Hernán Mena Cifuentes
Desde su aparición sobre la tierra, el hombre vivió al principio en perfecta armonía con la naturaleza hasta que en su afán por dominarla comenzó a quemar y a talar bosques, a desviar el curso de los ríos y a envenenar el aire en un proceso de exterminio ambiental que hoy se ha revertido contra él como lo evidencian las catástrofes naturales originadas por el cambio climático provocado por el calentamiento global, en un camino que lo conduce al gélido y silencioso mundo de una temprana era glacial que sólo él podría evitar. Los huracanes y tifones; las torrenciales lluvias causantes de deslaves y desbordamiento de ríos y riachuelos; las inusitadas nevadas y heladas destructoras de cultivos y caminos: las inundaciones que sumergen bajo el agua a pueblos y ciudades, fenómenos meteorológicos y climáticos que cobran miles de vidas y dejan como saldo cuantiosos daños materiales, son, en opinión de los científicos, provocados por el cambio climático producido por el calentamiento global inducido por el hombre. Para comprender la magnitud del peligro que amenaza a la humanidad por causa de la irracional agresión contra de la naturaleza, basta observar la ininterrumpida sucesión de esos desastres naturales cada vez más violentos que ocurren casi a diario en el planeta, de cuya responsabilidad la ciencia culpa, y con razón, a los países del mundo industrializado muy especialmente a los Estados Unidos, la mayor potencia económica y militar, causante principal de la catástrofe ambiental planetaria. Los medios registran esos eventos ocurridos alrededor mundo a los que no escapa el continente americano, especialmente América Latina y el Caribe publicando noticias con titulares de primera página como, “El huracán Dean provoca muerte y destrucción en Dominica, Guadalupe, Haití, República Dominicana, Jamaica y México”; “Las lluvias inundan zonas urbanas y rurales en Colombia y Venezuela”; 'Nevadas y heladas asolan a Bolivia, Chile y Argentina, con pérdidas de cosechas y bloqueo de caminos.” Estados Unidos es también blanco de la furia de la naturaleza, que asola al país en estos días con una ola de calor extremo, lluvias, tornados e inundaciones en los estados de Oklahoma, Texas, Winconsin, Minnesota, Ohio, Missouri, Iowa, Tennessee, Kentucky, Illinois y Nuevo México que han dejado un saldo de medio centenar de muertes en las últimas semanas. En el Sudeste asiático informan sobre el desplazamiento del “tifón Sepat, que ha provocado devastación y muerte en China y Vietnam, mientras que los torrenciales aguaceros inundan gran parte de Bangladesh, dejando millones de damnificados y miles de muertos, y también en la India, donde el Ganges se ha desbordado sumergiendo bajo sus aguas a centenares de pueblos, y provocando miles de muertes, lo mismo que en la República Popular de Corea, donde ascienden a cerca de un millar los muertos Los catastróficos eventos naturales alcanzan igualmente a Europa, donde las inundaciones cubren pueblos y ciudades en España y Alemania” tragedias que confirman la hipótesis sobre la existencia de un severo cambio climático causado por el calentamiento global, sobre cuyas consecuencias los científicos vienen alertando a todo el mundo, pero lamentablemente, los Estados Unidos y algunas naciones de Europa occidental que tienen en sus manos la solución para disminuir sus mortíferos efectos, carecen de la voluntad para ejecutarla con la eficacia y urgencia que el caso requiere. África tampoco se salva de los desastres, siendo Sudán, la nación más golpeada en estos días por la fuerza de la naturaleza que ha desatado su furia con lluvias torrenciales que inundan gran parte del país más extenso del continente, destruyendo cosechas y originando al desplazamiento de miles de hombres, mujeres, niños y ancianos que escapan de la muerte huyendo hacia las tierras altas. Como puede observarse, si bien esos fenómenos afectan a todo el planeta, son los pueblos del Tercer mundo los que sufren con mayor severidad su impacto, debido a las vidas que se pierden, a la vulnerabilidad de las viviendas, asentadas muchas de ellas a orillas de los ríos, en las faldas o al pie de las montañas, en deltas y en valles surcados por corrientes acuíferas, lo que se agrava por la falta de recursos propios para salvar vidas y para efectuar una pronta reconstrucción, recurriendo en la mayoría de los casos, a la ayuda internacional, auxilio que algunas veces llega demasiado tarde. Eso no sucede en las grandes ciudades y otras poblaciones del mundo industrializado, donde la infraestructura vial urbana y de los servicios ha sido bien planificada y cuentan con suficientes recursos humanos, económicos y tecnológicos para realizar la inmediata recuperación de las zonas afectadas, lo que permite a sus ciudadanos, una vez superada la emergencia, volver en muy poco