martes, 30 de diciembre de 2025

Edición 460 Debemos mejorar nuestra comunicación con nuestro pueblo: No debemos confundir el manejo de los códigos populares con lo chabacano o vulgar

 

Punto y seguimos | El silencio de los cobardes

  Venezuela es hoy el blanco central en el proyecto de renovación —o caída de máscara, elija usted— del imperialismo estadounidense en la región. "Recuperar" el país hacia su zona de dominio directo y deshacerse de cualquier rastro de chavismo es, primero, un punto de honor ideológico y, segundo, un punto económico estratégico que les permitiría disponer libremente y sin tasas de una fuente de energía confiable y cercana. Ante todo caso de rebeldía y atrevimiento como el venezolano del siglo XXI, el castigo del hegemón debe ser ejemplarizante, y no hay dudas respecto a su intención, ni en los discursos ni en la práctica.

A los ojos de cualquier observador medianamente entrenado, esto es casi una obviedad. Sin embargo, pareciera que el "progresismo" latinoamericano, tan venido a menos, no se atreve siquiera a describir de manera contundente la amenaza que representa para el continente —en cuanto zona de paz y de similitudes culturales— que los Estados Unidos de Norteamérica decidan llevar su doctrina del garrote al extremo en el Caribe. No quieren ser Venezuela, y se les nota.

Dicen que el miedo es libre, y es evidente que campea en las resquebrajadas izquierdas, aferradas a un discurso débil, no confrontativo, pero tampoco certero, lejano a unas masas a las que no supieron o pudieron explicarles el peligro al que se enfrentaban eligiendo a los libertarios, conservadores y fanáticos que hoy son mayoría en los gobiernos de la región. Evitar "parecerse" a Venezuela, como absurda forma de evitar el ataque frontal y rotundo del imperio, con bloqueos, migración y guerra psicológica incluida, ha sido —y es— una de las estrategias más inútiles de los últimos tiempos, y también de las más cobardes.

Que la fracción que supuestamente representa los ideales más humanos, la defensa de la soberanía, la independencia, la solidaridad y los derechos de todos y todas, haya decidido aplicarle al país que lideró el proceso de cambio más intenso en los últimos cien años de historia continental la práctica de la "cancelación" es, sin lugar a dudas, vergonzoso. No se trata de defender un gobierno; es plantarse a defender a un pueblo que hace doscientos años se desangró para que varios de ellos pudieran ser libres; es defender a un país hermano al que el imperio decadente y desesperado quiere saquear y convertir en el ejemplo de lo que pasa si decides romper las reglas de la opresión y exigir el mínimo derecho que cualquier nación merece: el de existir en paz.

Cuando los años pasen, y la historia se escriba, Venezuela será siempre referencia de dignidad y atrevimiento. Allá aquellos iluminados que se quedaron en exigir actas ajenas, sugerir que bajen "las tensiones", callar para verse más bonitos o, pero aún, aplaudir como focas y gritar en favor de una democracia que no supieron construir para los suyos. A esos, nota al margen y solo para no olvidar que lo único que hicieron fue el ridículo.

Como si el progresismo continental no tuviera suficiente con la vergüenza de haber perdido casi todos los espacios de poder que había ganado a principios de siglo, ahora, más fragmentado y atrincherado que nunca, elige. Cómo no...

 

Mariel Carrillo García




2025 ha sido un round victorioso para Venezuela en desigual confrontación con EEUU

 

Cantar victoria en la confrontación con el poder imperial no sólo sería un exceso de optimismo, sino también una actitud imprudente. Pero, poniendo como límite temporal el año que culmina, se puede afirmar que Venezuela ha ganado este round.

En primer lugar, el desarrollo de los acontecimientos ha dejado al descubierto, de forma ya inequívoca, cuál es el verdadero motivo de la injerencia de Washington. La imagen hollywoodense (¿o será netflixera?) de militares estadounidenses tomando por asalto un buque mercante, reviviendo los tiempos de Francis Drake, sir Walter Raleigh y John Hawkins, demostró que a los vampiros imperialistas (como los calificó una vez el comandante Hugo Chávez) lo que en realidad les interesa de Venezuela es chuparle todo el petróleo.

