Ana Zhennamir Rivas Delgado
No, este artículo no trata de ninguna de las magistrales obras de IsaacAsimov. Se acerca tal vez a la trama de "El Hombre Bicentenario", donde unatípico robot (producto de un “pequeño” accidente de la ingenieríafuturista), inicia un conmovedor viaje desde su amasijo de circuitos hastala anhelada condición humana que, por cierto, demuestra verdaderamentemerecer.Pero mi historia, paradójicamente símil a la de Asimov, se escribe alcontrario. Y describe el tétrico viaje de millones de hombres, desde lo másadmirable de su humanidad, hasta la sombría tierra de los autómatas. Ni “Laguerra de los mundos”, -aquel famoso programa radial con el que H.G. Wellshizo temblar a la sociedad norteamericana de 1938, ocasionando inclusosuicidios-, ni las películas de ciencia ficción que narran la hegemonía derebeldes e inteligentes máquinas apoderadas del mundo, han logrado planteartan absolutamente el horror como lo hace la realidad actual: latransformación de ser humano a robot biológico.¿Cómo? ¿A robot biológico?... puede sonar descabellado para quien nunca hareflexionado sobre el tema, pero, hablando de socialismo en Venezuela, valela pena darle una revisión a la necesidad de liberar al hombre hacia nuevosparadigmas.En ese sentido cabe establecer que la asunción de un modelo socialista,realmente socialista, exige la humanización de los individuos. Y no se tratatan sólo de la condición humanitaria que le permite a una persona conectarsecon la necesidad ajena, entenderla y solidarizarse con ella; a estasalturas, cuando el siglo XXI presagia una catastrófica crisis ecológica ysobre el tablero mundial las grandes potencias militares juegan a lossoldaditos atómicos (monos con pistolas, indudablemente), ya no bastanbuenas voluntades y deseos lindos. Humanizado, ahora, es antónimo deautomatizado, y con la misma amplitud de la palabra.Como la materia es compleja, antes de nadar en las corrientes ideológicasdel socialismo, conviene chapucear un poco en las orillas filosóficas de laprofundidad humana; el mejor antídoto contra la masificación de laestupidez, no es otro sino la masificación del auto-conocimiento y de lacapacidad analítica.Para empezar, es preciso señalar que ningún enfoque ha resultado tan nocivopara el desarrollo de la sociedad occidental como el del antropocentrismo(de "anthropos", humano; y "kentron", centro), aquella teoría que propuso alhombre como centro del universo, medida y fin último de todas las cosas,donándole cuestionables derechos sobre el resto de los seres y de laorganización del mundo. Por esta concepción el occidental también tiende asobrevaluar a la especie humana, atribuyéndole un sesgo de superioridad tanficticia, que lo coloca por encima de su propia naturaleza. Esto, en dosplatos, deriva en la idealización de la inteligencia humana a un nivel tal,que el hombre común obvia la existencia de ciertos patrones mecánicos en sudesarrollo psicológico e intelectual.Desde este punto de vista, el individuo se percibe a sí mismo del todoindependiente y autónomo, libre en sus decisiones y preferencias, cuando enel fondo puede estar siendo inducido y manejado por quienes sí conocen yaplican las reglas de juego a su única conveniencia, mediante el uso desofisticados aparatos de ondas de radio, sistemas digitales y mediosimpresos. Ah, y por cierto, no me refiero a otra cosa que la televisión, laradio, las vallas publicitarias, etc.Cuando las personas son manipuladas para comportarse de tal o cual manera,asumir determinados valores y adquirir un sistema de vida que veladamenteles es impuesto, se ven reducidas al papel de robots biológicos, sutilmenteprogramados mediante un constante bombardeo del que muchas veces no hacenconciencia. Una cosa es la aceptación y adaptación a las normas sociales-que se nos inculca desde pequeños para poder integrarnos armónicamente a lasociedad-, y otra muy distinta es asumir como válidos y necesarios “modelossociales” los estigmas con los que nos envenenan desde la publicidad. Yantes de caer en lugares comunes, vale acotar que como medio de propagaciónde un mensaje, la publicidad en sí no es un instrumento naturalmentenegativo. Para mí, la publicidad es la energía nuclear de la psicologíahumana: se puede utilizar con los fines más constructivos o con los másdestructivos, todo depende de la intención de quien la aplica.Desgraciadamente, parece que es un interés generalizado usarla con finesparticulares, sin importar el cáncer que se introduce en la humanidad.Basta pasar un día pegado al televisor, para terminar no sólo con una buenaporción de masa gris fundida y una melcocha de neuronas en el cerebro, sinoademás, con una buena bolsa de idioteces entre ceja y ceja, entre las quedestacarán:- Lo importante que es estar a la moda para ser un individuo más valioso.