Por: Geraldina Colotti
El mensaje en video del presidente venezolano, Nicolás Maduro, a la IX Cumbre de la CELAC, que concluyó en Tegucigalpa, Honduras, resume el espíritu y el alcance de la Comunidad de Estados Americanos y Caribeños, integrada por 33 países de América, con excepción de Estados Unidos y Canadá. “La CELAC”, dijo el presidente, quien fue canciller de Chávez cuando inauguró la organización en Caracas, “es un poderoso bloque de voces y acciones comunes, unidas en la diversidad. Una alianza basada en un pensamiento, una doctrina libertaria y verdaderamente emancipadora, que debe reinventarse en un gran diálogo entre las diferentes corrientes”.
Una visión más necesaria que nunca para enfrentar la “agresión multifacética” del imperialismo estadounidense y sus secuaces contra Cuba, Nicaragua y Venezuela, agravada “por la guerra comercial declarada por Trump contra 180 países del mundo, que ha herido de muerte el derecho público internacional y los acuerdos multilaterales, y que sanciona el fin de la globalización occidental”.
Un atentado,”el más grave desde la era nazi” – continuó el presidente- “que revivió una ley de 1798, anacrónica y contraria al derecho, para criminalizar a los migrantes y deportarlos a campos de concentración en El Salvador”.
La Celac abarca más de 20 millones de kilómetros cuadrados de territorio, más de 600 millones de habitantes, una inmensa riqueza y un gigantesco potencial agrícola e industrial: sin embargo, es el continente más desigual del planeta en cuanto a distribución de la riqueza.
Y si cuando se creó la CELAC reunir a tan amplia variedad de gobiernos e intereses pudo parecer una apuesta prometedora y visionaria, hoy esa apuesta aparece tan necesaria como ardua, considerando la cantidad de países que se han derechizado (o están tambaleándose) y las políticas agresivas de Trump, que pesaron en la reunión de Tegucigalpa. El magnate ha impuesto aranceles de al menos el 10% a la mayoría de los países de la región, con tasas más altas para Venezuela (15%), Nicaragua (18%) y Guyana (38%), y prevé aranceles del 25% para aquellos gobiernos que continúen solicitando misiones médicas cubanas. Para México, principal socio comercial junto con Canadá, los aranceles son del 25%.
Y ahora, la pausa de 90 días anunciada por Trump desata aún más la prisa por negociar directamente, en detrimento de una visión común. Además, en lo que respecta a América Latina, y más en general a los países del Sur global, lo que complica el camino de quienes participan en alianzas alternativas a los EE.UU. (principalmente los BRICS), están los aranceles del 125% impuestos por la administración norteamericana a China, fuente de una infinidad de productos comercializados en América del Norte y la región latinoamericana, y las consiguientes represalias anunciadas por Pekín. La IV Reunión Ministerial del Foro CELAC-China está prevista para mayo de este año.
Durante la presidencia pro tempore de Honduras, además de China, se celebraron seis reuniones extrarregionales con la Unión Africana, la Unión Europea, Turquía, los países del Golfo Árabe y la India. La cumbre CELAC-UE también está fijada para los días 9 y 10 de noviembre. Representantes de los 27 Estados miembros de la Unión Europea se reunirán con los de los 33 países de América Latina y el Caribe en Santa Marta, Colombia, donde Honduras ha transferido la presidencia pro tempore de la CELAC para los próximos dos años.
Y el presidente Gustavo Petro, presente en Tegucigalpa, es partidario de una política de reequilibrio entre Norte y Sur, que privilegia medidas estructurales a favor del medio ambiente y la justicia social, pero que tiende a distanciarse del perfil de aquellos países que buscan hacer valer los principios fundadores de la Comunidad Latinoamericana y del Caribe.
El brasileño Lula da Silva, también entre los jefes de Estado presentes, parece estar en la misma línea que Petro, arrastrado por el precario equilibrio de poder dentro de su administración, y por el papel que su país asume actualmente al interior de otros organismos multilaterales, de los cuales es presidente pro-tempore (Brics y Mercosur).
