Roland Denis
Soy de los que creo que el compañero Chávez ha cometido tres grandes errores este año que podrían debilitar profundamente su liderazgo y en el camino quitarle brío a un proceso revolucionario golpeado y saboteado por todos los rincones. El primero de ellos es la formación de una estructura partidaria decretada. Se deja atrás con ello la posibilidad de componer un cuadro de articulación y unidad revolucionaria a distancia del estado, de la burocracia y de las lógicas de partido. Lo que permitiría superar la fase caudillezca de la revolución bolivariana, sostenida hasta los momentos en la expresión unidiscursiva y unidecisiva que ha concentrado el compañero sobre su persona desde el nacimiento del movimiento bolivariano. Las consecuencias de este primer error ya se están viendo dentro del propio partido: desapego, falta de cuorum, utilización personal o grupal de las estructuras partidarias. Limitantes que se manifiestan mucho más pronto de lo que se esperaba, a pesar de las bondades y arrojo militante de quienes voluntariosamente tratan de empujar el barco hacia lo que sería su salvación: un “partido despartidizado”, un verdadero enjambre de asambleas de base ligadas a la lucha popular, a la emancipación colectiva, al pensamiento crítico y desligado por completo del cuerpo contrarrevolucionario que en estos momentos viene conformando una suerte de “estado contrarrevolucionario” como única fórmula (luego del fracaso de la derecha conspirativa) de aplastar el proceso revolucionario real.
El segundo error fue el de haber avanzado sobre una reforma constitucional –necesaria sin duda- encerrándola a un grupo de selectos amigos y luego concentrada en su propia decisión y modelo. Más allá de las disposiciones de reforma –que trataremos ahora- el caso es que de pronto se nos desapareció por decreto el formulario original de esta revolución cual era el de un proceso popular, revolucionario, democrático de carácter constituyente, sin más. Lo poco que se pudo lograr al menos como escenario de discusión abierta y sin presupuestos conceptuales alrededor de la asamblea constituyente del 99, en el momento en que la historia nos regalaba la posibilidad de llevarla mucho allá, de emprender una reforma estructurando hermosos espacios de intercambio y construcción de ideas en todo el país (y donde la misma “reelección permanente” se discutiría como un punto más), se impuso un verdadero “termidor constitucional”, dispuesto entre las salas presidenciales. Esto de hecho pone contra la espada y la pared a todo el movimiento bolivariano y revolucionario bajo el ultimátum de “estas o no estas conmigo”. Un error y una imposición inaceptable, sobre todo si partimos del hecho –asumido por que él y por muchísimos- de que el compañero Chávez de ser un aliado de la lucha popular se ha convertido “en un revolucionario”, un militante más de la lucha por la liberación de los pueblos. La salida que queda, ya casi utópica, es que el modelo de reforma hecho por Chávez se convierta en un borrador de trabajo para toda una cantidad de espacios constituyentes organizados en todo el país, retrazando quizás su aprobación (que siempre será un modelo inmensamente superior al borrador) pero ganando un mundo de legitimidad, de concreción real de la democracia constituyente y revolucionaria que ha fundado programáticamente a esta revolución.
El tercer error es el haber reafirmado con sus propias palabras la lucha a muerte contra la burocracia y la corrupción y no haber hecho absolutamente nada por avanzar en firme por este camino, haciéndose cada vez más imposible que sea él mismo quien liderice una verdadera rebelión contra el monstruo que ha crecido alrededor de él. La cosa se está poniendo muy grave, la realidad se hace descarada, las denuncias concretas, incluso las denuncias salidas de la rojo-rojita e inútil asamblea nacional (y que hasta los momentos nadie ha dicho que la maneja la CIA) pero nada de importante se decide; la línea gubernamental es todo el mundo a callar. La burocracia y la corrupción no solo aumentan su peso político y se agigantan sino que ya empiezan a convertirse en un poder represivo y asesino abriendo el camino a una contrarrevolución interna sin freno y oposición que no sea la desesperación de trabajadores y comunidades. Se avanza de esta manera en la formación de un “estado contrarrevolucionario” que desborda cualquier liderazgo personal por más status presidencial que tenga. Las últimas denuncias contra la directiva de PDVSA hechas por sectores de clara identidad chavista como es el caso del padre Palmar y del diputado Luis Tascon y la respuesta del “atornillamiento” de Ramírez dentro de la presidencia de la empresa, nos evidencia al menos una terrible incapacidad de parte del presidente a la hora de hacer frente al fenómeno que tanto denuncia. La derecha y los medios privados aprovechan. Una situación efectivamente desesperante dentro del inmenso universo del movimiento bolivariano por la generalización del sentimiento de engaño y desprecio en que se siente atrapado. Y que a la vez convierte en una escolástica decadente toda la diatriba formada alrededor del marxismo, del marxismo-leninismo, del socialismo del siglo XXI, en la medida en que no se afincan al menos gran parte de los esfuerzos políticos e intelectuales posibles a darle luz a lo que constituye el mínimun elemental de todo proceso revolucionario; la pertinencia ética y política de los sujetos que lo encarnan y tienen el privilegio de situarse en sus puestos dirigentes. ¿De qué socialismo podemos hablar si los mismos o los más idénticos señores del zarismo son los que se ha apoderado del gabinete de Lenin?.
