El chavista sectario

Néstor Francia

El chavista sectario es una especie escasa pero muy dañina. Puede estar en el barrio La Bombilla, en Miraflores o en algún artículo de Aporrea, siendo siempre los menos. Todas las encuestas y estudios demuestran que la gran mayoría de los venezolanos no es sectaria y se pronuncia a favor del diálogo y la paz, que es lo que más nos conviene (la confrontación y la violencia forman parte de la estrategia imperialista)
El chavista sectario gusta de hacer “análisis políticos”, aunque en general no está preparado para ello. Escribe, por lo general, en un castellano deplorable. No sabe escribir porque no lee sino pasquines y cree que el estudio y la formación son desviaciones burguesas. Como se sabe, sólo leyendo textos de importantes autores se aprende a escribir correctamente. Lo que pasa es que el chavista sectario es básicamente un ignorante, que no se ha acercado ni por asomo al conocimiento de la historia humana, la historia de las revoluciones o el desarrollo de las ideas políticas y sociales. La carencia de estudio es una falencia de gran parte de nuestro pueblo. La diferencia es que la gente sencilla está consciente de ello y más bien quiere que sus hijos superen esa exclusión y logren ser personas formadas en todos los sentidos. Otra gran diferencia es que esa gente sencilla no anda escribiendo artículos de “análisis político”, sino dedicada a lo que sabe hacer bien (albañilería, electricidad, maestría de obras, conducción de vehículos, mano de obra de construcción, servicios públicos), aunque tiene, por supuesto, opiniones políticas y muchos de ellos están estudiando en las misiones y se sienten felices por esa razón.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, un sectario es un “secuaz, fanático e intransigente de un partido o de una idea”. La definición le cuadra muy bien al chavista sectario. Este espécimen cree que se las sabe todas y suele ser muy presuntuoso. Sólo él tiene la verdad y quien no la comparte es un contrarrevolucionario y seguramente un peón del imperio.
El chavista sectario es en buena parte responsable de que todavía mucha más gente vea Venevisión que VTV, Vive y Tves, las tres juntas. Igualmente de algunas cifras que arroja la más reciente encuesta del IVAD (la misma que ha sido muy publicitada porque anunció que 61,5 % apoya la reforma constitucional, lo cual la libra de toda sospecha). Según esas cifras, por ejemplo, menos del 30% respalda las ideas socialistas (en realidad es porque hay confusión con respecto al socialismo y no se sabe bien lo que es) y sólo un porcentaje similar está totalmente de acuerdo con el socialismo del siglo XXI (más del 40% ignora de que se trata). Todo ello a pesar de que la mayoría de los venezolanos apoya al movimiento estudiantil revolucionario, lo cual no hace sino demostrar que hay mucha confusión ideológica. Mientras ello ocurre, el chavista sectario pierde el tiempo haciendo boxeo de sombra contra gran cantidad de “enemigos” y buscando pecadores por todas partes.
El chavista sectario dice apoyar radicalmente a Chávez (quien a veces promueve el chavismo sectario sin darse cuenta), pero no aprende de sus grandes aciertos. Esto lo digo porque si la política internacional de Venezuela estuviese en manos de un chavista sectario, ya hubiésemos roto relaciones con México, Perú, Paraguay y la mayoría de los gobiernos centroamericanos por neoliberales, así como con toda Europa, excluyendo si acaso a Rusia y a Bielorrusia. Por supuesto, ya estaríamos en guerra con Colombia y hubiésemos cortado el suministro de petróleo a los Estados Unidos. Claro, el chavista sectario no ve matices, para él el mundo es en blanco y negro. No existen, para este equivocado, diferencias entre enemigos principales, enemigos secundarios y adversarios políticos. Sólo los buenos y los malos, como en las películas de vaqueros. Afortunadamente los chavistas sectarios son poquitos aunque bastante escandalosos y con parcelas de poder en el Estado y en los medios del campo revolucionario. La historia le pasará por encima al chavista sectario, tal como a su contraparte de parecido talante, el sectario escuálido.
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