Pero, si esa escena no hubiese sido suficiente, el Agente Naranja se encargó de puntualizar el motivo de tanta movilización militar: lanzó la tesis de que el petróleo que se encuentra en las entrañas del territorio venezolano es, en realidad, propiedad de EEUU. No contento con declararse dueño de los hidrocarburos, también habló de tierras y otros activos.

En esa confesión de Donald Trump radica el triunfo parcial de Venezuela sobre el arrogante poder imperial. Afirmar que EEUU quiere saquear nuestros recursos naturales dejó de ser la “narrativa” del chavismo; no es ya un argumento político para inflamar el patriotismo del pueblo. No. Es una realidad confirmada por la contraparte.

Supongamos que usted lleva años denunciando a un vecino delincuente que quiere apoderarse de su casa y sus otros bienes. El vecino, que se cree la referencia moral del barrio, alega que él lo que quiere es restablecer el orden en su casa (la de usted) porque no le gusta su manera de ser. Pero, de pronto, el sujeto en cuestión se deja de zoquetadas, manda a sus lugartenientes a asediar la vivienda y asaltar a los miembros de la familia que entran o salen, y luego admite públicamente lo que se propone, cuando aparece en tono de matasiete y dice: “¡Sí, vale, yo quiero esa casa y la voy a tomar a punta de pistola!”. Pues bien, puede afirmarse que aumentó el riesgo de que usted pierda su casa, pero ha ganado la batalla simbólica porque ha llevado al malandro a admitir su pretensión.

El discurso del embajador Samuel Moncada ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, plasmó brillantemente este punto, al explicar serenamente que el disparate de Trump no es tal, sino una manera ramplona y sobreactuada —muy característica de ese personaje— de decir y hacer lo que siempre han dicho y hecho los jerarcas imperiales: amenazar, amedrentar, robar, saquear, piratear riquezas de países soberanos.

¿Qué importancia tiene este triunfo simbólico? Pues, mucha porque deja sin efecto todo el tinglado legitimador del intervencionismo. Queda probado que EEUU no pretende cambiar el “régimen” de Venezuela porque quiera defender los derechos humanos, la democracia y la libertad o porque esté en lucha contra el narcotráfico. Lo hace por la misma razón que ha ejecutado tantas invasiones, bombardeos humanitarios y por la que ha patrocinado tantas guerras civiles o delegadas: apoderarse de territorios y recursos ajenos.

Demostración de fuerza que se transforma en debilidad

La segunda razón por la que se puede afirmar que Venezuela ha salido victoriosa, al menos en el período 2025, en su desigual confrontación con EEUU se puede encontrar en los resultados de la operación militar en el Caribe. Cinco meses de movilización de importantes fuerzas marítimas y aéreas solamente dejan como balance un conjunto de ejecuciones extrajudiciales perpetradas contra civiles y, más recientemente, asaltos piratas a tanqueros petroleros. En cambio, no han producido el resultado que los asesores de Trump le aseguraron que tendría.

El pueblo venezolano no sucumbió ante las operaciones psicológicas asociadas al despliegue militar. Por el contrario, se sumó masivamente a iniciativas para la eventual defensa del territorio. Falló rotundamente el cálculo de que la gente aterrorizada realizaría compras nerviosas o saldría a exigir la renuncia del presidente Nicolás Maduro para evitar el baño de sangre y la destrucción masiva que siempre conlleva un ataque gringo. Ni siquiera el espíritu navideño tradicional del país se vio mayormente afectado, salvo por los opositores radicales de siempre, que se han quedado varias veces ocultos en sus búnkeres, durmiendo con ropa de calle y con las alacenas repletas de enlatados, esperando la invasión o la “extracción quirúrgica”.

Esa falta de resultados obligó a Trump a ir aún más lejos, violando cada vez de peor manera el derecho internacional e, incluso, las propias leyes internas de EEUU. En esa onda, “ordenó” el cierre del espacio aéreo venezolano y generó actos de sabotaje (tipificables como terroristas) contra aviones civiles, incluso algunos en otras zonas del Caribe.