Considerados estos errores en mi consideración muy graves ya que acorralan el proceso revolucionario alrededor de métodos de dirección y de organización, de relaciones de poder que lo niegan absolutamente (y que para ser sincero me obligan personalmente a percibir una distancia frente al compañero Chávez que jamás había sentido), nos gustaría en cortas palabras hacer una pequeña advertencia argumentada respecto a algunas propuestas concretas ya adelantadas por el presidente respecto a la reforma constitucional y que le van dando forma jurídica al “estado contrarrevolucionario”.
Entre los puntos de la reforma están los territorios federados y la reelección continua para el presidente, puntos propuestos –insistimos- sin discusión de ningún orden dentro del espacio político-revolucionario del chavismo (o bolivarianismo para quitarle culto personalista a la identidad de este vasto movimiento). No sabemos si en el referéndum se van a singularizar las propuestas o se va a aprobar -o no- en bloque. Una cosa u otra desde el punto de vista de las reglas democráticas son muy distintas, pero en fin, más allá de ello, estas son propuestas que convierten a la presidencia en una suerte de “monarquía social-liberal” que le daría perfecta cabida a toda la ridícula denuncia -y excusa conspirativa- de la derecha sobre la supuesta “tiranía”, “dictadura”, “autocracia” que aquí vivimos. No somos de los que estamos viendo en un modelo constitucional específico la garantía o no de la emancipación humana, ni siquiera una garantía de la democracia como aspiración universal de libertad. Ojalá más bien que el propio poder constituyente de los pueblos en soberbio atrevimiento acabe de una vez por todas con este “modelismo constitucional” que tomamos como herencia del ideal democrático-burgués que nos sigue apabullando. Sin embargo, y a sabiendas que lo concreto es lo concreto, que la historia se construye en medio de una confrontación de fuerzas e intereses reales, que estamos obligados a debilitar permanentemente el poder enemigo para darle espacio a la posibilidad del acontecimiento revolucionario como tal, cabe advertir la fortaleza que le estamos regalando a todo el espectro derechista y conservador endógeno y exógeno al aparato de estado. Esta “monarquía social-liberal”, esta “gendarmería necesaria de la revolución, representada en un presidente que desplaza los poderes regionales y locales por comisarios directamente dispuestos por él, asegurando, al menos formal e indefinidamente, su permanencia en el poder, de pronto le comenzaría a dar demasiada razón al neofascismo que ya encarnó en la muchachada consumista gritando desde el vacío total de realidad ¡libertad!, ¡derechos civiles! ¡abajo la tiranía!. No nos referimos a la verdad que nos pertenece y que no debatimos más sí a la gratuita razón (ideología sembrada en la razón liberal y democrática que domina el mundo) que le damos al monstruo político que baboso espera su regreso al poder…¿Tiene esto alguna justificación y sentido que no sea la reiteración de la muy reaccionaria y populista consigna de “Chávez es el pueblo”, por tanto imprescindible, por tanto sobrehumano?. ¿Es que para enfrentar la ideología dominante ligada al modelo liberal estamos obligados a hacernos más reaccionarios que ella misma?. ¿Es que el compañero y muy bolivariano presidente no tomó lecciones del desastre que el propio Bolívar justificó y a la vez despertó cuando quiso imponer el modelo bonapartista de la presidencia vitalicia al final de su vida?.
