo, pues de continuar con ese despilfarro, estarían acelerando el proceso de contaminación originado por el letal CO-2 que emana de los combustibles fósiles, y cuyos efectos aceleran el cambio climático con sus lluvias torrenciales, sequías, incendios, deslaves y otros desastres “naturales”, como el deshielo de glaciales que amenaza con dejar bajo las aguas a las costas del planeta. El mandatario señaló en este sentido, que “esto es la locura capitalista. Esto no es sustentable. Hay que hacer un llamado a la reflexión a los que han impuesto este modelo al mundo y, una reflexión para todos nosotros, ya que está científicamente demostrado que, si el modo de vida norteamericano de consumismo desarrollista se implantara en todo el mundo, harían falta siete planetas Tierra, para sostener ese modelo de vida.” Pero los gobernantes imperiales, han hecho caso omiso a la advertencia aún antes de que la hiciera Chávez, como lo demostró George Bush, padre de Bush Jr. en 1992, durante la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, evento organizado por la ONU, para buscar fórmulas de solución a la contaminación del planeta, que no soporta más el ecocidio de que es víctima por la inconsciencia del hombre. Con gran cinismo e irrespeto a la vida humana y las demás criaturas que pueblan el planeta, a los bosques, ríos, lagos, mares y demás fuentes de agua que sustenta la vida en la tierra, el mandatario yanqui, dijo para asombro de los científicos allí reunidos que, “the american way of life is not negotiable”, es decir, que “el modelo de vida estadounidense no es negociable.” Algo mucho más que un exabrupto, una herejía negadora de la vida. Su hijo, hizo algo aún peor, al retirar a EEUU del Protocolo de Kyoto, instrumento jurídico, (había sido suscrito por Bill Clinton su inmediato antecesor en la Casa Blanca) que busca mediante un acuerdo entre las naciones del planeta, reducir la contaminación que emana de los combustibles fósiles, especialmente de las plantas industriales y del monumental parque automotor de los EEUU, el mas grande de la tierra, argumentando, al rechazarlo, que afectaría el desarrollo económico de su país.” Ante el rechazo de la sociedad planetaria a su posición, Bush Jr. decidió adoptar una medida, aún más irracional, impulsando el uso del etanol, biocombustible derivado de productos del campo, como maíz, soya, trigo y caña de azúcar, para alimentar, en vez de a los seres humanos, a los tanques de los automotores y factorías de primer mundo, lo que originaría, en caso de concretarse ese proyecto, un genocidio global que, como lo denunció Fidel Castro, estaría “condenando a una muerte prematura por hambre y sed, a mas de 3 mil millones de personas en el mundo.” Qué contraste de vida y muerte, el que presentan las propuestas del “Nerón el siglo XXI” y el Comandante y Presidente venezolano, quienes, con visiones diferentes, esgrimen la herramienta del petróleo en defensa de ideas y proyectos y metas totalmente opuestos entre si, y que, por la magnitud del impacto que cada uno de ellos está llamado a ocasionar en el mundo, muestran la fina línea divisoria que separa al caos total, de la salvación de la especie humana y el planeta. Y es que, mientras Bush, el imperialista, plantea como solución a la amenaza que se cierne sobre la sociedad consumista, la medida que conduciría a la muerte prematura miles de millones, con la única finalidad de garantizar el desarrollo de la economía de EEUU, Chávez Frías, el humanista, busca una mejor calidad de vida para quienes viven en abismos de pobreza, y en tal sentido se propone pedir a la Opep, que un día rescató del Imperio, que les venda petróleo a precios solidarios, como él lo está haciendo, sin mezquindad ni egoísmo, con sus hermanos de América Latina y el Caribe.

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