jueves, 11 de octubre de 2007

PRAGA COMO SIEMPRE.-

Jerónimo Carrera

Una visita a Praga, estoy seguro, en cualquiera de las muy variadas circunstancias históricas que ha vivido esta bella ciudad de la Europa central, resulta inolvidable. Capital de países que cambian de nombre con tales circunstancias, actualmente lo es de una República Checa, con el mismo aire señorial que antes tuvo cuando lo fue de aquella recordada República Socialista Checoslovaca, creada a raíz de la II Guerra Mundial y los triunfos del Ejército Rojo soviético contra la Alemania hitleriana.
Con anterioridad, ya había sido capital de una república burguesa, en la cual se unieron checos y eslovacos bajo la batuta de aquel hipócrita pastor yanqui llamado Woodrow Wilson, formando parte del famoso “cordón sanitario” que las potencias imperialistas tendieron desde Finlandia hasta los Balcanes “para detener los avances del comunismo”. En otras palabras, las de Winston Churchill, para tratar de ahogar en su cuna a la recién nacida Revolución Soviética de los bolcheviques rusos. Cuyo 90º aniversario, por cierto, vamos a festejar mundialmente todos los hombres y mujeres de ideas revolucionarias este ya muy próximo 7 de noviembre.
Pero no es a la milenaria historia de esta antigua capital del reino de Bohemia, verdadera avanzada de los pueblos eslavos en su larga marcha hacia occidente, que aquí voy a referirme. Acabo de estar un par de días en Praga, luego de una muy prolongada ausencia, y digo ausencia porque en verdad allí no me he sentido nunca como un extranjero. La sensación que he tenido, sinceramente, es la misma que se tiene ante la mujer amada cuando ella cambia de traje....
Sí, no hay duda, a Praga le han quitado su hermoso traje socialista, que tanta admiración –y envidia también, claro– causaba entre sus vecinos de la Europa occidental. En cambio, ahora luce un traje viejo, el mismo que había desechado cuarenta años atrás, un traje capitalista de aparente factura nueva pero con inocultables remiendos.
Ahora pueden verse allí, y hemos tomado fotos mi esposa Angelina y yo, mendigos pidiendo una limosna a los transeúntes, igual que en estos días recientes los vimos en París, Madrid y Londres, capitales éstas del opulento mundo regido por el gran capital, que brillan pero no alcanzan a esconder la miseria creciente en sus barrios proletarios.
En menos de dos décadas, el restaurado capitalismo ya ha comenzado a generar un notable descontento en el país, pues el pueblo checo es básicamente un pueblo pacífico, que no acepta la idea de integrarse al aparato bélico que viene montando el Baby Bush contra la Rusia ex-soviética. La opinión pública está fuertemente a favor de la paz, como siempre lo ha estado, y por la no participación en los planes guerreristas de Estados Unidos, desde luego.
Por otra parte, es notable el proceso en marcha de lo que Friedrich Engels, en uno de sus geniales escritos del siglo XIX, ya calificó como la germanización de Praga. En cierto modo hoy esta impresión proviene de su condición de ciudad turística, invadida en forma permanente por una enorme masa de visitantes procedentes de la vecina Alemania.
A dos pasos de la imperial Vaclavske Namesti, en todo el centro de la ciudad, visité la sede del Partido Comunista de Bohemia y Moravia, signo de la vitalidad que sigue teniendo allí el marxismo-leninismo, pese a todos los esfuerzos y maniobras desplegados en su contra por los gobernantes actuales, inclinados a postrarse ante Washington.
También caminé por mi querida calle Opletalova, donde está la residencia estudiantil, en el Nº 38, a la cual llegué el 22 de mayo de 1947, para trabajar en el comité preparatorio del primer festival mundial de la juventud y los estudiantes, y luego, en el Nº 57 de esa misma calle, justo en frente, donde trabajé con la Federación Sindical Mundial (FSM) desde 1964 hasta 1970.
En suma, para mí, Praga sigue como siempre, bella y hospitalaria para todo el que allí llegue, no importa si de vez en cuando cambia de traje... por cierto tiempo nada más. Todo esto por su incomparable situación geográfica, y también por la psicología del pueblo checo.

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