Sin embargo, a pesar de lo que pesa y enturbia el horizonte dicha situación vista desde el punto de vista de la “democracia liberal”, cuando nos aproximamos a ella desde el punto de vista de la “democracia revolucionaria” el problema se hace más hondo y concreto. El esquema “Chávez es el pueblo-con Chávez manda el pueblo” sobre el cual se ha sostenido el proceso revolucionario, hoy en día está totalmente agotado. El caudillo que unificó las fuerzas revolucionarias para acabar con la llamada IV República, para servir de símbolo-motor a la rebelión antifascista del 13 de Abril y que ha permitido regar por todos los rincones patrios los principios de la democracia revolucionaria, a estas alturas empieza a jugar el papel contrario a pesar de él. Más allá de las virtudes del compañero y de su evidente liderazgo, el esquema de mando unidireccional sobre el cual se ha sostenido su muy particular poder sobre el conjunto de fuerzas motrices de esta revolución, hoy en día lo que hace es impedir su maduración y radicalización. El “estado contrarrevolucionario” se nutre de esta corteza haciéndose todo los días más represivo y antagónico a las fuerza revolucionarias. Nos guste o no nos guste, hay que terminar de decir que es este mismo esquema cesarista, al menos desde el referéndum para acá, es el que ha garantizado la perpetuidad de semejante animal corrupto y contrarrevolucionario, impidiendo la generación de un liderazgo autónomo y colectivo que en su propio devenir político esté cualitativamente preparado para profundizar el proceso revolucionario, acabar con el animal y sobremontar los inmensos obstáculos que se interponen a la revolución.
Con la reforma constitucional, sin discusión, pasaremos a formalizar constitucionalmente este esquema convirtiéndolo en un modelo coagulado de liderazgo y mando indefinido en el tiempo y que se extenderá sobre toda la república a través del esquema de los comisariatos (vicepresidentes) nombrados a dedo en territorios los llamados federados. La negociación tácita hasta ahora vigente de “denme poder que les daré poder”, además de ser un absurdo para una revolución socialista, se incrusta a través de la violencia de la ley en el formato republicano, convirtiendo el supuesto imprescindible del mando único y personal en una condena constitucionalizada. Supongamos al contrario que a Chávez le toque cantar su final como presidente en el 2013, ¿no sería esta circunstancia límite -crítica, peligrosa, como sea y como se vea- una palanca extraordinaria de renovación, de debate frontal, de balance profundo y sincero, de reto para la recreación de la revolución desde un liderazgo mucho mas colectivo y democrático?. Si no queremos correr riesgos entonces no digamos que esto es una revolución, esto es un reformismo patriarcal y profundamente conservador que se vale de los lenguajes revolucionarios y libertarios para facilitar la explotación de la plusvalía política del colectivo. ¿Si en vez de estar creando comisariatos regionales, cual policías sobremontados sobre poder popular y regional, convocamos a asambleas constituyentes regionales (por principio y método establecidos en la misma reforma constitucional) para construir fórmulas que incluso pueden ser diversas de soberanía colectiva y territorial, no estamos de verdad construyendo una democracia inédita y revolucionaria?. ¿No hay al menos esa posibilidad?, entonces dejemos la paja sobre el socialismo del siglo XXI.
No olvidemos tampoco que por debajo de este esquema vertical del poder de estado, ya se está diseñando otro esquema para los poderes comunales y populares que de abajo a arriba, a través de elecciones de tercer y cuarto grado, harían el entronque con el poder forjado desde arriba a nivel municipal y regional. Ni la más pesada y retorcidas de las iglesias barrocas se parece a esto. Tres dimensiones de poder: un poder popular abajo, un poder liberal y representativo en el medio, un poder hipercentralizado y presidencialista encima de todo. ¡Qué sambumbia burocrática!. ¿Por qué se retrocede tanto?, ¿por qué aceptamos que hasta el mismísimo “poder popular” se convierta en un producto prefabricado desde el estado?, ¿es que hay alguna justificación geopolítica, militar, o de cualquier orden para aceptar esto?, ¿realmente la hubo alguna vez en la historia?, ¿es que alguien todavía podría pensar que bajo semejante “superestructura” contrarevolucionaria podrá estructurarse una sociedad libre y socialista?.
Finalmente, la advertencia que hacemos para los tiempos que vienen es que si esto efectivamente se lleva como método y formato de reforma constitucional para ser aprobado por referendum ahora en diciembre, se puede perder, se puede ganar. La tensión conspirativa ante esto va a ser enorme. Pero supongamos que lo más lógico es que gane y se derrote toda conspiración por el nivel de incredulidad en que ha caído la derecha y el manejo del gobierno del aparato electoral. Sin embargo, por el ambiente que ya hay en la calle, por las opiniones que se oyen, por lo que es evidente y aunque sea intuitivamente ya se percibe, muy lejos vamos a estar de los grandes festejos revolucionarios que hemos vivido en estos años. Aún con cincuenta mil personas festejando en Miraflores el día de la victoria, la diferencia de ánimos y disposiciones entre diciembre del 99 y diciembre del 2007 será abismal…la contrarrevolución al fin habrá impuesto su ley.
jueves, 16 de agosto de 2007
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