jueves, 6 de octubre de 2011

¡Para vivir solo hay que estar vivo!

Carmen Pacheco

La vida, ¿Quién sabe que es vivir? Tomamos decisiones esperando que sean las más acertadas, nadie llega a este mundo con un manual bajo el brazo para saber vivir y evitar los errores. Hoy veo el paso del tiempo en mi rostro, las líneas que aparecieron dándole un aspecto a mi cara distinto al que tenía hace algunos años atrás, son un mapa perfecto y exacto que cualquier explorador, en la búsqueda de algún tesoro o de alguna reliquia, podría analizar y explicar cada una de ellas.
Tenemos la osadía de excusarnos con los demás, cuando ven que alguna se ha marcado con más fuerza y es que no hemos reflexionado que todas ellas son nuestra historia de vida y que cada marca es un acierto o una frustración, pero es nuestra vida, la que nos tocó o la que elegimos, no importa.
Ahora existe la tecnología que nos ayuda a disfrazarlas por poco tiempo, la vanidad no tiene sexo y considero que es válida sin llegar a los excesos. Solo nosot@s sabemos el origen de las líneas de expresión, como se les llaman ahora.
Pero de qué  vale atesorar tanta historia sino tenemos a quién contársela. De qué  vale estar rodeada de tecnología y comodidades si no la compartimos con ese ser importante para cada uno de nosotr@s. ¿De qué vale estar solo?
No es necesario que subamos al Himalaya o nos refugiemos en religiones para encontrar la felicidad. Solo el miedo nos bloquea y paraliza para evitar que corramos en pos de nuestro bienestar.
Dicen que los golpes enseñan, es cierto, pero también nos traen desconfianza y temores. No digo que no oigamos la voz de la experiencia, solo que pienso que dejamos de ser jóvenes cuando no nos arriesgamos. La vejez entra por el excesivo valor que le damos a las experiencias que hayamos tenido y éstas nos envuelven formando una coraza para alejarnos del que pueda hacernos daño y del que no. Es así que llegamos a la situación de dejar pasar el último tren de nuestras vidas, por el solo hecho de pronunciar ¿I SI? Y empezamos a sentarnos en los lugares más apartados, rumiando por lo que no nos atrevimos hacer y esperando que los demás nos ubiquen en el sitio en que menos estorbemos, ya en esta etapa, no hay vuelta atrás.
Para aprender a vivir, no es necesario ser joven, solo tenemos que averiguar lo qué queremos hacer con lo que nos reste de vida, pero eso sí, sin demora. ¿Que nos equivocamos? Eso quiere decir que somos jóvenes y por nuestra experiencia, nos volveremos a levantar y seguiremos intentando ser felices. Esa es la magia de la vida, vivirla y saborear todo lo que nos ofrece. Compartirla y seguir sacándole experiencia a cada paso que demos y es de esa forma que la juventud sabrá que lo que tienen que hacer es vivir plenamente sus vidas y sentir el paso de los años, como un prodigio para el que vive, ya que el que se fue perdió esa posibilidad.
Es por eso que les aconsejo a los de mi edad que no tengan miedo a vivir, a paladear los sabores que tiene la vida y así conseguirán que sus matices son variados y podrán escoger el que más les guste, tenemos algo a nuestro favor “La experiencia”
No tengamos recelo, mientras haya vida hay esperanza de ser felices, el pasado que forme parte de eso, pasado. Vivamos el hoy y posiblemente tendremos el día siguiente con más expectativas de vida.
Nos seguiremos viendo
carbeatriz@hotmail.com
05 de octubre de 2011

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