sábado, 25 de junio de 2011

El triste ruido de El Rodeo.

Roberto Hernández Montoya



Esta tragedia viene de lejos. En 1938 Antonio Arráiz publicó su novela carcelaria Puros hombres, título con más de un significado.
El ambiente que describe Arráiz es sórdido, insoportable, como Cervantes describía la prisión: «Donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación» (Prólogo del Quijote). Hay otros textos carcelarios estremecedores en Venezuela, como el testimonio de José Rafael Pocaterra Memorias de un venezolano de la decadencia, el poemario Barco de piedra de Andrés Eloy y la novela de José Vicente Abreu Se llamaba S.N. El horror de la cárcel política es iniciativa del Estado, como en la IV República, en cambio en la cárcel común el Estado tolera pasivamente y/o interactúa vivamente con el horror. No es menos culpable, pero la culpa recorre veredas distintas. ¿Ahora sí corregiremos tristeza tanta?
Cada crisis nos sobresalta como cuando el médico nos revela una enfermedad catastrófica. Hasta ahora la pésima noticia ha sido tomada como el avestruz. Los medios hacen (triste) ruido con el tema, la gente lo comenta inerte y todo regresa a su desorden. Lo pensaré mañana, decía Scarlet O'Hara. El que venga atrás que arree.
No callaré nuestros 12 años de distracción, pues aunque algo se ha hecho, constatamos en El Rodeo que no es suficiente y que la oposición nos asaltó ese flanco débil. Baste decir que viene de atrás y que todos hemos tenido responsabilidad en la infamia, cada quien a su escala.
No es un horror encapsulado, sin trascendencia. Como los casinos, ese abismo se cierne sobre el resto del tejido social a través de la gestión hacia fuera de crímenes, secuestros, robos, tráfico, cosas que uno ni imagina, vía celular y redes sociales high-tech.
Hay otro modo más oblicuo pero más crónico de prevalecer, porque cuando una sociedad tolera eso en un lugar lo tolera en todos. Si en la cárcel se puede violar, puede ultrajar cualquiera a cualquiera donde sea. Porque de muchos modos la sociedad que lo consiente sabe lo que allí ocurre y uno de esos modos es la estructura misma de valores violentos que lo hace pensable, viable y sufrible. No hace falta averiguar porque convive por resonancia con cada uno de nosotros aquí en el alma social. En ese cráter infernal todo fuego es exterior porque todo fuego es interior.
Para empeorar todo, la oposición ahijada de la muerte se volvió su motor central mediante extorsión ignominiosa que hace con eso. La prisión no solo organiza crímenes en la calle sino esta nueva degradación. La oposición vuelve a demostrar que no le importa destruir el país y aliarse con el Diablo, lo confesó Ismael García, «con tal de salir de Chávez» (http://j.mp/kknx1U). Comienzan por sofocar su propio decoro, si alguna vez lo tuvieron. Los medios carroñeros especulan el acontecimiento que ellos mismos traman. La oposición es ya lo peor de las cárceles y no sé qué hacen libres sus pranes, los que explotan esto. Ojalá no les toque una cárcel como la que están disfrutando y fortaleciendo y que a su vez los nutre (http://j.mp/lnZnid).
Es la batalla entre dos actitudes ante la ética: la de William Ojeda y la de Clodosvaldo Russián.
¿Y los casinos?
roberto.hernandez.montoya@gmail.com

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