Tras asumir la presidencia del país por tercera vez, el 1° de enero de 2023, Brasil regresó a la CELAC, intentó reactivar la Unasur en una cumbre realizada en Brasilia y, a finales de ese mismo año, concluyó el mandato de dos años de Brasil en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En 2024, asumió la presidencia rotatoria del G-20 y albergó su cumbre en Río de Janeiro, además, en noviembre de 2025, Belém do Pará acogerá la 30ª Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas (COP30) sobre el Cambio Climático.
Un multilateralismo “pragmático”, dificultado por la situación internacional, marcada por el conflicto en Ucrania y el genocidio en Palestina; y que no ha dejado de provocar fricciones, incluso entre aliados, como en el caso de la oposición al ingreso de Venezuela al BRICS.
Tensiones que también atravesaron la cumbre de la Celac. Por ello, a la declaración final esperada por consenso le faltaron tres votaciones, motivadas de manera opuesta por Argentina y Paraguay por un lado, y por Nicaragua por el otro. Sin embargo, la presidenta hondureña, Xiomara Castro, ya había levantado el texto aprobado por los 30 representantes, declarando que había consenso y provocando así las críticas de la oposición.
Para Argentina y Paraguay, cuyos gobiernos son aliados de Trump, las referencias condenatorias a las políticas del presidente norteamericano contenidas en la declaración final de ocho puntos, por más matizadas que fueran, resultaron indigestas. Los dos gobiernos, además, planean firmar próximamente un acuerdo de libre comercio con Washington en el marco del Mercosur, al que Lula se opone.
El discurso leído con amargura y arrogancia por Salvador Nasralla, representante de El Salvador de Bukele, fan de Trump y su política de deportación de migrantes, también dejó en evidencia el peso del “sabotaje” del que hablaba Nicaragua en el documento que motiva la negativa a firmar la declaración final: “La famosa Celac, dicen que es una cumbre de integración -gritó Nasralla- pero solo vienen los compinches de Mel Zelaya: los que encarcelan, censuran y matan la democracia. Pero a nosotros no nos asustan y no nos van a callar”.
Nicaragua, representada por el Canciller Valdrack Jaentschke, en el documento adjunto, denunció las presiones ejercidas para diluir la declaración final, y desvirtuar los principios fundacionales de la organización, que implican una orientación diferente en el modelo de desarrollo, y en la noción de paz con justicia social.
“Invitamos a nuestra CELAC –escribió Nicaragua– a convocar una Sesión Urgente y Permanente para analizar las gravísimas consecuencias de las políticas arancelarias decretadas por los Estados Unidos de América contra el mundo y acordar acciones y medidas comunes para enfrentar sus consecuencias, priorizando los derechos de nuestros pueblos y en particular a la lucha contra la pobreza y por una existencia digna y de bienestar.
Venimos a esta Cumbre siguiendo nuestra tradición de llamar a la Unidad, la Solidaridad y la Paz como condiciones para alcanzar el bienestar al que nuestros pueblos tienen derecho.
El bienestar debe entenderse como la seguridad de los individuos, las familias y las comunidades, como seguridad alimentaria, en consonancia con la eliminación del hambre, la pobreza y la desigualdad. Garantizar la igualdad de acceso a la salud, la educación y el trabajo.
Nicaragua expresó entonces su rechazo al bloqueo a Cuba y las sanciones a Venezuela y a la revolución sandinista, su solidaridad con Palestina y su apoyo a Haití y a su derecho a una compensación histórica del colonialismo francés: “No estamos aquí para aceptar un documento sólo para decir que lo aceptamos”, escribió Managua. “Una declaración de la CELAC, bajo las condiciones mínimas, debe seguir defendiendo la igualdad soberana de los Estados, el derecho a la autodeterminación, la integridad territorial y la no injerencia en los asuntos internos de cada país.
Debemos reafirmar nuestro compromiso de defender la soberanía y el derecho de cada Estado a definir su propio marco institucional y regulatorio, libre de amenazas, agresiones y medidas coercitivas unilaterales.
Debemos seguir expresando nuestro firme rechazo a la agresión y al bloqueo impuesto por los Estados Unidos desde 1962 contra la hermana República de Cuba.
La declaración final no puede dejar de expresar su solidaridad con el hermano Pueblo y el Gobierno Bolivariano de Venezuela en su lucha por la dignidad y defensa de su pueblo frente a las agresiones externas. No podemos dejar de denunciar toda forma de agresión y de medidas coercitivas unilaterales contra nuestros pueblos y nuestros gobiernos. Debemos expresar la solidaridad inquebrantable de esta región con el pueblo palestino y denunciar los horrendos crímenes cometidos contra él.
