Sara Más / Mujeres
Quizás haya que remontarse a los primeros números de la revista Mujeres, rastrear sus páginas y columnas iniciales, para encontrar la génesis de lo que --primero de forma casi personal e intuitiva, luego con mayor orden, institucionalidad y rigor científico-- fue el origen de una preocupación que siempre acompañó la labor de la Federación de Mujeres Cubanas y los desvelos personales de Vilma Espín: la educación sexual.
Porque desde muy temprano comprendió que sin una labor persuasiva, de conocimientos y educación, sería imposible desbrozar el camino de la igualdad y el avance de la mujer. La salud sexual y la reproductiva fueron temas muy sensibles y de interés para ella, que siempre ganaron con su atención. Por ello desde muy temprano se preocupó por incluirlos en todas las agendas de trabajo.
Los recuentos fijan en 1962 la fecha que daba inicio a la labor propiamente dicha de la educación sexual. Los artículos y materiales de debate que, bajo su supervisión, salieron a la luz en la revista con destino a las cubanas y sus familias, fueron la primera vía.
Aquellas orientaciones híncales nacían de una necesidad sentida que había que atender y se manifestaba en problemas como el elevado número de hijos, los embarazos no planificados y la realización de abortos en condiciones de alto riesgo, entre otros. Y en ese universo había un amplio campo para actuar: desde la formación de médicos y especialistas con una visión novedosa sobre estos temas, hasta la apreciación no sexista, la introducción de prácticas y roles no tradicionales desde la infancia, las leyes y servicios que garantizaran a las mujeres la libre decisión sobre sus cuerpos y el número de hijos que querían tener, hasta el disfrute libre y desprejuiciado de una sexualidad responsable.
Su empeño estuvo detrás de la publicación de los primeros textos científicos que, tanto de autoría nacional como de reconocidos expertos internacionales, comenzaron a ver la luz en la década de los setenta y en sucesivas etapas; de la convocatoria a trabajar juntos especialistas del país y de otras naciones y culturas, a favor del entendimiento de la sexualidad como una faceta inseparable e integral en el desarrollo de la personalidad humana.
A la hora de cualquier recuento habría que apuntar que fue Vilma Espín la impulsora principal, junto a especialistas y expertos, de conceptos nuevos y de avanzada en una sociedad plagada de prejuicios sexuales y tabúes machistas que destinan a la mujer a una postura de subordinación y estigma. En esos afanes se inscriben el establecimiento y desarrollo del Programa Nacional de Educación Sexual; la extensión de esos conceptos a toda la población, con apoyo de publicaciones científicas y medios de comunicación; la formación de profesionales en sexología y educación sexual y la inclusión de estos temas en la enseñanza.
Contraria también a toda postura discriminatoria por razón de género y relativa a la sexualidad, defendió el derecho a la diversidad sexual, promovió la atención especializada a las personas transexuales y la apertura de servicios para ellas. En ese camino vio la luz el Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual, núcleo original del actual Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
No fueron pocas las acciones que promovió en ese camino de que lo que fue, para ella, la educación sexual y en el cual, además de oído receptivo, constituyó una pilar para llevar adelante múltiples iniciativas que todavía hoy necesitan apoyo y retoman vigencias, bajo esa idea suya de que “la educación sexual es la educación basada en la desaparición de la explotación de un ser humano por otro, es el principio de la igualdad de oportunidades a unas y otros, es el respeto pleno entre las personas; es enseñar a no discriminar a ninguna persona por su orientación sexual (…), y requiere de la participación de toda la sociedad”.
Quizás haya que remontarse a los primeros números de la revista Mujeres, rastrear sus páginas y columnas iniciales, para encontrar la génesis de lo que --primero de forma casi personal e intuitiva, luego con mayor orden, institucionalidad y rigor científico-- fue el origen de una preocupación que siempre acompañó la labor de la Federación de Mujeres Cubanas y los desvelos personales de Vilma Espín: la educación sexual.
Porque desde muy temprano comprendió que sin una labor persuasiva, de conocimientos y educación, sería imposible desbrozar el camino de la igualdad y el avance de la mujer. La salud sexual y la reproductiva fueron temas muy sensibles y de interés para ella, que siempre ganaron con su atención. Por ello desde muy temprano se preocupó por incluirlos en todas las agendas de trabajo.
Los recuentos fijan en 1962 la fecha que daba inicio a la labor propiamente dicha de la educación sexual. Los artículos y materiales de debate que, bajo su supervisión, salieron a la luz en la revista con destino a las cubanas y sus familias, fueron la primera vía.
Aquellas orientaciones híncales nacían de una necesidad sentida que había que atender y se manifestaba en problemas como el elevado número de hijos, los embarazos no planificados y la realización de abortos en condiciones de alto riesgo, entre otros. Y en ese universo había un amplio campo para actuar: desde la formación de médicos y especialistas con una visión novedosa sobre estos temas, hasta la apreciación no sexista, la introducción de prácticas y roles no tradicionales desde la infancia, las leyes y servicios que garantizaran a las mujeres la libre decisión sobre sus cuerpos y el número de hijos que querían tener, hasta el disfrute libre y desprejuiciado de una sexualidad responsable.
Su empeño estuvo detrás de la publicación de los primeros textos científicos que, tanto de autoría nacional como de reconocidos expertos internacionales, comenzaron a ver la luz en la década de los setenta y en sucesivas etapas; de la convocatoria a trabajar juntos especialistas del país y de otras naciones y culturas, a favor del entendimiento de la sexualidad como una faceta inseparable e integral en el desarrollo de la personalidad humana.
A la hora de cualquier recuento habría que apuntar que fue Vilma Espín la impulsora principal, junto a especialistas y expertos, de conceptos nuevos y de avanzada en una sociedad plagada de prejuicios sexuales y tabúes machistas que destinan a la mujer a una postura de subordinación y estigma. En esos afanes se inscriben el establecimiento y desarrollo del Programa Nacional de Educación Sexual; la extensión de esos conceptos a toda la población, con apoyo de publicaciones científicas y medios de comunicación; la formación de profesionales en sexología y educación sexual y la inclusión de estos temas en la enseñanza.
Contraria también a toda postura discriminatoria por razón de género y relativa a la sexualidad, defendió el derecho a la diversidad sexual, promovió la atención especializada a las personas transexuales y la apertura de servicios para ellas. En ese camino vio la luz el Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual, núcleo original del actual Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
No fueron pocas las acciones que promovió en ese camino de que lo que fue, para ella, la educación sexual y en el cual, además de oído receptivo, constituyó una pilar para llevar adelante múltiples iniciativas que todavía hoy necesitan apoyo y retoman vigencias, bajo esa idea suya de que “la educación sexual es la educación basada en la desaparición de la explotación de un ser humano por otro, es el principio de la igualdad de oportunidades a unas y otros, es el respeto pleno entre las personas; es enseñar a no discriminar a ninguna persona por su orientación sexual (…), y requiere de la participación de toda la sociedad”.
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