Como suele pasar tanto en la vida cotidiana como en la geopolítica, las demostraciones fallidas de fuerza generan debilidad. De allí que el gran problema que tiene Trump en estas horas finales de 2025 y en el comienzo del 2026 (y el mayor riesgo para nosotros, dicho sea de paso) es que si ordena el retorno de la enorme fuerza naval desplegada, será una derrota ya no solamente simbólica, sino también “cinética”, como se le ha comenzado a llamar a los actos militares reales. Hacer volver con las manos vacías a lo que el mismo Trump calificó como “la Armada más grande jamás reunida en la historia de Suramérica”, equivale a hacerlo con el rabo entre las patas, sobre todo porque, el día 16 de este mes, acotó que “Venezuela está completamente rodeada” y aseguró que la flota en cuestión “sólo crecerá, y la conmoción para ellos será como nunca antes la han visto”.

Hasta ahora, el triste balance de la incursión ilegal e ilegítima de EEUU en una zona de paz es más de un centenar de viles asesinatos (incluyendo sobrevivientes que fueron rematados sin piedad) y unos tanqueros robados.

El fracaso de la política de aislamiento internacional

Durante décadas, EEUU y sus aliados locales han apostado a la política de aislar internacionalmente a Venezuela. El propósito explícito ha sido siempre que el Gobierno Bolivariano sea tratado como la cabeza de un Estado fallido. Parcialmente lo han logrado, sobre todo durante el anterior período de Trump, mediante la patraña del gobierno interino. Sin embargo, esa estrategia fue perdiendo fuerza y en este último tramo (desde que comenzó la operación naval en el Caribe) ha colapsado casi por completo. En este momento, quienes aparecen como parias internacionales son Trump y su pandilla, que andan por el mundo matando civiles, hundiendo pequeñas embarcaciones y asaltando tanqueros llenos de petróleo.

Este cambio se debe, primeramente, a que ya el mundo no es el mismo. El ascenso de China al rango de primera potencia económica y la consolidación de los BRICS; la firme postura de Rusia en la guerra proxy de Ucrania; la determinación soberana de países como Irán y el repudio mundial al genocidio de Gaza han configurado un escenario global en el que EEUU ya no puede mandar caprichosamente, como pretende hacerlo Trump.

Ante las agresiones sufridas por Venezuela, numerosas voces se han elevado. Y ese ánimo contestatario se ha incrementado con las violaciones cometidas contra el derecho marítimo y la seguridad aérea. Al afectar directamente los intereses de otros países grandes, el asunto deja de ser una “tensión entre EEUU y Venezuela”, como lo pinta la maquinaria mediática proimperialista, y se transforma en un conflicto global en potencia.

Esto ubica a Venezuela en una posición privilegiada, tal como quedó demostrado en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU. Aliados de gran envergadura revirtieron la estrategia, dejando a EEUU aislado, obligado a aplicar su derecho a veto para impedir la condena diplomática que merece.

¿Hasta dónde llegaría el apoyo de los aliados?

Ganarle un round a una bestia imperial—hay que insistir en esto— es motivo de orgullo y celebración, pero no es razón para cantar victoria. Este episodio perdido por EEUU bien podría ser el inicio de una derrota estratégica, lo cual sí sería motivo de jolgorio universal en el mediano plazo. Pero, en lo inmediato, eleva muchísimo el riesgo de una reacción aún más violenta.

La historia de este poder imperial está plagada de ejemplos de ese tipo de gestos mafiosos. Los ha cometido en las etapas previas: mientras EEUU ascendía como potencia global; en tiempos de la permanente pulseada con la Unión Soviética; y durante el esplendor de la unipolaridad. Así que es de suponer que, con más razón, una respuesta feroz y arrebatada sea de esperarse de un imperio en decadencia manifiesta, que intenta recomponer las piezas rotas de su hegemonía. Y, como agregado a esa cuestión estructural, se debe considerar que hablamos de un “emperador” hundido hasta el cuello en su propio detritus.

Considerando esa hipótesis, surge la pregunta de hasta dónde estarán dispuestos a llegar los aliados que, en el plano diplomático y mediático, han salido a defender a Venezuela. Si Trump ordena la agresión militar terrestre con la que viene amenazando hace meses o en caso de que sus juguetes bélicos en el Caribe toquen los intereses de alguna de las potencias emergentes, ¿pasarán al campo de los “cinético”, con todas las consecuencias que se derivarían de ello?

Son preguntas para hacerse en la esquina de este ring de boxeo ideológico, político, diplomático y militar en el que Venezuela —tal vez por predestinación histórica— le ha tocado pelear.

