Hernán Mena Cifuentes
Este lunes se cumplirá un año más del vil asesinato de Ernesto Che Guevara, mártir de la revolución latinoamericana, caribeña y mundial quien vive y vivirá eternamente en la memoria de los pueblos, pues, como dice el canto de Alí Primera, “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos” y así, el 9 de octubre, como ocurre en cada aniversario de su tránsito hacia la gloria, se le reconocerá, además de su decisivo aporte a la liberación de los oprimidos, como el visionario que vislumbró el nacimiento de un Hombre nuevo. Porque si el Imperio creyó que al darle muerte silenciaría la voz de los excluidos, se equivocó de plano, y su error le ha costado caro, porque el crimen no hizo más que alentar y reafirmar el espíritu de lucha de los pueblos oprimidos y sus líderes, como sucedió en Bolivia, donde, a pesar de que alli la revolución perdió una batalla, con su ejemplo revivió la llama libertaria encendida hace mas de 2 siglos por Tupac Katari quien, momentos antes de morir asesinado dijo: “Volveré hecho millones”, volvió, reencarnado en la figura Evo y del Che, para triunfar sobre el Imperio y sus vasallos. Y es que hablar del Che Guevara significa hablar de rebeldía, hablar de un “Quijote sin locura” que embistió con su verbo y su accionar cuanto molino de injusticia se presentó ante sus ojos a lo largo de su vida, dedicada a luchar donde quiera que existiera un atropello a la libertad. Fue así como albergando en su alma ese sueño libertario, partió un día de Argentina, su lar natal, en busca de nuevos horizontes para convertirse en ciudadano del mundo, entregado a una causa que haría de él símbolo de resistencia inclaudicable contra un Imperio que buscaba y aún busca apoderarse del mundo. En su peregrinaje se embarcó primero como paramédico en 1951, a bordo de un buque petrolero que recorrió la costa Atlántica Sudamericana y el Caribe, tocando puertos de Brasil, Venezuela, Guyana, Trinidad-Tobago y Curazao, países donde observaría los abismos de injusticia que separaban a los ricos de los pobres, viendo el hambre, la miseria, la ignorancia y enfermedad en que vivían los excluidos, y la obscena opulencia y abundancia de los miembros de las oligarquías, lúgubre visión que se presentaría ante sus ojos cada vez que llegaba a un país del Tercer Mundo. Dos años más tarde, volvió a partir en un viaje por el sub-continente a bordo de una motocicleta, acompañado de un amigo. Su destino era Venezuela, pero, después de pasar por Bolivia, Perú y Ecuador, donde conoció a varios luchadores sociales, contacto que enriqueció su incipiente visión revolucionaria, cambio de rumbo y siguió hacia Guatemala, atravesando el istmo centroamericano hasta alcanzar tierra guatemalteca, donde Jacobo Arbenz, enfrentaba la embestida del Imperio por haber iniciado una Reforma Agraria que afectaba a los latifundistas y a la United Fruit Company, dueña de la mayor parte de la tierra cultivable de país. Mientras atravesaba Panamá, Nicaragua, El Salvador y Honduras, el Che constató las terribles condiciones en que vivía el pueblo centroamericano, lo cual hizo que se ampliara aún más el espíritu de justicia que bullía en su alma, alentado poco antes durante su tránsito por Sudamérica. Prueba de ello es la carta que le escribió a su tía Beatriz. “Tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit, convenciéndome una vez más de lo terrible que son estos pulpos. He jurado ante una estampa del viejo camarada Stalin no descansar hasta ver aniquilado estos pulpos capitalistas. En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico.” El juramento que aquel joven hizo en una carta, era similar al que 138 años antes, hiciera otro joven llamado Simón Bolívar a su maestro y amigo en el Monte Sacro, cuando, embargado con el mismo espíritu y fervor revolucionario le dijo: “Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”. Sólo que esta vez, el enemigo era otro poder, el Imperio yanqui. En Guatemala, el Che tuvo su bautizo de fuego en la prolongada guerra que había declarado a la Metrópoli imperial, junto con los terratenientes y la Iglesia que acosaban, primero, mediante una campaña de mentiras al gobierno progresista de Arbenz, acusándolo de comunista, ateo y asesino, y después, con una invasión planificada por la CIA que