- Lo especial que resulta un sujeto por tener tal tarjeta de crédito (queautomáticamente lo hará más elegante, prestigioso y con clase).- Lo mucho que la amará su familia, señora, si les lava la ropa con elenjuague X.En la lista, que resulta interminable, hay que agregar prioritariamente quees inútil tomar agua porque lo que quita la sed es la coca-cola, que no haymejor comida en familia (y más nutritiva) que la de McDonald, y que enrealidad los banqueros son excelsos filántropos, cuya mayor ganancia eshacer felices a sus clientes gracias a la “facilidad” con la cual lespermiten acceder a sus “sueños” (a cambio de una pequeñiiiiita tajadita deintereses, comisiones y costos que le dan derecho a formar parte de “unagran familia”). Y esto sólo por mencionar las propagandas, porque sihablamos de novelas, series, noticieros y demás, no acabamos. El juego sejuega desde los más íntimos impulsos y necesidades humanas: los sentimientosmaterno-paternos, el deseo de aceptación, la sexualidad, la ternura, lavanidad, etc., etc., etc.Lo más grave y peligroso se establece, por lo general, no con lo que se dicedirectamente en el mensaje, sino con lo que no se dice (se muestra).Recuerdo haber leído alguna vez en un libro acerca de la teoría del mercadeoy publicidad, que los supermercados estaban diseñados, por ejemplo, paradespertar la compulsión en los compradores. Viajar por esos pasillos llenosde marcas… formas… colores… en una especie de trance que lleva las manos deun lado a otro. ¿Alguna vez ha ido por papas y sale con un mercado de -200.000 Bs. (- 200 Bs.F) en el bolsillo? Bueno, juzgue usted mismo.Y si de casualidad aborda alguna obra didáctica sobre diseño gráfico, sedará un banquete de manipulaciones con los estudios de color, tipografía,etc. Colores que dan hambre o sed nada más de verlos, letras que transmitenelegancia o informalidad, y así sucesivamente. Todo está fríamente calculadopara manejarlo e inducirlo, pero no sobre la base de una elección plenamenteconsciente, sino desde la emotividad, los sentimientos y los instintos.De esta forma, se han ido penetrando y dominando las sociedades actuales,para estructurarlas a las necesidades y deseos de unos pocos: los queadquieren poder económico, político y social al manejar como borregos a lasmasas.Gracias a este bombardeo, el fin último de la existencia humana se ha idolimitando a una vulgar compra-venta de bienes y servicios, los cuales,colateralmente, instalan certeramente valores huecos y muchas vecesinhumanos: ideales de belleza que plantean humillar a quienes están fueradel estándar, desmedida ambición de riquezas (¿realmente es indispensabletener tanto más de lo que se necesita para vivir dignamente?), racismo yclasismo que colocan la valía humana dentro de una escala de rasgos físicosy capitales monetarios, superficialidad ofensiva que le resta sentido alobsequio evolutivo que la naturaleza dio al hombre, violencia,resentimiento, ignorancia. Los daños son incontables, y todas lascorporaciones y empresas (pequeñas o grandes), así como los individuos queabusan de la manejabilidad y susceptibilidad humanas, son culpables.Forjar un modelo socialista efectivo y eficaz, amerita preparar alcolectivo. Urge humanizar al hombre, y en este caso, al venezolano:humanizarlo para que sea humanitario, sensible –más allá incluso de lasolidaridad por la que nos caracterizamos-, pero también para que seacrítico y reflexivo. El sistema capitalista que se nos impuso hace décadas–y sin consulta, por cierto-, ha clavado sus garras tan sólidamente sobrenosotros, que la degradación fomentada se hizo tan natural que resulta casiimperceptible. El hombre socialista es esencialmente humanista, desde unhumanismo que también hay que redefinir. La visión no puede serantropológica, porque el hombre no es el centro de la cadena evolutiva; escon mucho un eslabón más, aunque su posición en el mundo le exige ser eleslabón más responsable, el más consciente.Tenemos que dejar de funcionar como robots biológicos, programados por losmedios de comunicación para desconectarnos de nuestra mayor grandeza: lacapacidad de evaluar, de sentir desde ideales superiores, de hacernosconscientes de los impulsos y motivaciones internos que nos modelan comoseres humanos. Para ser socialista no basta manejar la jerga, hay queprofundizar en la autoconsciencia y reorientar la conducta, porque elcompromiso es tanto con uno mismo como con todo lo que nos rodea.
zhennamir@hotmail.com
lunes, 1 de octubre de 2007
El hombre bicentenario
Etiquetas:
Ideología y Socialismo del Siglo XXI.
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