Caracas, 09 Abr. ABN (Emma Grand).- Víctor Dávila practicaba tres disciplinas: ciclismo, natación y maratón. También manejaba un taxi, que era su herramienta de trabajo, hasta que le dieron ese tiro, un proyectil disparado por la Policía Metropolitano que le hizo perder el 25% de la masa encefálica mientras gritaba consignas a favor del presidente Hugo Chávez.
Dávila es uno de los heridos de bala del 11 de abril de 2002 que cayó en las cercanías de Puente Llaguno. Su estado de salud es uno de los más delicados. “¿Qué puede hacer una consigna?”, se pregunta Dávila. “Nada, nada, por eso es que me dieron el tiro”.
“No era un atleta fuera de serie, pero participaba, esto cambió mi vida profundamente”, dijo señalando la marca de la bala en su cabeza.
Sus movimientos los hace con mucha dificultad, por lo que no puede conducir, que es su pasión, y menos practicar deportes como lo hacía. Su hablar también quedó afectado, y debe hacer un esfuerzo mayor para lograr ser entendido. La pérdida de masa encefálica lo dejó parapléjico.
Luis Mata, otra de las 29 víctimas del 11-A, se encontraba debajo de Puente Llaguno, en la avenida Baralt, detrás de un quiosco, cuando le alcanzó otro proyectil del arma de la Policía Metropolitana. “Me dieron el tiro en la pierna derecha, entró y salió. Eso fue un desastre: sangre, sangre y sangre”. Esa bala le impide hacer lo que siempre gustó: “Hoy no puedo correr ni 4 kilómetros, porque la pierna se me cansa. Ya no me dan los músculos”.
Ese día Mata casi pierde la vida. “Los médicos me dijeron que no sabían cómo llegué al hospital con vida, inclusive, uno de ellos me dijo que pensó que no saldría del quirófano”.
Adrián Linares es otra de las 29 víctimas que sobrevivió a lo que Mata describió como una lluvia de disparos. Hoy tiene 32 años y ese 11 de abril fue impactado por otro proyectil del arma de la Policía Metropolitana en la pierna izquierda. Él se encontraba debajo de Puente Llaguno.
“Yo jugaba fútbol en segunda división. Había una gente interesada, quizás, a lo mejor, estuviera ahorita jugando profesional, o más allá. Eso no lo sabemos ni lo sabremos nunca, pero, por supuesto que cambió mi vida, totalmente, mi manera de pensar, eso más bien lo que hizo fue fortalecerme ideológicamente”, dijo.
A Dávila no le queda la menor duda de que si tuviera que volver a defender al presidente Hugo Chávez, lo volvería a hacer. Al igual que Linares, quien defendería nuevamente el proceso revolucionario si se presentara una situación similar. “Estaría de nuevo dispuesto a dar mi vida”.
Mata no se arrepiente de ese día, más bien ha ganado valor para seguir adelante. “No tengo miedo absolutamente a nada, sólo a que me vayan a tocar a mis hijos, por lo cual sería capaz de sacrificar mi vida. Prácticamente mi vida no es mía, es de mi país y de mis hijos”.
Aún hay culpables en las calles
Dávila, Mata y Linares no están satisfechos con la sentencia del 3 de abril de 2009, dictada tres años después del juicio, porque aún quedan culpables en las calles, muertos y heridos que buscan justicia. Ese día fueron asesinadas 19 personas en el centro de la ciudad y cayeron heridas más de ochenta.
Iván Simonovis, Henry Vivas y Lázaro Forero, para ese entonces secretario de Seguridad Ciudadana de la Alcaldía Mayor, director y subdirector de la PM respectivamente, fueron acusados y sentenciados a 30 años de prisión por los delitos de homicidio calificado y frustrado, los tres en grado de complicidad correspectiva contra los ciudadanos Erasmo Sánchez y Rudy Alfonso Duque, así como por las lesiones sufridas por otras 29 personas, incluidas las de Víctor Dávila, Luis Mata y Adrián Linares.
Los fiscales del caso acusaron a otros ocho funcionarios de menor jerarquía, Marco Hurtado, Héctor Rovaín, Arube Pérez, Julio Rodríguez, Ramón Zapata, Erasmo Bolívar, Luis Molina y Rafael Neazoa por los delitos de homicidio calificado en grado de complicidad correspectiva, homicidio calificado frustrado, lesiones personales graves, gravísimas, menos graves y leves, y uso indebido de arma de fuego.
Al igual que Simonovis, Vivas y Forero, otros tres funcionarios, Luis Molina, Julio Rodríguez y Erasmo Bolívar, fueron sentenciados a 30 años de prisión, mientras que el dictamen para Arube Pérez, Marco Hurtado y Héctor Rovaín fue de 16 a 18 años de presidio. A Ramón Zapata se le dictaron tres años de prisión, condena que ya cumplió mientras esperaba sentencia firme, y Rafael Neazoa fue absuelto de los cargos porque se determinó que no tenía ninguna responsabilidad en los hechos.