(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv) 

Civilizaciones en diálogo: China y América Latina hacia un futuro compartido

 

El Programa de las Civilizaciones no es un apartado aislado dentro del tercer Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe. Es un eje transversal que atraviesa todos los demás programas —solidaridad, desarrollo, paz y pueblos— porque sin cultura, educación y comunicación no puede haber avances reales de las sociedades ni de la persona humana plena y consciente. La construcción de un futuro compartido requiere primero reconocernos en nuestra diversidad y dialogar desde ella.

Intercambio cultural y aprendizaje mutuo

China es un país con más de 50 etnias, múltiples lenguas y una riqueza artística que va desde la caligrafía y la ópera tradicional hasta la innovación tecnológica aplicada al cine y la música contemporánea. Esa diversidad ha sido integrada en una unidad virtuosa de identidad nacional, donde cada cultura aporta a un proyecto común.

América Latina y el Caribe también somos un mosaico cultural: pueblos originarios, herencias africanas, raíces europeas y expresiones mestizas que se manifiestan en nuestra música, literatura y gastronomía. Sin embargo, durante siglos hemos centrado nuestra mirada en las potencias occidentales, que con su fuerza —a veces blanda, a veces violenta— han intentado dividirnos y alejarnos de nuestra propia historia. El Programa de Civilizaciones abre un espacio auspicioso para que, al acercarnos a China, nos acerquemos también a nosotros mismos.

Educación y formación de talento humano

El documento subraya la importancia de la cooperación en educación y capacitación, creando oportunidades para que jóvenes latinoamericanos participen en programas de formación en China.

Estos espacios no solo transmiten conocimiento técnico, sino que también fomentan una visión compartida de desarrollo inclusivo. Para Venezuela y la región, formar profesionales en áreas estratégicas como ciencia, tecnología y comunicación significa fortalecer la soberanía y la capacidad de acción independiente.

Cooperación periodística y académica

La propuesta de intercambio en prensa, radio, cine y televisión, junto con la colaboración entre think tanks y universidades, es clave para contrarrestar narrativas hegemónicas que invisibilizan al Sur Global y que, al mismo tiempo, ejercen mecanismos de disociación y guerra cognitiva contra nuestros pueblos. La cooperación sino-latinoamericana en medios y academia puede ofrecer relatos alternativos que reflejen nuestras realidades y aspiraciones, consolidando un discurso de respeto mutuo y beneficio compartido.

Contraste con las potencias hegemónicas

Mientras las potencias tradicionales han promovido modelos culturales basados en la imposición y la homogeneización, China plantea un enfoque distinto: el reconocimiento de la diversidad y la coexistencia de civilizaciones. Este contraste es fundamental para América Latina, que históricamente ha sufrido intentos de dominación cultural y destrucción de su identidad nacional.

La filosofía china de “aprender mutuamente y prosperar juntos” se alinea con nuestra visión latinoamericana de independencia y dignidad.

Reflexión final

El Programa de las Civilizaciones nos invita a mirar hacia China, pero también a mirarnos en el espejo de nuestra propia riqueza cultural. En ese encuentro, Venezuela y toda América Latina tienen la oportunidad de reafirmar su identidad, fortalecer sus lazos con el Sur Global y avanzar hacia un futuro donde la diversidad sea el motor de la unidad y el bienestar compartido.

La hermandad entre China y América Latina y el Caribe abre el camino al intercambio cultural, académico, educativo y comunicacional entre 34 países. Además, involucra a un conjunto de más de 668 millones de habitantes de nuestra región que, al estrechar vínculos con China, tendrían una nueva perspectiva de desarrollo personal y una nueva visión de las capacidades productivas que se abren ante un mundo multipolar, con nuevas relaciones económicas y mayores posibilidades productivas y empresariales.

Maduro visita comuna en Macarao (Caracas), 29 de diciembre de 2025

La crisis del liderazgo opositor y la disputa por el poder en Venezuela

Venezuela enfrenta guerra multiforme

Carolina Escarrá Habla sobre las Elecciones del 28 de Julio

Carlos Escarrá Malavé El Militante de la Esperanza

Comandante Chávez a la ExxonMobil: ¡Nosotros somos soberanos!

lunes, 29 de diciembre de 2025

Maduro realiza salutación a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, 28 de diciembre de 2025

PROGRAMA 724. VICTORIA DE VENEZUELA EN LA ONU - ROBO DEL PETRÓLEO VENEZOLANO POR EL PIRATA TRUMP

Mentiras y victimización de Guyana ante la ONU

¿Que pasa con la economía venezolana?

