martes, 20 de noviembre de 2007

Flor (mediática) de un día

José Vicente Rangel

Lo del general Baduel fue flor de un día. Le ocurrió lo mismo que a los generales patéticos del 11 de abril y Plaza Francia -conste que no pretendo desconocer el decisivo papel que él jugó en abril como comandante de la 42 Brigada de Paracaidistas-. Ellos lo apostaron todo a la fugacidad del momento; cambiaron lo real por lo virtual y fracasaron.Ahora el general Baduel también hizo un cálculo equivocado. Su actitud indica que apostó mal el lunes 5, el día después de la gigantesca marcha chavista. ¿Por qué no se pronunció antes? ¿Por qué no esperó que transcurriera un tiempo prudencial después del abrumador despliegue bolivariano de masas? Muchos se hacen esas preguntas con suspicacia. Tampoco se explican por qué, si el general objetaba el proyecto socialista y la reforma, no se deslindó cuando era ministro de la Defensa, como lo hicieron otras figuras de la FAN en el pasado. O por qué no concurrió, cívicamente, a la Asamblea Nacional cuando ésta abrió el debate sobre el tema, como lo hicieron personas de distintas tendencias políticas e ideológicas: Ramos Allup, Borges, Un Nuevo Tiempo, Copei, Istúriz, Díaz Rangel, representantes de gremios profesionales y económicos, y quien escribe esta columna. Algo inexplicable, que siembra dudas en el colectivo y arroja sombras sobre el general.La doctrina Baduel. ¿Cuál es el concepto de democracia del general Baduel? Para justificar su argumento de que la reforma es un golpe de Estado -pero que el planteamiento no es golpista- llama a votar por el No.Eso está bien y tiene derecho a decirlo. Pero al calificar de golpista la reforma cuestiona de manera inapelable un pronunciamiento favorable al Sí.En otras palabras, la novísima "doctrina Baduel" sobre sufragio consagra la relatividad de éste. Se reconoce su validez si es favorable a la posición que uno tiene, pero se desconoce si es favorable al adversario. De acuerdo a este razonamiento el pueblo tiene que votar fatalmente por el No, porque si lo hace por el Sí consuma un golpe de Estado. ¿Quién es golpista, Chávez, ponente de la reforma tramitada en el marco del estado de derecho, o Baduel que la cataloga de golpista aún en el caso de que el pueblo la vote favorablemente? El hocico de la violencia. Esta manera de asumir la situación conduce, fatalmente, al tema de la violencia. La pregunta es obvia: ¿Quién o quiénes ponen la violencia? Por lógica al gobierno no le conviene, al contrario, le interesa la paz. Y al respecto debo decir que no ha habido en Venezuela gobierno más respetuoso de los derechos humanos, que haya apelado menos a la violencia de Estado, que el actual.La comparación, en similares situaciones críticas, con los gobiernos de la IV República lo confirma. En cambio, la oposición siempre toma el atajo de la violencia. Por diversas razones, sociales y clasistas, o por el fascismo que subyace en sectores desplazados que no creen en la democracia ni en el estado de derecho. Que ante diversos episodios: Proceso constituyente, Constitución de 1999, leyes habilitantes, medidas sociales y económicas, no vacilaron en apelar a la violencia. Su formato es la conspiración, el golpe, la guarimba. Y entre sus trucos está acusar al gobierno de Chávez de intentar un golpe contra la Constitución, la misma que ellos repudiaron cuando se aprobó en referéndum popular.Todo acto democrático promovido por los causes legales, lo aprovecha la oposición para desestabilizar. Lo que ocurre con la reforma confirma esa irreversible tendencia. Este comentario lo vinculo a lo ocurrido con el general Baduel, demostrativo de que cada quien dice lo que quiere sin riesgo alguno y confirma que lo que antes era extraordinario y conmovía, ya no lo es.Ahora lo asumimos con normalidad, al mismo tiempo que el medio pierde influencia en la sociedad. Los que apuestan a los liderazgos salvadores deben recapacitar. El ciudadano logró un nivel de conciencia, de capacidad para discernir, que lo vacuna contra la manipulación. De ahí que asimiló sin traumas el caso Baduel y le da la espalda a la violencia. A la prédica tremendista para acabar con el proceso bolivariano. Por eso fallan los planes siniestros y se derrumban orgullos y delirios.

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