tiempo a su normal actividad. Pero, ¿Cuáles son las razones para atribuir al Primer mundo y principalmente a EEUU la mayor cuota de responsabilidad de una situación trágica en extremo como lo es el peligro de extinción que amenaza a la vida humana en la tierra? Esa pregunta ha sido respondida de forma fehaciente por los organismos científicos internacionales dependientes de la ONU y por destacados investigadores y ecologistas quienes tras exhaustivos estudios, mediciones, monitoreo satelital y directo en las zonas afectadas, análisis de las corrientes marinas, regiones ártica y antártica y del clima mundial, concluyeron señalando que son las emanaciones tóxicas de los combustibles fósiles las causantes del cambio climático asociado al calentamiento global, responsables de ese “desbalance” que afecta a la tierra. Por ser los grandes contaminadores del planeta y por su negativa a corregir la situación, son las naciones del Primer mundo y los EEUU en mayor medida, los culpables de ese crimen que está llevando a la Tierra y a todos los seres vivientes que lo habitan, al borde de la extinción, por existir en las naciones desarrolladas, la mayoría de las plantas industriales y automotores del planeta, movilizados por combustibles fósiles, productores del letal C-O2, cuyo abusivo uso ha llegado al extremo de perforar la capa de ozono que protege al planeta Tierra de las letales radiaciones solares. Otra evidencia que señala a EEUU como culpable principal de la contaminación planetaria, es el hecho de que George W. Bush retiró al país del Protocolo de Kyoto, instrumento jurídico mediante el cual la mayoría de las naciones del mundo se han comprometido a reducir las emisiones de C0 2, protocolo que había sido suscrito por su predecesor, Bill Clinton, al alegar cínicamente Bush, que la medida afectaría a la economía estadounidense, argumento que demuestra su nulo pensamiento humanista, al anteponer el afán de lucro al valor de la vida humana. Y no quedó conforme “El Nerón del siglo XXI” con esa criminal medida, sino que además, se ha dedicado, dando muestras de un sadismo extremo, a hostigar y perseguir, censurar y a veces hasta despedir de sus cargos, a científicos estadounidenses que coinciden con sus colegas de los organismos internacionales y demás defensores del ambiente planetario, sobre la relación que existe entre las emanaciones de los combustibles fósiles y el cambio climático. Simultáneamente, Bush ha puesto una vez más en evidencia las contradicciones de su irracional discurso y su cinismo cuando, tras negar dicha relación, anuncia que EEUU se propone producir masivamente biocombustibles como el etanol “para reducir la contaminación ambiental y “no seguir dependiendo del petróleo de los países árabes que apoyan al terrorismo” y también del que compra a Venezuela” Lo que persigue esa medida, es debilitar económica y políticamente a la Revolución Bolivariana y a su líder, el presidente Hugo Chávez Frías, quien, a través del proceso revolucionario que adelanta en su país y a la integración política y económica que lidera en América del Sur y el Caribe, ha hecho perder al Imperio y a las oligarquías criollas, el dominio que ejercían en la región y que ahora, gracias a Chávez y al grupo de progresistas mandatarios que le acompañan en esa gesta emancipadora, está llamada a convertirse en un poderoso Polo de poder internacional. El plan de Bush tropieza no obstante, con obstáculos insuperables, ya requiere, según los científicos, de una superficie muchas veces superior al tamaño de la tierra para producir el biocombustible necesario para mover el parque automotor y las industrias del Primer mundo, y en caso de ejecutarse, sería un genocidio planetario, porque, como lo afirmó Fidel, utilizaría los productos del campo con los que se alimentan los pobres del planeta, para alimentar en cambio, a los tanques de combustibles de los vehículos y las fábricas del mundo industrializado. Lo que también haría inviable al plan, es la dependencia absoluta que tiene EEUU y la mayoría de las naciones industrializadas del petróleo del Medio Oriente y de Venezuela, naciones que no se quedarían con los brazos cruzados ante las perversas intenciones del proyecto, ya que, sencillamente se limitarían entre otras medidas, a diversificar sus exportaciones hacia mercados, como los de China y la India, que necesitan ingentes cantidades del energético para consolidar sus programas de desarrollo llamados a convertirlas en el corto plazo, en grandes potencias industriales. Los analistas especulan sobre lo que podría suceder, en el hipotético intermedio a transcurrir entre la falta real de petróleo y la virtual producción del Etanol, pronosticando muchos de ellos que se generaría un caos en la sociedad estadounidense al reducirse sustancialmente aunque sea temporalmente, la operación