Una declaración de esta Cumbre debe abordar las gravísimas consecuencias de las políticas arancelarias decretadas por los Estados Unidos de América contra el mundo y acordar acciones y medidas comunes para enfrentar las consecuencias.
Una declaración de la CELAC debe incluir la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas que han tenido que emigrar de sus países y debe exigir un trato digno para quienes regresan a sus patrias.
Debe reconocer la legítima demanda de los pueblos hermanos del Caribe de reparación por los crímenes del colonialismo y la esclavitud, rechazar la extorsión contra ellos y expresar solidaridad inequívoca con el hermano pueblo de Haití, sin intervención externa.
Muchos de estos elementos han sido abordados ampliamente por la mayoría de las delegaciones, pero no han sido incluidos en esta Declaración propuesta”.
Son cuestiones que sin embargo quedaron evocadas en la declaración final, junto con la esperanza de que “una persona perteneciente a un Estado de América Latina y el Caribe ocupe la Secretaría General de las Naciones Unidas”: una persona, no una mujer, como hubiera querido Venezuela y como había propuesto Lula. El comunicado destaca que de los nueve Secretarios Generales que ha tenido la ONU hasta ahora, sólo uno provino de un Estado de la región, y recuerda que el cargo nunca ha sido ocupado por una mujer.
Recuerda también la necesidad de defender el hecho de que la Celac es una “zona de paz”. Un concepto subrayado por la intervención vía web del presidente Maduro, ausente de la cumbre “por razones de seguridad”, en un momento de tensión en el país bolivariano: tanto por la renovación de los planes desestabilizadores de la oposición aliada de Trump, en vísperas de las elecciones de finales de abril y finales de mayo, como por las tensiones con Guyana en la zona en disputa del Esequibo, donde operan ilegalmente multinacionales petroleras estadounidenses, como ExxonMobil.
Cuando se activó la alianza (el 3 de diciembre de 2011, en Caracas, a propuesta de Fidel Castro y Hugo Chávez), el continente se encontraba en el apogeo de un proceso de convergencia que había madurado con los años y se prefiguraba en México, el 23 de febrero de 2010. En ese momento, tras la victoria electoral de Chávez en Venezuela y las luchas de masas contra el neoliberalismo en la década de 1990, partidos de izquierda llegaban al poder en gran parte de América Latina y el Caribe, si bien con tradiciones y proyectos ideológicos diferentes, tanto como para introducir la categoría de “renacimiento latinoamericano” en el análisis.
Promover la unidad y la integración política, económica, social y cultural del continente; promover el desarrollo socioeconómico y la paz; fortalecer la participación de la región en los procesos de negociación multilateral; intensificar el diálogo político entre los Estados; acordar posiciones regionales de cara a las reuniones globales –puntos centrales planteados por la CELAC y aún vigentes– no parecieron ser meros pronunciamientos. Tanto es así que, a pesar de que las decisiones de la organización se tomaban por consenso (y así sigue siendo hoy), gobiernos ciertamente no progresistas ni pacifistas como el de Álvaro Uribe en Colombia, se sintieron obligados a firmar, en la cumbre de La Habana de 2014, el documento final que declaraba a la CELAC “zona de paz”.
En la cumbre de Tegucigalpa, sin embargo, sólo se expresó pleno consenso para elegir a Colombia, representada por el presidente Gustavo Petro, como próximo presidente de la organización, para el período 2025-2026. Sin embargo, que la existencia de la organización constituye todavía una fuerte espina en el costado del imperialismo norteamericano lo demuestra también el artículo del Diario de las Américas, evidentemente ya escrito aunque data del inicio de la cumbre, que definió a la Celac prácticamente como una concentración de charlatanería sin sentido, y un “bloque a la deriva en un pantano teñido de narco”.
“La CELAC”, dijo la presidenta hondureña, Xiomara Castro, “no es una organización perfecta, pero es nuestra. Nació de un sueño, un ideal, la utopía de nuestros libertadores y próceres: la integración de América Latina y el Caribe frente al colonialismo de las grandes potencias”.
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