contó con la participación de Carlos Castillo Armas, un militar traidor quien, una vez adueñado del poder, persiguió a los patriotas de la resistencia, por lo que el Che, para escapar, debió refugiarse en la embajada de Argentina. Fue aquella experiencia una gran lección política y social para el Che Guevara, cuya humanista percepción de la situación imperante en Centroamérica, aunada a la percibida a su pasó por América del Sur, marcaron para siempre su destino de revolucionario que lo llevaría primero a México donde conoció a Fidel y a quienes serían sus primeros compañeros de lucha en la gesta de la Revolución cubana, Fue un encuentro de titanes el de aquellos dos hombres, en el que el Che se dio cuenta de que estaba frente a un verdadero y auténtico revolucionario, por la firmeza de sus convicciones y cuya única meta en aquel momento era liberar a su pueblo de las garras de la brutal dictadura de Fulgencio Batista, un tirano impuesto por Estados Unidos y una oligarquía, que había convertido a la isla en un prostíbulo y una hacienda de donde los usurpadores de su soberanía y dignidad, saqueaban impunemente sus recursos en medio de una corrupción avasallante. Ambos habían llegado a la patria de Juárez, Zapata y Pancho Villa, después de soportar las más adversas experiencias. Fidel arrojado al exilio tras haber sufrido años de prisión luego de haber protagonizado el histórico y audaz asalto al Cuartel Moncada, símbolo de la tiranía de Batista. El Che huyendo de los esbirros de Castillo Armas que lo perseguían por haber defendido el sueño democrático de Arbenz en Guatemala, pero por ser de la misma estirpe de los libertadores como lo fue Bolívar, quien en la derrota era más temible, decidieron proseguir la lucha, primero, por la libertad de Cuba y después, por la del resto del mundo de los oprimidos. La admiración que despertó Fidel en el Che, fue muy grande, y la fe y convicción en el triunfo que el líder cubano inculcó en su maleable corazón de arcilla revolucionaria fue tal, que lo llevó a desbordar la fuente de su alma de poeta en unos versos escritos poco antes de emprender la histórica odisea liberadora de Cuba, dedicándole un “Canto a Fidel”. Vámonos Ardiente profeta de la aurora por recónditos senderos mal ámbricos a liberar el verde caimán que tanto amas. Cuando suene el primer disparo y se despierte en virginal asombro la manigua entera allí, serenos combatientes, nos tendrás. Cuando tu voz derrame a los cuatro vientos reforma agraria, pan, justicia, libertad, allí, a tu lado, con idéntico acento nos tendrás. Y cuando llegue el final de la jornada la sanitaria operación contra el tirano, allí, a tu lado, aguardando la postrer batalla nos tendrás. Y si en nuestro camino se interpone el hierro, pedimos un sudario de cubanas lágrimas para que se cubran los guerrilleros huesos en el tránsito de la historia americana. Nada más. Fidel organizaba por esos días el pequeño ejército que habría de protagonizar una de las gestas más audaces de la historia: invadir con sólo 82 hombres sin ninguna experiencia militar y con un breve entrenamiento, lanzarse a las furiosas aguas del Caribe, a bordo del Granma, y tras una peligrosa travesía, desembarcar en Cuba, una fortaleza virtualmente inexpugnable, defendida por uno de los más poderosos ejércitos del Caribe, financiado, armado y entrenado por EEUU, como el resto de las fuerzas armadas de las dictaduras que entonces pululaban en Centro y Sudamérica. Mientras se entrenaban, varios miembros del grupo revolucionario, entre ellos el Che, fueron detenidos por las autoridades mexicanas, alertadas por los agentes de la CIA y de Batista, por lo que Fidel debió posponer el momento de la partida de la expedición libertadora, hasta que finalmente los detenidos fueron liberados, lo que permitió dar inicio a la gesta libertadora. De los 82, apenas 12 sobrevivieron al ataque del ejército batistero que los sorprendió cuando desembarcaban, pero aquella docena de valientes, con Fidel al frente, su hermano Raul, el Che y 9 más, escaparon del cerco, para refugiarse en la Sierra Maestra, y tras ser declarados “muertos” por el régimen, se reagruparon y con el apoyo de cientos de campesinos que se les unieron convertidos en guerrilleros, luego de una lucha en la que Ernesto Che Guevara se distinguió