de millones de vehículos de familias que compran más de uno, no por necesitarlos, sino hipnotizadas por el hábito del consumismo que les inyectó un sistema que utiliza la publicidad para incrementar esa exagerada tendencia a la adquisición de bienes materiales generalmente innecesarios. Ese vicio es lo que ha hecho que EEUU, con una población que alcanza apenas el cinco por ciento (5%) de la del planeta, consuma una cuarta parte, (25%) del petróleo que se produce en todo el mundo para alimentar al monumental parque automotor del país y las turbinas de sus industrias, donde se fabrican automóviles, camiones y demás vehículos para uso doméstico y para exportación, pero que igualmente producen los millones de aviones, los buques, los tanques, las bombas y misiles y otras armas del arsenal bélico que el Imperio utiliza para invadir y conquistar pueblos. Son, esas armas, junto con los millones de vehículos que abarrotan las ciudades, pueblos, autopistas, carreteras y caminos de los EEUU, los principales responsables de la catástrofe planetaria que está llevando a la humanidad al abismo de una nueva era glacial, cuyo advenimiento se acelera por la inconsciencia de un Imperio que ignora la advertencia de la ciencia por estar concentrado en su proyecto hegemónico de dominación mundial desatando guerras para adueñarse del petróleo, del agua y de otros recursos que escasean en la Tierra. Esa es la sombría visión a corto plazo que se ofrece ante nuestros ojos: la de un planeta cubierto en gran parte por un manto de hielo y otras zonas por desiertos o bosques azotados por vientos ardientes que generan incendios, mientras sus costas y tierras bajas se sumergen bajo las aguas de los mares que aumentan su nivel por el deshielo de los polos y sus gigantescos témpanos que avanzan trastornando las corrientes oceánicas, hasta entonces cálidas con sus aguas congeladas, convirtiendo a la Tierra en un mundo gélido y blanco, donde lo único que rompe el silencio, es el viento, porque casi todo ser viviente ha muerto. ¿Es preciso que la humanidad, tenga que pagar ese precio por la tozudez y negligencia de EEUU y de otras naciones poderosas que se niegan a escuchar la advertencia que hicieron más de dos mil hombres de ciencia que bajo los auspicios de la ONU, investigaron el origen del calentamiento global y cuyas conclusiones llevaron un mundo preocupado y dispuesto a sobrevivir a un holocausto planetario, a crear en diciembre de 1997 el Protocolo de Kyoto, un instrumento jurídico destinado a frenar el avance de la contaminación que está envenenando la tierra, el agua y el aire del planeta? No puede ser, y no será ese el trágico final de nuestra tierra, porque, afortunadamente, entre los llamados que en el mundo se hacen en busca de una solución al problema, hay voces que envían un mensaje de esperanza, el cual nos dice que es posible evitar esa catástrofe planetaria. Que aún hay tiempo para rescatar a la Tierra del sombrío panorama que vislumbran los científicos como resultado de la imposición por parte del Imperio, de un modelo de desarrollo no sustentable a escala mundial, Entre esas voces, hay una que proviene de lo profundo del alma de la Revolución Bolivariana, liderada por Hugo Chávez Frías, que presenta como fórmula de salvación, “Volver a nuestras raíces, a nuestro encuentro con la naturaleza, invitando a la unidad del mundo desplegando una campaña dirigida a salvar la Tierra a través del humanista sistema socialista y a rechazar el capitalismo salvaje, a su modelo neoliberal y a la perversa publicidad que propicia el despilfarro y el derroche a través del vicio del consumismo, uno de los culpables del caos ambiental que hoy sufre el planeta. Es un llamado, eco del clamor de los pueblos aborígenes de América Latina que adoran a la Madre Tierra, de donde surgieron sus dioses y sus moradores, la tierra que les da cobijo, que calma su hambre brindándoles el maíz, la yuca y demás frutos que salen de sus entrañas, la que en sus bosques les ofrece los animales que cazan y las aguas de los ríos, lagos y manantiales que calman su sed. Llamado de los pueblos originarios que emana de las profundidades de la Pacha Mama, la que defendieron contra viejos imperios que los invadieron, asesinaron y casi exterminaron y que hoy han vuelto a rebelarse junto con sus hermanos surgidos del crisol de razas que se dio en América, para rescatarla de las garras de un nuevo Imperio que se niega a escuchar la voz de la conciencia planetaria, y que, no solo está destruyendo sus campos y sus pueblos, sino al resto del mundo, al imponer un hábito consumista y genocida que envenena a la tierra llevándola hacia una temprana Era glacial. Sin embargo, “Aún nos queda tiempo”, dice el mensaje. No lo desperdiciemos.
miércoles, 29 de agosto de 2007
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