Liliane Blaser, Venezolana judía: " El Pueblo Judío" no existe

Chávez sobre el imperialismo: Hoy vuelve a mostrar su garra asesina e invasora

Doce buenos propósitos para el "año nuevo"

 

El nombre de El Cojo Ilustrado

 ALEXANDRA MULINO

El 1 de enero de 1899 fue editado el número 169 de El Cojo Ilustrado con breve e importante información sobre el nombre de esta revista. En relación a su peculiar mote, un prestigioso periódico latinoamericano escribió lo siguiente:

“Francamente no sabemos a qué atribuir en un órgano serio un título semejante. A cualquiera se le antojará, leyendo este nombre, que El Cojo Ilustrado es algo así como un Blanco y Negro o un Madrid Cómico. Pero, afortunadamente, para mayor gloria de la bibliografía americana, nada de esto tiene la publicación mencionada…El Cojo Ilustrado abunda en excelentes materiales y es una revista digna de la reputación de que goza”.

Por esta razón, el editor del afamado quincenario decidió explicar su origen para la información veraz de lectores y periodistas extranjeros. Expuso que en el año de 1873 Agustín Valarino y Manuel Echezuría fundaron una empresa  de cigarrillos llamada El Cojo, por sufrir de cojera este último. La empresa diversificó sus inversiones de capital en otros ramos industriales, mas conservando siempre su curioso nombre. Luego, se asoció José María Herrera Irigoyen, creador del órgano informativo y de su característica denominación.

Fallecido Echezuría, los socios sobrevivientes, decidieron respetar el nombre de la empresa El Cojo más su adjetivo para el bisemanario: ilustrado. Ahora bien, estos explicaron que mucho tiempo después, Herrera Irigoyen regresó del extranjero con tipografía moderna:

 Fundó —por primera vez en Venezuela— por la Empresa El Cojo, el taller de fotograbado; y con tal oportunidad renació el periódico, al cual, por las razones ya apuntadas, dieron sus fundadores el mismo nombre de El Cojo Ilustrado. Dueño hoy de la empresa Herrera Irigoyen, —excepto de la fábrica de cigarrillos El Cojo— ha estimado un deber de consecuencia y de respeto dejar a la revista el mismo nombre.

Así, su primer director saldó cuentas con el justo reclamo de la prensa internacional; si bien, decidió mantener estas indicaciones “a título de permanente”, a fin de dejar en claro, por siempre, nombre tan particular. 

Es importante subrayar que la línea editorial de esta revista, ajena a la cultura política de montoneros y caudillos, pretendió consolidar ciudadanía exaltando el patrio talento, la historia nacional y las bondades naturales y culturales del país.

Hegemonía, recurso y soberanía: Reconstrucción historiográfica frente al Corolario Trump

 JUAN EDUARDO ROMERO

Desde la perspectiva de la historia insurgente y la geopolítica crítica, este estudio deconstruye las narrativas revisionistas de la Estrategia de Seguridad Nacional 2025 de Estados Unidos. Se refuta la tesis que atribuye la creación de la industria petrolera exclusivamente al capital foráneo para legitimar el despojo actual. La soberanía petrolera venezolana no es una concesión administrativa, sino una conquista histórica irreversible cimentada en la lucha de clases y la evolución del derecho público.

La génesis endógena: Desmontando el mito fundacional. Contra la falacia de que la modernidad llegó en buques extranjeros, la documentación histórica reivindica a la Compañía Nacional Minera Petrolia del Táchira (1878). Este emprendimiento, financiado y operado por venezolanos cuatro décadas antes del auge transnacional, demuestra que existía una capacidad técnica y financiera nacional previa. La industria no nació de un vacío llenado por el Norte, sino que el capital foráneo desplazó un desarrollo endógeno incipiente mediante la coacción política.

Soberanía jurídica y deuda histórica real. La evolución legal, desde la visión nacionalista de Gumersindo Torres (1920) hasta la Nacionalización de 1976, fue un campo de batalla contra el cartel petrolero. Se desmonta la narrativa del «robo» promovida por el nuevo corolario imperial: la nacionalización de 1976 no fue una confiscación, sino una compra forzosa donde la República pagó más de $1.000 millones en indemnizaciones.