por su coraje, audacia y la ejecución de innovadoras tácticas de guerra asimétrica, vencieron y entraron triunfalmente a la Habana, el 1 de enero de 1959. Transcurrieron varios años, entre obstáculos y maniobras de EEUU a la triunfante revolución, como invasiones, atentados terroristas, sabotajes, intentos de magnicio contra Fidel, y una campaña de los medios, satanizando el proceso mediante una campaña en la que se invirtieron billones de dólares en inútil esfuerzo por destruir algo invencible, para que una vez consolidado el sueño revolucionario en Cuba, el Che decidiera proseguir con el compromiso de su juramento, abriéndose caminos hacia nuevos horizontes de lucha, decidido a cortar otros tentáculos del pulpo imperial que estrangulaba a otros pueblos del planeta. Fue así como partió hacia África, y en un empeño quijotesco, trató de romper allí molinos de injusticia, pero las potencias europeas que siglos antes habían impuesto la esclavitud a ese continente, exterminando a millones de sus hijos enviándolos como esclavos a América y luego lo colonizaron para saquear sus riquezas, impidieron con el apoyo de EEUU que cumpliera su objetivo. Pero su ejemplo hizo posible que décadas más tarde los revolucionarios africanos, con la ayuda de la revolución cubana, derrotaran al Imperio y sus aliados del Apartheid en Angola. En otros países los revolucionarios tambien triunfaron, como sucedió en el Congo, donde, en 1996, después de un larga lucha de 30 años que siguió a la retirada del Che, Laurente-Desiré Kabila, uno los líderes guerrilleros africanos que lucharon a su lado, derrotaron al dictador Mobuto impuesto por Bélgica y EEUU. El guerrillero heróico volvió a Cuba, pero, siempre dispuesto a liberar pueblos, tras pocos días de permanecer en la isla, se despidió de su esposa y de sus hijos, que no lo reconocieron por haberse cambiado el rostro en una operación quirúrgica, y emprendió la que sería su última misión de Quijote sin locura, marchando al encuentro de su destino. Era Bolivia a donde llegaría semanas después y después de iniciar una guerra de guerrillas bajo las condiciones más díficiles, hostigado y aislado, caería herido en combate y capturado por las hordas de la CIA que lo persiguieron durante 15 años, en la Quebrada del Yuaro, punto cercano a La Higuera, un pequeño pueblo donde fue encerrado en una escuela, mientras llegaba la orden impartida desde Washington para asesinarlo. Ante la indecisión del sargento boliviano Mario Terán, encargado de darle muerte, el Che, con la imperturbable serenidad de quien no teme a la muerte, le dijo a su verdugo: “Póngase sereno, y apunte bien, que va a matar a un hombre.” Fueron dos ráfagas, a las que siguió un silencio sepulcral. El Che habia partido hacia la inmortalidad para reunirse con otros mártires que, como él, dedicaron y entregaron sus vidas luchando contra los imperios, como lo hicieron Guaicaipuro, Tupac Amari, Tupac Katari, Gual, España, Bolívar, Sucre, San Martín, O´Higgins y otros combatientes contra el poder español y luego Martí, Sandino, Gaitán, Caamaño, Torrijos y Allende y Lumumba contra el Imperio yanqui, y Ho Chi Min y Ghandi contra los imperios de Francia e Inglaterra. Por eso, este lunes, volverán a entonarse cantos y poemas, dedicados al guerrillero heroico, a colocarse ofrendas y pronunciar discursos ante a los monumentos erigidos en honor al revolucionario que vislumbró el nacimiento del Hombre nuevo, que ha surgido en este siglo XXI siguiendo el camino que el trazó, cuya meta es la liberación de los pueblos oprimidos, como lo hacen Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador y Ahmadinejad en Irán. Porque, si hace 60 años cayó el guerrillero heroico hoy, el hombre nuevo junto a su pueblo ocupan su lugar por haber surgido de las entrañas de una tierra cuyos hijos fueron oprimidos y explotados, sus culturas destruidas y sus recursos saqueados. Ese pueblo está dispuesto a impedir que EEUU se adueñe del mundo, y lo impedirá, porque, todo Imperio es efímero y los días del Imperio yanqui están contados, pronto a quedar reducido a cenizas, como lo predijo el Che Guevara hace medio siglo, al jurar como Bolívar que no daría descanso a su alma hasta verlo aniquilado.
lunes, 8 de octubre de 2007
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