Asalia Venegas
Los medios comerciales, sean impresos o audiovisuales, dispersos en la geografía nacional funcionan en red. El desarrollo tecnológico permite la inmediatez en la cobertura del hecho noticioso. La competencia entre ellos por las pautas publicitarias y por las audiencias conduce a tratar de dar las primicias en la difusión de los acontecimientos. Esto dice la teoría en situaciones estándar. En nuestro caso no hay disputa entre los medios ni por las pautas publicitarias, ni por las audiencias, ni por las primicias.
El problema no es de forma, sino de fondo. Y muy de fondo. En una postura amoral, los medios privados toman el hecho noticioso de manera sociopática. No hay sentimientos, no hay pudor. Se disecciona la noticia sin ver en repercusiones. La sangre salpica, no importa a quién toque. El ser humano se difumina. Se pierden los nombres, la ciudad, los lugares. Se hace creer que reina el caos, la anarquía. No hay autoridad. El Estado no existe.
El drama carcelario de los últimos días en el complejo de Rodeo I y II apunta hacia lo señalado antes. Aproximadamente 7 mil reclusos no importan. Tampoco los efectivos que intentan retomar el control de ese penal. En realidad, al poder mediático nunca le han interesado los pobres, ni los presos y menos la gente de los barrios, ni la morgue. Pero, ¡oh, sorpresa!, por estos años la agenda mediática se ha invertido.
El radar mediático desestabilizador, financiado por la derecha internacional, está cumpliendo milimétricamente su labor. Busca donde más duele, en las cárceles, en la morgue, en los hospitales, en los refugios. Donde hay sufrimiento y heridas lacerantes están ellos. No mencionan las causas; menos reconocen los esfuerzos de este gobierno en 12 años por revertir una situación estructural acumulada. En la historia, los carroñeros nunca han triunfado.
El problema no es de forma, sino de fondo. Y muy de fondo. En una postura amoral, los medios privados toman el hecho noticioso de manera sociopática. No hay sentimientos, no hay pudor. Se disecciona la noticia sin ver en repercusiones. La sangre salpica, no importa a quién toque. El ser humano se difumina. Se pierden los nombres, la ciudad, los lugares. Se hace creer que reina el caos, la anarquía. No hay autoridad. El Estado no existe.
El drama carcelario de los últimos días en el complejo de Rodeo I y II apunta hacia lo señalado antes. Aproximadamente 7 mil reclusos no importan. Tampoco los efectivos que intentan retomar el control de ese penal. En realidad, al poder mediático nunca le han interesado los pobres, ni los presos y menos la gente de los barrios, ni la morgue. Pero, ¡oh, sorpresa!, por estos años la agenda mediática se ha invertido.
El radar mediático desestabilizador, financiado por la derecha internacional, está cumpliendo milimétricamente su labor. Busca donde más duele, en las cárceles, en la morgue, en los hospitales, en los refugios. Donde hay sufrimiento y heridas lacerantes están ellos. No mencionan las causas; menos reconocen los esfuerzos de este gobierno en 12 años por revertir una situación estructural acumulada. En la historia, los carroñeros nunca han triunfado.
Periodista/Prof. universitaria
No hay comentarios:
Publicar un comentario