sábado, 29 de octubre de 2011

A punta de brochita.

 Carola Chávez



Si alguna cosa se le puede achacar a mi Presi es que nos ha puesto a mirarnos, a redescubrirnos, a sacar con brochitas, cual dedicados arqueólogos, capas y capas de costras colonizadoras. El trabajo es duro: siglos de falsas certezas sedimentadas una sobre otra, formando una muralla maciza que nos impide ver nuestra esencia, que nos separa de lo que somos, que nos obliga a entender al mundo desde la óptica del opresor, un mundo que siempre nos queda grande. Colonizados.
Hay quien cree que la descolonización es renegar de la porción hispánica de nuestra cultura, desespañolizarnos aunque lo hagamos en perfecto castellano, firmando nuestro rechazo con un sonoro y rotundo Pedro García. Arrancarnos de cuajo buena parte de lo que somos, para no ser Pizarro, y tampoco Cervantes... Otra vez sin vernos... perdidos.
Despojados del Pedro, pretendemos ser Guaicaipuros de una pureza ficticia. ¡Listo, descolonizados! Eso sí, insistiendo en la necesidad en avalar lo que hacemos con conceptos europeos, como si aquí nadie ha pensado, como si no tuviéramos ni idea. Si no lo dijo alguien con nombre impronunciable no sirve. Citamos desde Platon, a Rousseau, Marx, Engels, Nietzsche, Kant...-¡qué se yo!-, tantas veces en trocitos descontextualizados, tantas veces tan enredados, porque ellos tienen las respuestas de la humanidad, Amén. Guaicaipuro colonizado otra vez.
Y no digo que las ideas foráneas sea malas, lo malo es que sean las únicas, que nos priven de las nuestras, que terminemos ignorando a quienes desde nuestro contexto, con nuestras mismas inquietudes, formularon preguntas y plantearon respuestas muy a nuestra medida. Lo malo es que dejemos leernos y reconocernos en Arturo Jauretche, Methol Ferré, o el mismito Mariátegui que quiso ver al marxismo desde Perú. Somos nuestroamericanos pero a Martí por encimita.
Desde ese eurocéntrico modo de no vernos descalificamos nuestras luchas, hablamos de caudillismo con un dejo de desprecio, con asquito, eso sí, bien civilizado; reduciendo a gigantes como Pancho Villa o Emiliano Zapata a pintorescos personajes cinematográficos, o a patriotas como Omar Torrijos a simples milicos autoritarios, y la lista sigue y se me acaba la tinta... Nuestros caudillos fracasan, no por las marramuncias de los gringos opresores, sino por populistas, -otra mala palabra cuando se traduce del alemán, aunque maravillosa si la explica en argentino Ernesto Laclau-. Los nuestros son caudillos y, por supuesto, nunca dan la talla. Claro, si el caudillo de llama Lenin o Mao, no es caudillo sino líder la revolución.
Trabajo arduo, mucha brochita, mucho polvo colonialista por sacudir. Solo entonces, desempolvados, veremos, por fin y bien clarito, que la Patria Grande siempre estuvo ahí. 
tongorocho@gmail.com


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