La verdadera deuda es la que el Norte Global tiene con Venezuela: los inmensos pasivos ambientales y sociales. La salinización del Lago de Maracaibo y la subsidencia (hundimiento) de la Costa Oriental constituyen la huella indeleble de una racionalidad extractivista que priorizó la tasa de ganancia sobre la integridad del territorio.

Geopolítica del despojo: De Roosevelt a Trump. El análisis comparado evidencia la mutación de la Doctrina Monroe. Corolario Roosevelt (1904): Justificaba la intervención como «poder de policía» para el cobro de deudas y control financiero. Corolario Trump» (2025): Radicaliza la amenaza, pasando del tutelaje a la apropiación directa. Plantea que los recursos naturales son propiedad estadounidense por «derecho de inversión histórica», legitimando el bloqueo naval y la piratería moderna.

La doctrina de defensa. Frente a la continuidad de la agresión, Venezuela ha evolucionado en su doctrina de defensa. Si en 1902 Cipriano Castro enfrentó el bloqueo con una resistencia heroica pero militarmente limitada, hoy la Nación responde con la doctrina de defensa integral y la unión cívico-militar. La defensa de los recursos no es solo un imperativo económico, sino un acto de dignidad ante la pretensión neocolonial de revertir la historia.

La censura de un segmento del programa “60 minutos” de CBS enciende una nueva alarma sobre la amenaza que los medios corporativos suponen para la democracia


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Amy Goodman y Denis Moynihan

Esta semana hemos aprendido una nueva lección sobre cómo la concentración de la propiedad de los medios de comunicación corporativos corrompe la democracia. Un informe sobre las experiencias de varios hombres venezolanos que fueron deportados por el Gobierno de Trump —encadenados— a la tristemente célebre cárcel CECOT de El Salvador iba a ser transmitido por “60 minutos”, el programa insignia de la cadena CBS. La nueva editora en jefe de dicho medio, Bari Weiss, decidió cancelar la emisión del segmento. Esta censura deja al descubierto una red de conflictos de intereses y demuestra, una vez más, que la democracia depende de medios de comunicación independientes sólidos, que actúen como un auténtico cuarto poder y no “al servicio del poder”.

El Centro de Confinamiento del Terrorismo, o CECOT, es una prisión de El Salvador que fue construida en 2022 en el marco de las medidas represivas impulsadas por el presidente Nayib Bukele supuestamente destinadas a combatir la violencia de las pandillas. Bukele, quien se autodenomina “el dictador más 'cool' del mundo”, es un presidente autoritario que recurre a los encarcelamientos masivos y a prácticas de tortura en el CECOT como una herramienta de control social. Trump, a quien le encantan los mandatarios que lo elogian, es un ferviente admirador de Bukele.

El Gobierno de Trump acordó pagar a El Salvador cerca de cinco millones de dólares para que recibiera en sus prisiones a personas deportadas desde Estados Unidos. En marzo de 2025, el Departamento de Seguridad Nacional trasladó varios prisioneros al CECOT de forma secreta, incumpliendo una orden emitida por un tribunal federal. Entre estos prisioneros se encontraba el salvadoreño Kilmar Ábrego García, deportado ilegalmente, y al menos 252 hombres venezolanos. Muchos de los ciudadanos venezolanos fueron posteriormente enviados de regreso a su país natal como parte de un intercambio que implicó la liberación de diez prisioneros estadounidenses por parte del Gobierno de Venezuela. Gran parte de lo que sabemos sobre las condiciones que se viven en el CECOT proviene del testimonio de estos hombres y de las pruebas recopiladas por investigadores de derechos humanos.

El informe cancelado del programa “60 minutos” ya había sido enviado a Canadá, donde el programa se transmite semanalmente, y se emitió allí según lo programado. Una grabación del segmento estuvo rápidamente disponible en internet y se viralizó.

