lunes, 24 de octubre de 2011

Movimiento frente al espejo.

Carola Chávez 



Cuando me miro al espejo me encuentro con una cuarentona que parece cuarentona. Podría, sí, mirarme con los ojos entrecerrados, metiendo la barriga, parándome de medio ganchete para agarrar mi mejor ángulo, que es igual al peor pero del otro lado… y colorete por aquí, sombra por allá ¡qué se yo!... Podría verme sin mirarme, para no reconocerme, para creer que el maquillaje o el relleno del sostén me acercan más a Claudia Schiffer que a la cuarentona mofletuda que inevitablemente soy.

Algo parecido nos pasa cuando nos miramos en el espejo político. Metiendo la barriga, en lugar de mirar lo que somos buscamos protagonistas de gestas legendarias, con principios, nudos y desenlaces dramáticos, solemnes, ajenos… Buscamos en el espejo algo que nos falta, porque no nos parecemos a lo que debemos ser -¿según quién?- porque, para ser, debemos ser lo que no somos, un ideal que choca de frente con la barriga de la realidad, que por más que la metas termina por desbordarse. La única verdad es la realidad, dijo un señor que supo mirarse al espejo, y la realidad era un Movimiento Nacional y Popular.

Si no me parezco a Claudia Schiffer no es porque sea defectuosa sino porque soy Carola Chávez y eso es bueno, a menos que me empeñe en ser Claudia… Entonces me jodí.

Políticamente somos lo que somos y no lo que se supone -¿quién supone?- que debamos ser. Y lo que somos es parte de un maravilloso orden de apariencia caótica. Un delicioso arroz con mango nuestro, propio, que es sin que lo nombren, que existe independientemente de que haya o no teoría que lo avale, que tiene vida propia y siempre sabe qué hacer cuando el 11 de abril aprieta.

Somos un movimiento nacional que apoya la propuesta de mi Presi y que a su vez propone, lo fuimos antes del Polo Patriótico y seguiremos siendo después, si este no diera la talla. Somos algo indefinible con un fin bien definido -no me canso de decirlo-: Una patria justa, libre y soberana.

El movimiento es amplio, nos une en las coincidencias y supera las contradicciones, que siempre terminan siendo pequeñas frente al fin superior. Así, cada vez que del interés de la Patria y de nuestro pueblo se trata, nos encontramos codo a codo bailando en plena sincrónica con un improbable compañero: un marxista y yo tan clase media, un ateo y yo tan creyente, una feminista y yo tan conservador, un vegetariano y me comí un bistec…

El movimiento es nuestra forma de ser y de hacer revolución. No es ni mejor ni peor que otras formas de otras gentes. Es simplemente la nuestra.

Seremos libres cuando construyamos mirándonos, reconociéndonos en nuestra colorida diversidad, regocijándonos por ser lo que somos. Entonces descubriremos que el hombre nuevo siempre estuvo en nosotros.

¡Respira, barrigón!

carolachavez.wordpress.com


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