Nivia Montero (*)
Estamos viviendo cambios de tiempos, de trasformaciones en todos los ámbitos del ser humano, del acontecer, de lo climático, de lo político y de lo económico, y nos preguntamos ¿cómo? se están abordando estas realidades desde el punto de vista del periodismo venezolano, algunos periodistas y medios de comunicación se han dado a la tarea de violar, de aborrecer y de negar los estamentos, normas y códigos de ética del periodismo necesario en estos cambios de tiempos.
Estos medios y periodistas irresponsables no les importan jugar con el dolor ajeno, con la cultura de la muerte, con el morbo, con la violencia y con el sexo. Elementos que sirven de mercancía para elevar las cuentas bancarias de estos medios privados y sus empleados, en detrimento de aquellos que por una u otra razón, fueron víctimas de ser los protagonistas(as) de la noticia del día.
“Medios calientes”, que responden a unos intereses macabros del mercado-político, y la utilización de la conspiración mediática, incitación a delinquir, desinformación, distorsiones, tergiversación, apología del delito, medias verdades, invisibilidad de los beneficios del pueblo, terrorismo mediático, sesgo permanente en la información, líneas transversales de su ética.
El patrón del Norte les marca la línea intransferible a los medios privados de Venezuela y sus periodistas, para tumbar gobierno, para crear el caos a través de lo mediático en cualquier ámbito: carcelario, comunal, político, climático y humano. La anarquía es su bastión.
Esta guerra de cuarta generación se tiene que aplicar a los países que se quieran sublevar de los designios del mandato divino del Norte. Quién más para cumplir esta orden, que los medios y los periodistas, quienes utilizan estas armas mediáticas sin importarles los sentimientos de los pueblos.
Ramonet (2003), denuncia el desquicio de, “estos grandes grupos no sólo se asumen como poder mediático, constituyen sobre todo el brazo ideológico de la mundialización, y su función es contener las reivindicaciones populares que tratan de adueñarse del poder político”.
Esta hegemonía mediática, visible y subliminal compran emisoras comerciales, obtienen emisoras comunitarias con el visto bueno de Conatel, compran programa de radio y de televisión; circuitos nacionales que realizan convenios con emisoras regionales, donde eliminan producciones independientes que defienden la revolución, por supuesto, con la anuencia de Conatel, compran a periodistas, y se meten en los más íntimo y profundo de la moral del Gobierno para desestabilizar la Nación.
Estos medios y sus periodistas, alardean de sus victorias, cuando ven y sienten que sus estrategias hicieron temblar al Gobierno. Para ello, utilizan a los veteranos y veteranas que disfrutaron de las mieles del gobierno y ocuparon cargos de dirección en el pasado, y que hoy quieren estar de nuevo en esos lugares. Los jóvenes los entrenan con toda la malicia, inquisición y ponzoña posible, para depredar aquellos y acontecimientos que caiga en sus manos de acuerdo a la agenda descrita.
Esta visualización de la realidad del periodismo venezolano, no es lo que necesitamos en estos cambios de tiempos, necesitamos un periodismo y sus periodistas de calidad humana, veraz, oportuno, que sea lámpara principal en las personas más débiles, que sea cada vez más invisibles para los medios de comunicación y que sea honesto e independiente a la hora de abordar las realidades.
Se necesita que el periodismo recupere su función social y el concepto de servicio público al ciudadano y no al servicio de los intereses perversos del mercado-político.
Se necesita que el periodismo y sus periodistas reorienten de nuevo sus funciones de educar, informar y entretener al pueblo. Se necesita un periodismo que no sea partido político. Se necesita un periodismo para la sociedad, y que no divida. Se necesita un periodismo que recupere su credibilidad.
Este es el tipo de periodismo y periodistas que necesitamos en estos cambios de tiempos.
(*) Lcda.
Prriodista
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