Este juicio correspondió a las víctimas asesinadas y heridas entre las esquinas Muñoz, La Pedrera y Piñango del centro de la ciudad, entre las 2:30 de la tarde y las 7:00 de la noche de ese 11 de abril, de lo cual en pocos días se cumplirán siete años.
Dávila es uno de los heridos de bala del 11 de abril de 2002 que cayó en las cercanías de Puente Llaguno. Su estado de salud es uno de los más delicados. “¿Qué puede hacer una consigna?”, se pregunta Dávila. “Nada, nada, por eso es que me dieron el tiro”.
“No era un atleta fuera de serie, pero participaba, esto cambió mi vida profundamente”, dijo señalando la marca de la bala en su cabeza.
Sus movimientos los hace con mucha dificultad, por lo que no puede conducir, que es su pasión, y menos practicar deportes como lo hacía. Su hablar también quedó afectado, y debe hacer un esfuerzo mayor para lograr ser entendido. La pérdida de masa encefálica lo dejó parapléjico.
Luis Mata, otra de las 29 víctimas del 11-A, se encontraba debajo de Puente Llaguno, en la avenida Baralt, detrás de un quiosco, cuando le alcanzó otro proyectil del arma de la Policía Metropolitana. “Me dieron el tiro en la pierna derecha, entró y salió. Eso fue un desastre: sangre, sangre y sangre”. Esa bala le impide hacer lo que siempre gustó: “Hoy no puedo correr ni 4 kilómetros, porque la pierna se me cansa. Ya no me dan los músculos”.
Ese día Mata casi pierde la vida. “Los médicos me dijeron que no sabían cómo llegué al hospital con vida, inclusive, uno de ellos me dijo que pensó que no saldría del quirófano”.
Adrián Linares es otra de las 29 víctimas que sobrevivió a lo que Mata describió como una lluvia de disparos. Hoy tiene 32 años y ese 11 de abril fue impactado por otro proyectil del arma de la Policía Metropolitana en la pierna izquierda. Él se encontraba debajo de Puente Llaguno.
“Yo jugaba fútbol en segunda división. Había una gente interesada, quizás, a lo mejor, estuviera ahorita jugando profesional, o más allá. Eso no lo sabemos ni lo sabremos nunca, pero, por supuesto que cambió mi vida, totalmente, mi manera de pensar, eso más bien lo que hizo fue fortalecerme ideológicamente”, dijo.
A Dávila no le queda la menor duda de que si tuviera que volver a defender al presidente Hugo Chávez, lo volvería a hacer. Al igual que Linares, quien defendería nuevamente el proceso revolucionario si se presentara una situación similar. “Estaría de nuevo dispuesto a dar mi vida”.
Mata no se arrepiente de ese día, más bien ha ganado valor para seguir adelante. “No tengo miedo absolutamente a nada, sólo a que me vayan a tocar a mis hijos, por lo cual sería capaz de sacrificar mi vida. Prácticamente mi vida no es mía, es de mi país y de mis hijos”.
Aún hay culpables en las calles
Dávila, Mata y Linares no están satisfechos con la sentencia del 3 de abril de 2009, dictada tres años después del juicio, porque aún quedan culpables en las calles, muertos y heridos que buscan justicia. Ese día fueron asesinadas 19 personas en el centro de la ciudad y cayeron heridas más de ochenta.
Iván Simonovis, Henry Vivas y Lázaro Forero, para ese entonces secretario de Seguridad Ciudadana de la Alcaldía Mayor, director y subdirector de la PM respectivamente, fueron acusados y sentenciados a 30 años de prisión por los delitos de homicidio calificado y frustrado, los tres en grado de complicidad correspectiva contra los ciudadanos Erasmo Sánchez y Rudy Alfonso Duque, así como por las lesiones sufridas por otras 29 personas, incluidas las de Víctor Dávila, Luis Mata y Adrián Linares.
Los fiscales del caso acusaron a otros ocho funcionarios de menor jerarquía, Marco Hurtado, Héctor Rovaín, Arube Pérez, Julio Rodríguez, Ramón Zapata, Erasmo Bolívar, Luis Molina y Rafael Neazoa por los delitos de homicidio calificado en grado de complicidad correspectiva, homicidio calificado frustrado, lesiones personales graves, gravísimas, menos graves y leves, y uso indebido de arma de fuego.
Al igual que Simonovis, Vivas y Forero, otros tres funcionarios, Luis Molina, Julio Rodríguez y Erasmo Bolívar, fueron sentenciados a 30 años de prisión, mientras que el dictamen para Arube Pérez, Marco Hurtado y Héctor Rovaín fue de 16 a 18 años de presidio. A Ramón Zapata se le dictaron tres años de prisión, condena que ya cumplió mientras esperaba sentencia firme, y Rafael Neazoa fue absuelto de los cargos porque se determinó que no tenía ninguna responsabilidad en los hechos.
Este juicio correspondió a las víctimas asesinadas y heridas entre las esquinas Muñoz, La Pedrera y Piñango del centro de la ciudad, entre las 2:30 de la tarde y las 7:00 de la noche de ese 11 de abril, de lo cual en pocos días se cumplirán siete años.
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