viernes, 14 de junio de 2024

¡Emprendamos!

 ALÍ ROJAS OLAYA

La impronta que legó Simón Rodríguez a la humanidad es el astrolabio epistémico y espiritual que los pueblos del mundo deben seguir para que, desplegando sus poderes creadores, logren la independencia definitiva. Para el hombre más extraordinario del mundo es necesario crear una conciencia americana que reivindique la inteligencia originaria, la inteligencia africana, la inteligencia mora, raíces genéticas de nuestra identidad.

Rodríguez, con 22 años, entiende que el enigma de los seres humanos en libertad ha sido desconocido en el modelo civilizatorio occidental y que “el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo”. La tarea es compleja, reencontrarnos en nuestras raíces, en nuestra realidad, en nuestra propia filosofía, significa atentar contra un modelo civilizatorio enajenante.

El 19 de mayo de 1794, Simón Rodríguez, en su rol de maestro titular de la Escuela de Primeras Letras de Caracas, presentó a la consideración del Cabildo de Caracas el informe titulado: Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento.

En este informe nos dice: “Hay quien sea de parecer que los artesanos, los labradores y la gente común, tienen bastante con saber firmar; y que aunque esto ignoren, no es defecto notable”. Rodríguez también se refiere a “los que han de emprender la carrera de las letras” porque creen que “no necesitan de la aritmética, y les es suficiente saber formar los caracteres de cualquier modo para hacerse entender, porque no han de buscar la vida por la pluma”.

En 1849, Rodríguez publica su Extracto sucinto de mi obra sobre la educación republicana. En ella se dirige a estos artesanos, labradores y gente común: “si quieren que la revolución política les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos: de ellos pasará a los talleres, y diariamente notarán que nunca conseguirán empezando por las ciudades”. Luego les persuade: “Venzan la repugnancia a asociarse para emprender y el temor de aconsejarse para proceder”. Para tal fin los invita a formar “sociedades económicas” con reglamentos “para que los maestros no hagan de sus discípulos sirvientes domésticos” ni “consientan que el comercio asalarie por su cuenta a los obreros para reducirlos a la condición de esclavos”.

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