El segmento comienza con un relato de la corresponsal Sharyn Alfonsi:

“Todo comenzó tan pronto aterrizaron los aviones. Los hombres expulsados de Estados Unidos pensaban que se dirigían de regreso a Venezuela. Sin embargo, fueron encadenados de pies y manos, exhibidos ante las cámaras y llevados a la tristemente célebre prisión de máxima seguridad de El Salvador llamada CECOT, donde, según contaron a “60 minutos’, soportaron cuatro meses de infierno.

¿Pensaron que iban a morir allí?”.

Luis Muñoz Pinto: “Honestamente, creíamos que ya éramos como muertos en vida”.

¿Por qué Bari Weiss canceló la emisión del segmento? Según se informa, la editora en jefe de CBS alegó que el reportaje necesitaba incorporar más voces del Gobierno de Trump. Sin embargo, Alfonsi y su equipo ya habían pedido declaraciones a la Casa Blanca, al Departamento de Estado y al Departamento de Seguridad Nacional. En un correo electrónico de circulación interna, Alfonsi escribió: “Si la negativa del Gobierno a dar declaraciones se convierte en un motivo válido para cancelar la emisión de un reportaje, les habremos entregado un “botón de apagado” para cualquier cobertura periodística que les resulte incómoda”.

Es importante recordar que, en noviembre de 2024, Trump presentó una demanda contra la cadena CBS por una entrevista del programa “60 minutos” con Kamala Harris, que, según el mandatario estadounidense, fue editada de manera selectiva para favorecer la campaña presidencial de su entonces oponente. Aunque expertos legales afirmaron que CBS habría podido obtener fácilmente un fallo favorable en ese caso, Paramount, la empresa matriz de CBS, aspiraba en ese entonces a ser adquirida por la compañía de medios Skydance, propiedad del hijo del multimillonario aliado de Trump Larry Ellison. En ese marco, Paramount aceptó pagar 15 millones de dólares para resolver la demanda interpuesta por Trump y la fusión entre Paramount y Skydance fue luego aprobada por el Gobierno de Trump.

Poco después, los Ellison compraron por 150 millones de dólares el portal de noticias de derecha de Bari Weiss y designaron posteriormente a esta como editora en jefe de CBS News.

Larry Ellison y su hijo David buscan sumar ahora una nueva pieza a su imperio mediático y están intentando adquirir Warner Bros. Discovery a través de un proceso de adquisición no consentido. Warner Bros. Discovery, que es propietaria de HBO y CNN, entre otros medios, desestimó la oferta de los Ellison y optó por una propuesta alternativa de Netflix, la cual no contempla HBO ni CNN.

Ninguna de estas fusiones resulta favorable para la sociedad, porque un número cada vez menor de gigantes mediáticos está absorbiendo cada vez más y más medios, lo que reduce las opciones de la audiencia y debilita la capacidad de los creadores —guionistas, actores, directores, entre otros— para reclamar condiciones justas. Trump ha dicho que tiene la intención de intervenir en esta disputa y que podría recurrir a la autoridad reguladora del Gobierno para inclinar la balanza a favor de uno de los compradores, una práctica eminentemente deshonesta.

Por este motivo, tanto Netflix como el conglomerado Paramount Skydance de los Ellison tienen interés en ganarse el favor de Trump.

Y ahí radica la razón por la cual la cadena CBS, propiedad de Paramount Skydance, decidió censurar un segmento clave del programa “60 minutos” que exponía como Estados Unidos trasladó a hombres inocentes a un opaco centro de detención en el extranjero donde fueron sometidos a torturas.

Alexa Koenig, del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de California en Berkeley, dijo a Democracy Now!: “Uno de los principios éticos fundamentales del periodismo es buscar la verdad y dar cuenta de ella”. Koenig fue entrevistada en el programa “60 minutos” a propósito de la investigación realizada por el Centro de Derechos Humanos sobre las torturas y los abusos en el CECOT. “Este es un momento crucial en la política estadounidense, un momento crucial en el que la ciudadanía debe conocer los hechos y la verdad sobre lo que se ha consumado en su nombre, y también sobre cómo se está utilizando el dinero de los contribuyentes”.

Los medios informativos no deberían estar sometidos a un control corporativo corrupto y al servicio de políticos y jefes empresariales multimillonarios. Cuando eso sucede, muere la democracia y surgen los dictadores.

La sociedad necesita, y debe exigir, medios de comunicación genuinamente independientes.


© 2025 Amy Goodman

Traducción al español de la columna original en inglés. Edición: Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.