Nicmer N. Evans
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Un grave problema de nuestras sociedades latinoamericanas, de la cual no escapa la venezolana, es la corrupción, pero en revolución tiene un elemento adicional, y es que ésta se mantiene en el marco de un proceso que pretende ser socialista, por lo que la contradicción es mucho más profunda que en un modelo capitalista, donde la lógica del sistema permite entender su existencia y preservación.
Aunque la corrupción está inmersa en la cultura venezolana (sin distingo de posición política) en éste caso quiero referirme al problema de la corrupción que se gesta en revolución, no sin antes aclarar que en gobiernos regionales de oposición ésta existe como algo natural, mientras que sólo en socialismo existe el objetivo de su superación.
La corrupción como concepto tiene por lo menos dos acepciones que nos interesan; la primera evoca a una conducta, actitud, acción, reacción, forma de pensar o forma de interpretar la relación de lo individual con lo colectivo, por lo que tiene una implicación ética; la segunda evoca a la norma, a lo establecido, a lo consuetudinario, a la ley, por lo que tiene una implicación legal.
Según el venezolano Humberto Njaim, corrupción es:
Aunque considero que el concepto de Njaim no es suficiente, de él es importante destacar que para la comprensión de la corrupción es relevante la dualidad entre lo público y lo privado y la acción individual guiado por el interés o la necesidad personal o representativa de un grupo allegado.
En el más amplio sentido se pueden distinguir cuatro elementos que caracterizan a la corrupción:
1. Toda acción corrupta, consiste en la transgresión de una norma.
2. Se realiza para la obtención de un beneficio privado.
3. Surge dentro del ejercicio de una función asignada.
4. El individuo o grupo corrupto intenta siempre encubrir activamente su comportamiento.
Falta de definición de las políticas públicas, ausencia o escasez de planificación, ausencia de controles o exceso en los mismos, desestímulo productivo, exceso de discrecionalidad funcional, falta de transparencia en los procesos administrativos, instituciones deshumanizadas que no se preocupan por su personal en cuanto a sus necesidades y aspiraciones, y una sociedad de consumo que estimula la concentración de riqueza y el hedonismo son los medios que facilitan que la corrupción se desarrolle en las instituciones del Estado.
En nuestro país, ya lamentablemente el 10% clásico de las comisiones es “digno”, ante los impresionantes montos o porcentajes exigidos para la adjudicación de una venta de insumos, pautas publicitarias, contratos de construcción y compra de alimentos. El enriquecimiento ilícito de corruptos disfrazados de rojo es una realidad que debe ser detenida ya (dicen que el dinero es como la gripe, cuando se tiene es imposible ocultarlo).
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